Recibió el llamado del Señor en la cárcel y ahora sana a drogadictos
Increíble testimonio del ahora pastor evangélico Claudio Reyes: "Cuando tuve ese revelador sueño, salí de mi celda, me fui a la iglesia y le pedí a Dios que se manifestara. Un rayo entró en mi cuerpo para eliminar a todos los demonios", dijo.
Ni siquiera cuando su madre le lanzó en la cara los 50 mil pesos con los que había aportado para los gastos del mes, aprendió. Por el contrario, siguió drogándose y robando con la brutal experiencia delictual que había adquirido.
"Me dijo mi mamá: 'cuando te ganí la plata de manera honesta, te la recibo´", recuerda con los ojos vidriosos el hoy pastor del Ministerio Evangelístico Libertad Jesucristo es el Señor, Claudio Reyes (49).
Por aquel entonces este cartagenino tenía 18 años y un nutrido prontuario delictual que da cuenta de robo con violencia y fuerza, violación de morada, robo en lugar no habitado, porte de drogas, entre otras.
-¿Qué siente cuando ahora, a sus 49 años, recuerda aquella situación?
-Pena. Me siento mal. Nunca he podido olvidar esa vez que mi mamita me tiró la plata. Yo permití que el Diablo entrara en mí. Que se apoderara de mí. Estaba metido en la delincuencia, incluso le robaba a mis papás para conseguir droga.
A los 14 años probó por primera vez la marihuana, luego vinieron la pasta base, la cocaína, el neoprén, anfetamina, optalidones y desbutal, aunque la bencina no podía faltar en este contundente cóctel de drogas.
"Todo lo que podía echarme para adentro, me lo echaba. Me gustaba sentirme eufórico para ir a robar. Así me ganaba la plata... robando", confiesa.
Por esos años, Reyes vivía en la comuna de Quinta Normal, en la Región Metropolitana, junto a sus padres y tres hermanos.
"Mis papás no tenían nada que ver en lo que yo estaba metido. Yo era el delincuente y drogadicto, no el resto de mi familia", aclara.
-¿Se arrepiente de algo en su vida pasada, de una situación que incluso le da vergüenza contar?
-Muchas veces salía con una pistola a robar y encañonaba a la gente. Andaba drogado y por lo mismo iba a robar con arma. Ahora me acuerdo de la cara de la gente que amenazaba y me da vergüenza haberlo hecho. El demonio estaba dentro de mí. Yo lo sabía. Sabía que estaba mal toda mi vida.
-¿Por qué no paraba entonces con esa delictual vida que llevaba?
-Porque no podía. Mi cuerpo necesitaba droga y eso me llevaba a robar. Era un círculo del cual no sabía cómo salir.
En total estuvo 13 años en la cárcel, saliendo y entrando, y la mayoría de ellos los pasó en la Penitenciaría de Santiago, conocida actualmente como Centro de Detención Preventiva Santiago Sur.
"Es dura la cárcel, muy dura. Pero allí recibí el llamado del Señor", confirma.
La revelación
Pocas personas son los afortunados de haber recibido el llamado de Dios a lo largo de la historia de la humanidad. Uno de ellos, ahora que está de moda, fue Moisés, quien liberó a los hebreos del faraón de Egipto.
De este selecto grupo creyentes es parte el pastor Claudio Reyes, quien hace dos años formó un centro de acogida en Cartagena para ayudar a las personas drogadictas, alcohólicas y delincuentes que deseen cambiar para seguir los pasos del Señor.
Pero para dejar atrás esa vida que llevaba fuera de los márgenes de la ley, Reyes tuvo que recibir el llamado del mismísimo Dios para rehabilitarse y comenzar con la misión que "el barbudo" tenía destinada para él.
"Yo estaba acostado, durmiendo en mi celda, cuando Dios aparece en mi sueño. Me saca de mi cuerpo y me lleva al cielo. ¡Era una revelación!", exclama.
"Se parecía a un ángel. Nunca antes había visto uno. Tenía una túnica blanca, sandalias de oro, así andaba. Estaba vivo, frente a mí. Cuando lo vi, agaché mi cabeza y me puse a llorar. En ese momento tenía mucho temor", describe mientras toma un sorbo de mate.
-Continúe, continúe...
-Tenía miedo porque sabía que yo era malo, pecador, drogadicto, delincuente. Pero Él, a través de sus pensamientos, sin decir ninguna palabra, me hizo levantar mi cabeza y mirarlo. En ese momento nos quedamos mirando y me dijo: ´Yo te amo. Yo voy a hacer una obra grande contigo´".
Como si fuera poco, según cuenta Reyes, al mirar a la derecha vio a una mujer que cargaba a un bebé.
"Yo no entendía qué pasaba, no podía decir nada, solo sentía un gozo tremendo en mi corazón", añade.
Cuando despierta de este misterioso sueño, se fue de inmediato a la celda de otro recluso que pertenece al grupo evangélico del recinto penitenciario de Santiago. Reyes buscaba alguna interpretación para esta, según él, revelación.
"Me dijo que era la gloria de Dios que se acercó a mí. El hermano me explicó que la mujer que aparece es la iglesia y que la guagüita que cargaba era yo. Me dijo que Dios me había hecho nacer de nuevo. Ahí empezó la obra de Dios en mí. Desde ese momento sentí una necesidad de buscarlo, de conocer de Él, de orar", asegura.
Fue tanta su devoción por este ser supremo que luego de algunos días sintió la necesidad de gritarle a todo el mundo su amor por Cristo.
"Tenía el corazón lleno. Por fin sentía que mi vida iba a cambiar pero necesitaba una señal. Fui a la iglesia y le pedí a Dios que se manifestara. En ese preciso momento un rayo cae sobre mí, en mi corazón y me libera de todos los males. Desde ese entonces no he consumido ninguna gota de alcohol, me alejé de las drogas y comencé una nueva vida. Expulsé al demonio", dice mientras bebe mate.
Así fue como llegó hasta la comuna de Cartagena, al ex cine ubicado en el balneario de San Sebastián, para recibir y ayudar a todas las personas que quieran dejar la vida que él mismo, alguna vez, llevó.
"Yo toqué fondo y ahora quiero ayudar a la gente que está pasando por lo mismo que yo hace varios años. Actualmente en el centro hay 30 personas que gracias a Dios han expulsado al Diablo y llevan una vida sana", explica.
Pero su trabajo no ha sido nada de fácil. Reyes recibió una serie de críticas por parte de los vecinos que colinda en Sexta Poniente 306, donde está el centro de acogida.
"Creían que era una guarida de ladrones. Pero no. Con Carabineros tenemos una estrecha relación. Cada cierto tiempo vienen y yo les entrego el detalle de todas las personas que están en este centro y si tienen algo pendiente con la justicia se tienen que ir. Acá no hay ladrones, solo personas que se quieran salvar de la droga, el alcoholismo y la delincuencia", manifiesta.
Hoy el pastor Reyes, junto a sus discípulos, ora a Dios varias veces al día. Vende pan amasado y útiles de aseo para reunir fondos y así mantener ese centro.
"Tenemos hace poco una radio comunitaria, donde nos enfocamos en el hermano que está solo, el que necesita del llamado de Dios, porque nadie está libre de alguna vez caer en desgracia", concluye con la Biblia entre sus manos.