El grupo de jóvenes que rompió el destino con una pala en la mano
Monos de pasta. Escopetas hechizas. Balas locas. Falopa. Paragua. Mexicanas. Conceptos difíciles de digerir para la gran mayoría. Indescifrables para algunos. Palabras del día y sobre todo de la noche para un niño de 13 años de la población Las Bodegas de Bellavista.
En lo alto de San Antonio a Jairo Pino esas palabras ni siquiera le llaman la atención. Las nombra con la misma naturalidad con la que otro joven de su misma edad podría recitar las tablas de multiplicar. "Para nosotros es normal", cuenta Jairo. Algunas mañanas le toca trabajar en la feria. Otras noches tiene que quedarse encerrado en su casa esquina de calle Lincoln porque afuera vuelan balas. "Generalmente problemas de drogas, quitadas, mexicanas", agrega.
Tan acostumbrado está de ese ambiente, que pese a su corta edad, tiene claro que el camino que desea seguir para su vida no va por ese rumbo. En sus manos no quiere cargar una escopeta hechiza. Menos ser el "soldado" de un traficante que por 15 ó 20 mil pesos pagados en billetes o su equivalencia en la droga preferida (generalmente monos de pasta base) disparan sin tener ni un grado de remordimiento con escopetas hechizas que son aprendidas a manipular mucho antes de los 13 años de edad.
En el ambiente donde ha crecido Jairo, una pistola en la mano es más común que tener una pala. Pero él desea dar la lucha en su barrio con una pala en la mano.
la camiseta por el barrio
Cristián Alexis Villavicencio Velásquez tiene 24 años, estudia Ingeniería en la Universidad de Valparaíso, y al igual que Jairo, nació y creció en la población Las Bodegas de Bellavista.
En enero de este año junto a sus compañeros universitarios viajaron hasta Valdivia donde realizaron trabajos solidarios en diferentes poblaciones de la ciudad. Todo ese proceso marcó a Cristián.
Por eso es que apenas se bajó del bus proveniente del sur en el terminal de Barrancas, se focalizó en realizar un trabajo parecido en su barrio.
El viaje a Valdivia había sido hace menos de un mes, a finales de enero. En ese poco espacio de tiempo logró conseguir apoyo de parte de la municipalidad. Sin más preámbulo fue directo a presentar su idea al alcalde Omar Vera. La intención era que aquel sector de Bellavista donde predomina la basura y el pastizal quemado tuviera mejor aspecto. "Por una cosa de dignidad, de salud higiénica para los vecinos", afirma Cristián. Y comenzó a tocar todas las puertas de la vecindad para reclutar voluntarios. Pero así como las abrían, también se las cerraban. Su cara supo de varios portazos, pero era lo de menos. Ya estaba lanzado en esta carrera.
pasaje de luz
La pareja conformada por Nadya Palma y Juan Urra vive hace un buen tiempo en el pasaje Cabrestante en la población Las Bodegas. Cuando recibieron la visita en su puerta de Cristián Villavicencio (quien les repitió el mismo discurso que a esa altura ya se sabía de memoria), no lo dudaron dos veces y se embarcaron de inmediato en la iniciativa.
Sabiendo que los pequeños en su pasaje son muy unidos y motivados, los incentivaron a que fueran parte. Doce de ellos aceptaron felices participar. Los grandes ausentes eso sí serían los adultos. No se comprometió ninguno.
"Algunos adultos decían que vendrían, pero finalmente no apareció ninguno. Esperemos que para la próxima se motiven, porque necesitamos también de su ayuda", comenta Cristián.
manos a la pala
El pasado martes, a las 9 de la mañana en punto, 12 pequeños (y otros ayudantes adolescentes) estaban listos y dispuestos con sus chalecos reflectantes, palas, escobas, rastrillos y todos los elementos necesarios para sacar basura a granel. Entre aquella docena, Jairo Pino y sus cientos de historias callejeras que para un niño de 13 años que no ha vivido estas situaciones podría llenarlo de miedo, temores y pesadillas. Algo que aquellos niños allí formados no conocen.
Las jornadas de trabajo se llevaron a cabo de la mejor manera, y entre ayer y el martes, el sector que se había propuesto limpiar esta cuadrilla de jóvenes vecinos (justo frente a un quiosco que da inicio a la avenida Brasil) empezó a mostrar mejor cara, mejor aroma. Con entusiasmo la basura desaparecía.
El proyecto que nació como una inquietud de Cristián Villavicencio Velásquez para entregarle mayor dignidad a la población Las Bodegas de Bellavista rodó con el mejor aceite lubricante; la ayuda que entregó el matrimonio de Nadya Palma y Juan Urra fue la necesaria para servir de soporte a este proyecto lleno de corazón y sentido de la pertenencia por el lugar donde se nace y se crece; las manos del pequeño Jairo Pino cargaron esta vez una pala y recogen basura. Aquellas mismas manos que podrían estar disparando. Esas mismas manos que ahora están ayudando. J