El dolor de una madre que sufre las consecuencias de la anorexia de su hija
álbum familiar
Hace un par de meses Sara Ubilla descubrió la peligrosa enfermedad que su hija de 13 años padecía silenciosamente.
Se trata de la madre de Trinidad Zúñiga, la niña de 13 años que en su lucha contra la anorexia inició una campaña pública para la prevención de estas enfermedades y la publicación de páginas web que apoyan la práctica de los trastornos alimentarios como una forma de vida.
Luego de tres meses de terapias y de una aparente rehabilitación tras su tratamiento, la bella adolescente sufrió su primera recaída.
Durante la mañana del pasado jueves 11, Sara Ubilla descubrió que Trinidad estaba extraña y que algo le ocultaba. Se trataba de sus brazos. Se había inferido serias laceraciones con una gillette y había estado a punto de cortar sus venas. Ese mismo día fue llevada hasta el hospital Claudio Vicuña y hoy la trasladarán con un especialista a Valparaíso.
'Primero me asusté, me sentí engañada y derrotada. Como si todo el esfuerzo que había hecho no había servido de nada', comenta la madre.
Y cuando Sara habla de esfuerzo, la palabra se queda corta, ya que durante estos meses se ha dedicado por completo a su hija, hasta el punto de renunciar a su trabajo. Incluso reconoce que a sus dos hijas menores, Emilia (10) y Renata (4), también las ha dejado de lado por atender los cuidados de Trinidad.
'Me he dado el tiempo para acompañarla y apoyarla en todo lo que ha emprendido. Incluso este fin de semana íbamos a ir a visitar a una niña de Santiago que está postrada producto de la anorexia y su mamá quería que la Trini, con su testimonio, la tratara de sacar adelante', comenta Sara refiriéndose a los planes que tenían antes de enfrentar esta recaída.
Cuenta que hace una semana la notó distinta, cuando comenzó a almorzar muy rápido y se fue a su dormitorio.
'Disimulaba tan bien y tenía excusas muy creíbles para todo, porque consiguió una forma de actuar y mentir tan perfecta que no podíamos sospechar nada', admite.
Y es que Trinidad no ha querido asumir su enfermedad como tal, se niega a recibir ayuda argumentando que está bien y que necesita estar fuera del hospital para poder ayudar a otras personas.
'A veces me cuesta mucho poder darle en el gusto, tratar de hacerle cariño. Es muy poco afectuosa y todavía no se aprende a querer. Entonces si ella no se quiere, cómo va a pretender dar afecto o ayuda a los demás', asegura con lágrimas en sus ojos esta frágil madre.
Después de secar sus lágrimas, saca nuevas fuerzas y continúa su relato señalando que no se avergüenza de contar que su hija tiene anorexia y que se provoca lesiones. 'Al contrario. Si con su testimonio podemos ayudar a otras niñas o tener la esperanza de pensar que algún día podré decir , ya es gratificante, porque no estoy sola en esto. Tengo el gran respaldo de mi familia y tengo mucha suerte de tener a mis papás, a mis hermanos y mi abuela, que también están luchando conmigo', agrega.
En estos meses de lidiar con la anorexia de Trinidad, Sara dice que la vida de toda su familia cambió.
'Yo antes me preocupaba mucho de trabajar para darles sus cosas. Tal vez pensé más en lo material, pero ahora todos nos concentramos más en decirnos lo importante que somos y todo lo que nos queremos', añade. Hasta comenta que su hija Emilia dijo en el colegio que quería estudiar nutrición para ayudar a Trinidad. J