Adiós Muhammad Ali, una leyenda del boxeo mundial
El tres veces campeón del mundo había ingresado esta semana en el hospital por problemas respiratorios y falleció la madrugada de ayer. Se va el mejor boxeador de todos los tiempos.
Marc Bassets
MMuhammad Ali, uno de los mayores deportistas del siglo XX, un hombre que se inventó varias veces a sí mismo y reflejó los traumas y conflictos de los Estados Unidos de su época, murió en un hospital en Phoenix (Arizona) a los 74 años por complicaciones respiratorias, tras ser ingresado esta semana. El boxeador llevaba 32 años batallando contra la enfermedad de Parkinson, un desorden del sistema nervioso que afecta al movimiento.
Con Ali desaparece más que uno de los tres o cuatro miembros del panteón de los deportes norteamericano, tres veces campeón mundial de los pesos pesados y campeón olímpico a los 18 años: desaparece un ícono estadounidense, una parte de la historia reciente de EE UU.
Pese a el declive de su salud, no dejó de intervenir en el debate público. En diciembre, después de que el candidato republicano a la Casa Blanca Donald Trump anunciara su plan para vetar la entrada a Estados Unidos de musulmanes, Ali dijo: "Nosotros, como musulmanes, debemos enfrentarnos a quienes quieren usar el islam para imponer su agenda personal".
Mohammad Ali no solo fue un mito del boxeo: fue un elemento más de la cultura popular de esta época. Durante sus 74 años de vida demostró tener fortaleza en el ring, y también fuera de la pelea, como referente ideológico, y no solo para la población afroamericana
Ali, nacido con el nombre de Cassius Clay en Louisville (Kentucky) en 1942, fue un negro golpeado por las humillaciones de la segregación que proclamó su identidad con orgullo. Un deportista locuaz que exhibía su ego sin modestia: "¡Soy el mejor! ¡Soy el mejor! Soy el rey del mundo", dijo cuando ganó el campeonato mundial contra Sonny Liston.
Su oposición a la guerra del Vietnam no fue sólo retórica: rechazó el reclutamiento obligatorio, fue sentenciado a cinco años de prisión y perdió el derecho a boxear.
En 1971 pudo regresar al cuadrilátero, donde participó y venció en dos combates legendarios: el Rugido de la selva en Zaire (actual Congo), en 1974 contra George Foreman; y, al año siguiente, en Manila (el combate conocido como Thrilla in Manila), contra Joe Frazier.
A principios de los ochenta se retiró y poco después los médicos le diagnosticaron el Parkinson. Inició una etapa dedicada a las causas humanitarias.
Cuando iniciaba su carrera política, en su oficina electoral de Chicago, Barack Obama tenía una fotografía de Muhammad Ali en un combate con Sonny Liston. No era casualidad. "Muhammad Ali representaba algo más que boxeo. Tenía un sentido político, el sentido de un orgullo afroamericano que se afirma a sí mismo", dijo.
Como Obama, que creció en una familia blanca y asumió su identidad negra de adulto, Ali también buscó y encontró su identidad. "Cassius Clay no quería ser Cassius Clay. No quería ser un luchador obediente y tradicional de la era de la segregación", dijo Remnick. "Quería ser algo distinto. Eligió la Nación del Islam, eligió otro nombre, eligió unas ideas políticas que, para ser justos, él sólo entendía ligeramente".
Ali, como Obama, fue una figura esencialmente americana: un ícono negro en un país todavía enfermo de racismo, un hombre que creó su identidad, un hombre libre.