Con una espátula y un talento único, pintor sanantonino conquistó Argentina y EE.UU.
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-Desde los 2 mil a los 10 mil dólares.
-Sí, pero no es algo antojadizo. No es que yo termine de pintar un cuadro y diga le voy a poner tal precio. Este cuadro antes ha pasado por varias exposiciones, por importantes galerías y en donde los mismos organizadores le ponen un precio.
La historia de Fernando Gómez Soto, de 49 años, comienza a trazarse en la calle Casa Concha a la altura del 1375, en el sector del hospital. Luego comienza a dibujarse en Santiago donde estudió Paisajismo y hoy su vida se colorea en Buenos Aires, Argentina, donde se ganó un nombre en el exigente mundo de la pintura.
La mañana de ayer, Fernando disfrutaba de la pasividad de San Antonio. Llegó el viernes a Chile desde la capital trasandina, esa que lo ha acogido desde 1988, cuando era un joven titulado del Inacap. Pero era ambicioso. Quería estudiar Arquitectura y Chile no se lo permitía.
"Se me era muy complicado estudiar acá, porque mi familia no tenía los recursos. Se me hizo muy fácil terminar Paisajismo, que por esos años se llamaba Diseño y Producción de Áreas Verdes. Cómo fui uno de los mejores en mi generación, mi profesor guía me recomendó en varios lugares donde podía trabajar. Lo pensé. Pero siempre quise estudiar Arquitectura", cuenta.
Desde que estudiaba en el Movilizadores Portuarios, le apasionaba dibujar. Su madre, Auristela Soto, presente en la entrevista, comenta que siempre fue un "talentoso. Siempre tuvo habilidades para dibujar".
Dentro de sus cinco hermanos, él es el menor y el que siempre tuvo inquietudes artísticas. Se ríe cuando cuenta que la enseñanza media la concluyó en la Escuela Industrial de San Antonio. "Estudié mecánica de máquinas y herramientas. No sé por qué lo hice, porque lo mío iba por otro lado", dice riéndose.
FALLA DE CÁLCULOS
Como si el destino quisiera darle una mano, uno de sus amigos lo invitó a Buenos Aires a estudiar en la universidad de la ciudad.
"Se llamaba Benjamín mi amigo, pero no me puedo acordar de su apellido. Me invita a que me fuera a Argentina a estudiar Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires. Allá la educación es gratis y con mi amigo teníamos que compartir los gastos de departamento, es decir, la estadía. Así que no lo dudé y partí", cuenta.
Con una maleta cargada de sueños llegó a la principal ciudad del vecino país. Allí arrendó un departamento y comenzó su nueva vida. Esa que solo se enmarcaba en terminar sus estudios de Arquitectura.
"El primer año me fue horrible. Me costó agarrarle el ritmo. En el segundo ya me adapté y me comenzó a ir mejor", describe.
En el segundo año de su carrera conoció a su gran amigo Héctor Ríos y Maggie Moreno Reyes. Como era de esperar, la amistad con Maggie dio paso al amor y este rindió frutos: Felipe (20) y Joaquín (9).
"Me fui a vivir con ella y le dije a mi viejo (Guillermo Gómez, quien falleció el 2010) que no se preocupara por mí. Me había ido a vivir con Maggie y no correspondía que él me mantuviese. Ahora tenía que verlas por mí", comenta.
Allí en el barrio de Belgrano, justo al frente de su departamento, el que compartía con su novia, instaló una granja. "Era un local en el cual vendíamos pollo, queso, miel; era como una fiambrería, como una rotisería", detalla.
En las mañanas atendía él su negocio, mientras Moreno estudiaba Prótesis Dental. En las tardes un sobrino de Maggie se hacía cargo del local para que este sanantonino cursara los ramos de Arquitectura.
El tiempo había pasado volando y en un abrir y cerrar de ojos se encontraba en tercer año. "Héctor se me acerca un día y me dice que va a abandonar la universidad. No lo podía creer. Héctor junto a un amigo, que se llama Rodolfo Insaurralde, estaban partiendo con un centro cultural y me dice que se va a dedicar a eso", agrega.
Era el año 1995 y artista plástico Rodolfo Insaurralde era un conocido pintor hiperrealista. Las principales galerías de todo el país querían tener entre sus exposiciones alguno de los trabajos de este artista. Héctor se embarca en este proyecto, sin antes ofrecerle a su amigo Fernando la posibilidad de tomar su mismo camino.
"Sentía que toda mi vida había estado rondando algo. Me encontraba en el perímetro. Cuando decido irme a trabajar al Centro Cultural Goya y abandonar los estudios llegué al centro de lo que buscaba. Allí conocí la pintura y hoy soy feliz pintando", reconoce.
-La dejé. Siempre fui habilidoso para todo lo que se refería a dibujar. Pero para los números era pésimo.
-No. Primero aprendí la restauración y fabricación de marcos junto a mi amigo Héctor. Rodolfo se dedicaba a las clases de pintura y a la administración. Pero nos dimos cuenta que iba mal la cosa. Así que luego de un tiempo decidimos que Héctor se dedicara a la administración, Rodolfo a los cursos de pintura y yo a la restauración.
-Y sí. Pero comencé a trabajar en el mismo piso que Rodolfo y ahí aprendí las técnicas de pintura. Yo siempre supe cuál era mi sello propio. Pero me faltaba aprender la técnica. Rodolfo me enseñó todo lo que pudo y paralelamente aprendí de otros artistas.
-Mi sello era la espátula. Aprendí a trabajar con este instrumento. Y a mí favor ocurre que son muy pocos los artistas que pintan con espátula.
CLASES
Fernando es apasionado. Obstinado. Y se obsesiona por todo lo que hace. Más aún cuando se trata de la pintura. Cuenta que en muchas ocasiones pinta por largas horas y cuando no obtiene los resultados comienza todo de nuevo.
"Me iba dormir, me levantaba a las tres de la mañana y seguía trabajando hasta lograr el resultado que quería. Mi consigna es que cada cuadro que hago tiene que ser mejor que el último que hice", revela.
Luego de un tiempo, a Fernando lo sorprendieron. Los cuadros que tenía en su taller, allí en el centro cultural, eran mostrado a todos los alumnos que asistían a los talleres de su colega Rodolfo.
"Un día Marita Caram, una mujer maravillosa que quiero como a mi propia madre, me dice que tengo que hacer clases. Yo no sabía qué decir, porque en ese tiempo me complicaba explicar que 2+2 es 4 y querían que yo hiciera clases", recuerda para agregar que "se me acerca Rodolfo y me dice algo que parece obvio pero que para mí fue clave, me dijo 'nunca enseñes algo que tú no haces'".
Así fue como comenzó a hacerse un nombre en el mundo de la pintura. Poco a poco sus alumnos se fueron multiplicando y su impronta mejorando.
"Rodolfo poco a poco comenzó a llevar mis pinturas a sus exposiciones. Así comencé a hacerme conocido. Pero nunca le dije que llevara un trabajo mío. Él me lo propuso. Yo quería que fuese así, porque no quería deberle un favor a nadie, quería que mi trabajo hablara por mí", dice.
Tras 16 años en el Centro Cultual Goya, Fernando rompe el lazo con sus amigos y se independiza. "Vivía muy lejos del centro. Tenía que viajar diariamente 2 horas desde mi casa al centro. Se lo comenté a Rodolfo y me comprendió. Me apoyó", describe para de inmediato enfatizar en que "mi mujer se portó un siete. Me dijo que en casa instalara el taller y así comencé con las clases".
No son más de cinco personas las que integran los cursos de Fernando. Le gusta que sus alumnos aprendan y logren el objetivo del curso, que en muchas veces se extiende por seis meses.
De manera paralela, este sanantonino pinta sus cuadros impresionistas y realistas. Inspirados muchas veces en su ciudad natal. En ellos se pueden observar un minucioso trabajo, plagado de detalles y terminaciones casi imposibles de realizar con una espátula.
"Siempre tengo presente el mar. He pintado mucho de San Antonio y del campo, de lugares como Navidad, La Boca, el puerto. Siempre llevo a San Antonio en mis obras", dice.
Sus cuadros hoy son exhibidos en importantes exposiciones en Buenos Aires, incluso varios de ellos se encuentran en Miami, Estados Unidos, siendo parada obligada para todos los amantes de la pintura.
"En los próximos meses tengo que viajar a Nueva York para ver la posibilidad de exponer allá, pero ahora quiero mostrar mi arte acá en Chile", revela.
-Estoy gestionando la posibilidad de exponer acá en Chile. He pensado en Valparaíso y Viña del Mar. Además quiero hacer cursos para los que quieran aprender mi técnica. Estoy muy ilusionado.
-Habría que analizarlo. Todo es posible.
-Bueno sí. Amo Argentina porque me ha dado mucho, incluso lo que Chile no pudo en su momento. Pero lo único que tengo claro es que quiero envejecer en San Antonio. Incluso una vez le dije a mi mujer que si muero me gustaría que me enterraran acá, en mi ciudad que tanto amo. J