Los años dorados del baterista que encendió las mejores fiestas de la bohemia sanantonina
José Catrileo tenía cuatro años cuando comenzó a tocar distintos instrumentos de percusión. Su batería de juventud aun la conserva intacta y practica con ella a menudo para no perder la magia.
José Mario Catrileo Riquelme a sus 79 años de edad tiene más historias que músico jubilado.
No es broma. El sí es músico, aunque no piensa jubilarse de este oficio, ya que desde los cuatro años de edad descubrió que la música sería parte de toda su vida.
"Cerca de mi casa estaba la sede del Partido Comunista cuando yo tenía como cuatro o cinco años, y ellos tenían una banda de guerra con instrumentos. Yo me iba a meter para allá, porque me prestaban una caja que tenían y de ahí no paré más", cuenta.
Nacido y criado en San Antonio, Catrileo, como le llaman creció en el sector céntrico del barrio de Barrancas, en la calle Lautaro. Estudió en la Escuela N° 4 que inicialmente estaba en la calle Tacna.
Dice que fue el mismo profesor José Luis Norris quien lo impulsó a integrarse a su primera banda, cuando ya tenía ocho años de edad."El era músico también, tocaba el violín y como vio que yo tenía cualidades para tocar la caja me invitó a integrarme a la banda de la escuela. Él me llevaba a todos lados a tocar y así de chicos nos sentíamos artistas importantes".
Después de llenar el patio de su casa con tarros consiguió que le compraran una batería a los 12 años.
"Mi papá tenía unos amigos de apellido Santis. A ellos les gustaba mucho la música, tenían acordeón, guitarra y ellos me compraron la batería en la Casa Amarilla de Santiago", recuerda.
Las primeras remuneraciones como músico las recibió tocando junto a esta familia Santis que lo invitó a algunas presentaciones pagadas como inauguraciones o fiestas de ceremonias.
Durante el año 1949 o 50 dejó el colegio y comenzó a ganarse la vida en distintas tareas.
Ya tenía cerca de 17 años cuando se unió a "Los Diablos del Trópico" que se presentaban en las fiestas de ferrocarriles, que en ese entonces eran muy populares.
"Ellos traían baterista, así es que yo comencé con ellos tocando el bongó", agrega.
Pero su suerte estaría en la perseverancia, ya que una vez que esa banda se quedó sin baterista, Mario ocupó su puesto.
Luego se integró a la orquesta militar "Los Chelines", siendo el único civil que tocaba junto a ellos en ese tiempo.
Con una serie de presentaciones en distinguidos hoteles y centros de eventos de la provincia, se destacó también como cantante de la orquesta especializándose en el "paso doble".
Fue en el año 1958 cuando sus nuevos compañeros musicales lo persuadieron de reclutarse como militar.
"Duré menos de un año en el Ejército, porque no me gustó. Los turnos de guardia, sumados a los ensayos de la banda y las presentaciones no me daban tiempo ni para dormir", revela.
Entre tanto, durante ese mismo año Mario se casó con Silvia Barrientos, con quien ya cumplió 56 años de matrimonio y con quien tuvo tres hijos.
La situación de este baterista cambiaba y se esforzaba por llevar el sustento para su familia.
El Sauce
Durante los años 60 y 61 tocó con varios conjuntos, pero se estableció tocando en la boite El Sauce, lugar que hoy se conoce como Regine.
En ese lugar es donde atesora sus mejores recuerdos de la bohemia sanantonina tocando con "Los Manhattan".
"En El Sauce estuve trece años y comenzamos trabajando de lunes a lunes, sin descanso. Casi al final logramos que nos dieran un lunes libre a la semana", observa.
También recuerda un centro de eventos en el que trabajó un par de meses, mientras duró ese negocio, pero que fue muy imponente en las noches de San Antonio. El Caleuche, se llamaba y fue una boite que se ubicaba donde hoy está la confitería Maricarla en Pedro Montt.
El Goya
Las jornadas de trabajo de este protagonista de la bohemia eran extensas, pero lo mejor de esta "sacrificada pega" venía cuando todos los artistas se iban a un lugar muy especial, a comer y entretenerse.
"El Goya era el lugar de encuentro de todos los músicos y los artistas, que terminábamos las presentaciones y como a las 6 de la madrugada nos íbamos a comer allá. Esa era la bohemia de los bohemios", dice.
Este lugar contaba con el servicio de restaurante, hotel y billar. Estaba en un edificio de tres pisos en la esquina de Centenario con Arturo Prat, justo frente a la plaza de San Antonio.
"Allá pasábamos a matar el hambre con los buenos bistec a lo pobre, los caldos de cabeza", comenta.
Mario Catrileo recuerda que este lugar era muy importante, puesto que allá se reunían los artistas que terminaban sus jornadas en todos los centros nocturnos de San Antonio. Incluso extranjeros quienes disfrutaban especialmente de este ambiente.
"A veces salíamos de ahí como a las doce del día, porque nos entreteníamos mucho con toda la gente que iba para allá", menciona.
El terremoto del 8 de julio de 1971 terminó con la historia del inolvidable Goya, destruyendo su gran infraestructura.
"Me acuerdo que en ese entonces el mismo Goya hacía eventos y tenían reservas para ir a ver a Las Botas Blancas (destacado grupo de mujeres de La Nueva Ola). Cobraban 500 escudos sólo para reservar una mesa. Eso era caro, pero mucha gente quería verlas. Y ahí quedó todo, porque no pudieron venir después del terremoto", rememora.
Hasta ahí llegaba parte de la historia de las grandes pachangas artísticas, pero después del Golpe Militar, los bohemios tuvieron que buscar otros oficios.
Tras el cierre de los centros nocturnos, Mario Catrileo comenzó a trabajar en las afueras de la Pesquera Sopesa vendiendo confites. Con este emprendimiento, Mario descubrió su veta de comerciante, y luego incursionó con la compra de un bote en el que salía a pescar.
Todo iba bien, hasta que ese bote se hundió, pero como ya se había familiarizado con el rubro, se dedicó a la compra y venta de pescado. "Yo lo vendía fileteado y sin ninguna espina, así es que me iba bien", explica.
Las noches de juerga y espectáculos en San Antonio nunca volvieron al esplendor de antaño, sin embargo las presentaciones siguieron esporádicamente y con diversos conjuntos amigos.
Así recuerda que con Los Dixies tocaron en el Restaurante Don Nano que aun permanece en Cartagena. Además el conjunto Savoy con quienes compartió muchas historias y conoció a grandes artistas.
"Pachuco también estuvo acá en mi casa. Yo generalmente me traía a los artistas a mi casa a comer pescado", cuenta.
Bromas
"Músico poeta y loco. Así definen a los músicos y siempre fuimos desordenados. En el sentido de hacer bromas pasarlo bien", comenta.
- ¿Se acuerda de alguna broma de ese tiempo?
- Entre los músicos se hacen muchas tallas pesadas. Por decirle una de muchas ,le cuento la del músico cojo. Él tenía una pierna de palo y un día se puso a tomar, se curó y se quedó dormido en el escenario. Aprovechando eso, los colegas fueron por abajo de la tarima y le clavaron la pierna (ríe a carcajadas al contarlo). Después gritaron ¡temblooor! para que despertara asustado y el pobre no podía sacar el pié. Jajajaja, nos reíamos mucho.
"Los turnos de guardia en el regimiento, sumados a los ensayos de la banda y las presentaciones no me daban tiempo ni para dormir"