El interno que encontró en el amor el camino hacia la libertad
Cristóbal Hinojosa contrajo ayer matrimonio con Geraldine Castro, su polola desde hace más de dos años, en la sala multiuso de la Cárcel de San Antonio.
Cristóbal Salomón Hinojosa Hinojosa sonríe nervioso. Frente a sus ojos está la mujer que en cosa de minutos se convertirá en su señora. La novia Geraldine Alejandra Castro Araya también está nerviosa, pero la compañía de su madre Ester la contiene.
Tras dos años y cuatro meses de pololeo, la pareja quiso consolidar la relación y decidieron juntar sus vidas y sus caminos mediante el Acuerdo de Unión Civil.
Tuvieron apenas un mes para realizar los preparativos y confirmar a los invitados que tendrían que ser solamente diez, sin excepción. Cinco de parte de Cristóbal y otros cinco por parte de Geraldine.
Entre todos ayudaron a realizar el cóctel. Una bandeja de sushi, canapés, snacks, quesos y jamones cortados en cuadritos. Acompañados de una tartaleta de durazno y una torta de novios que antes de la ceremonia ya estaba partida producto de la revisión que sufrió previo a su ingreso a la sala multiuso donde se llevaría a cabo la celebración entre Cristóbal y Geraldine.
Esta misma sala multiuso amaneció ayer adornada con guirnaldas blancas y lilas. De un lado, una mesa con un mantel blanco y dos arreglos florales esperaba por la jueza del Registro Civil. En una esquina, otra mesa hacía de soporte para el equipo de música que a bajo volumen entregaba el sonido del reggaetón.
Cristóbal, a sus 33 años, está elegantemente vestido. Camisa azul con cuello negro, corbata también negra, pantalones de tela plomo y unos zapatos negros que brillan luego de haber sido recién lustrados. Además, luce un corte de pelo moderno, con un degradado que debe tener pocas horas desde que se lo realizó con una máquina especial para este tipo de peinados.
Ceremonia
La cita era a las 9.45 horas. A las 9.30 Geraldine llegó a calle La Marina, dirección donde se realizará el festejo, junto a los invitados, los que finalmente fueron ocho, y no diez como era el máximo permitido. Entre ellos estaban las madres de ambos novios, así como los familiares directos. Todos tuvieron que dejar el carnet de identidad en portería para llegar a la sala multiuso que esperaba lista para la ceremonia.
La joven también lucía impecable. Su cabello largo estaba arreglado con un peinado especial y el maquillaje la hacía ver radiante, transmitiendo la alegría que tenía por el importante paso que estaba dando junto a su pololo.
Sin embargo, toda esa alegría se transformó por más de una hora en espera. Los nervios y la ansiedad esta vez pasaron la cuenta y nadie se percató que las libretas de matrimonio no habían sido adquiridas. Tuvo que ser la misma Geraldine la que rápidamente se trasladó al Registro de Civil de San Antonio para cumplir con este trámite que era fundamental para llevar a cabo la Unión Civil.
"Un chascarro de último minuto no podía faltar", comentaba de forma risueña Cristóbal, quien justamente tuvo que sacar su carnet de identidad hace pocas semanas, ya que no poseía, y así era imposible que pudiera contraer un vínculo oficial con Geraldine.
En busca del amor
Este fue solo uno de los requisitos que debió cumplir para que fuera aprobada la realización de esta importante ceremonia. Con cinco años como interno de la cárcel de San Antonio, contraer nupcias para Cristóbal no fue algo que pensó de la noche a la mañana.
Debió presentar ante el asistente social del recinto penitenciario sanantonino, Jorge Retamal Riquelme, papeles de buena conducta. También, hacer valer sus buenas notas en la escuela que tienen los internos para terminar la enseñanza media. Cristóbal este año sacará tercer y cuarto medio y en noviembre rendirá la PSU.
"A través de una carta formal, solicitaron la posibilidad de contraer matrimonio, y comenzamos a realizar los trámites pertinentes. Por ejemplo, Cristóbal no tenía carnet de identidad y lo sacó en el programa 'Plaza Justicia', donde el Registro Civil instala una oficina móvil en el patio y los internos pueden realizar el trámite que sea necesario", explica el asistente social Jorge Retamal.
El profesional agrega que "el promedio de matrimonios que realizamos acá es de uno por mes. Se realiza una nómina previa de los invitados y testigos, además de las cosas que se van a usar para el brindis y el cóctel. Las ceremonias se realizan en la sala multiuso de la unidad penal y por una cosa de espacio se puede invitar a un máximo de diez personas. Esta vez todo resultó bastante expedito, y en un mes ya estaba todo listo para que se realizara el matrimonio".
Y pese a que Cristóbal está ubicado en los patios 7 y 8, los que son denominados como "conflictivos", en sus cinco años como recluso nunca ha tenido una mala conducta. Es más, actualmente trabaja como monitor y asegura que prefiere "mantenerse alejado de los conflictos".
"Es que es uno el que decide si sigue haciendo problemas acá adentro o prefiere mantenerse tranquilo. Me quedan cinco años privado de libertad, y estoy optando a un beneficio porque con el matrimonio la vida cambia y serán otras las prioridades", reconoce.
Por eso, apenas pueda recuperar su libertad, junto a Geraldine quieren vivir en el sector de El Totoral. La familia de su futura señora es de aquel sector, así que allá se quieren instalar, por lo que en un futuro cercano, las calles y los pasajes de Bellavista serán parte del pasado para el sanantonino de 33 años.
Sí, acepto
Tras más de una hora de espera, las libretas de matrimonio llegaron a la sala multiuso de la Cárcel de San Antonio. Junto a estos documentos, también arribó la oficial civil Isabel Gutiérrez, quien sería la encargada de dirigir la Unión Civil.
Y tras escuchar atentamente las palabras de la oficial del Registro Civil, ambos respondieron "sí, acepto", cuando les consultaron si querían estar juntos para toda la vida.
Fue el momento más emocionante de la jornada. Tanto la madre de Geraldine, Ester Araya, como la de Cristóbal, Rosa Hinojosa Vásquez, soltaron lágrimas. Muriel Brockman y Sergio Hinojosa, los testigos, también sonreían felices, al igual que los demás invitados.
Luego, se dio paso al brindis, esta vez con bebida y jugo, por disposición del reglamento interno. Así también se disfrutaron los sushis, los canapés, los snacks, el queso y el jamón picado en cuadritos.
Y pese a que ya estaba cortada justo en el medio luego de ser revisada en la portería del recinto penitenciario, el nuevo matrimonio no dejó de hacer el ritual y juntos partieron el primer trozo de la torta de novios.
Con la guatita llena y el corazón contento, Cristóbal Hinojosa y Geraldine Castro, en su nueva condición de marido y mujer, querían tener su espacio de intimidad.
Y aunque apenas fue por tres horas, igual se las arreglaron para poder disfrutar de su improvisada luna de miel en el venusterio acondicionado especialmente para un momento tan importante para ellos como este ocurrido un 31 de agosto en la Cárcel de San Antonio.