"Puqui", la escritora sanantonina que enseña que "siempre hay un mañana"
Mónica Martin, vecina de Llolleo alto, lleva muchos años escribiendo en la intimidad de su hogar. También es presidenta de una agrupación que reúne a una veintena de mujeres con distintas enfermedades mentales.
Mónica Martin no se considera una escritora. Cree que "esa palabra es muy grande" y que ella, en cambio, solo se dedica a crear versos con los hechos que la conmueven. Independiente de las denominaciones, lo que ha hecho por más de quince años es precisamente eso: escribir… y no poco.
Desde el 2001 en adelante ha acumulado una gran cantidad de poemas. Aunque está felizmente casada desde 1981, su tema recurrente es el amor imposible. "Siempre me pongo trágica", admite.
"Un gran dolor tengo en mi corazón. No puedo sacarte de adentro y sufro por tu amor.
Mis ojos se inundan dentro de un mar de llantos, mi garganta se ha secado de llamarte tanto y tanto.
Como una espinita has clavado mi corazón. Has formado parte de mi vivir y mi razón.
Un día no muy lejano, la espina sacaré, pero a ti y a tu mirada nunca la olvidaré". (Amor Sufrido).
Los poemas
El drama de algunas de sus creaciones contrasta diametralmente con su personalidad. Cuando nos recibe en su casa, en calle Socoroma, en el sector de la Viuda 10, están sonando las cumbias y rancheras. "Tira la talla" apenas sobrepasamos el marco de la puerta.
Siempre está sonriente. Pocas veces deja de mirar a los ojos o cambia de aspecto.
"Me dedico a esto desde siempre en realidad, pero desde poquito antes del 2001 me puse seria con la escritura", revela esta madre de dos hijos.
"Anotaba algunas cosas en hojas sueltas, las guardaba y después las botaba", agrega.
Ahora, le pasa un fenómeno más o menos similar, pero, a diferencia de antes, conserva su material. Escucha algo en la radio, tiene un pensamiento repentino y nace una idea. "Estoy, por ejemplo, haciendo el almuerzo y me viene una idea, la anoto en una servilleta, en cualquier cosa que tenga a mano", detalla.
Casi nada se escapa de sus textos. El accidente aéreo que le costó la vida al animador Felipe Camiroaga y la tragedia en que se perdieron cuatro pescadores sanantoninos en el mar son parte de sus relatos.
"En busca de un sustento se hicieron a la mar, una ola ingrata no los dejó regresar.
Cuatro hombres de mar a sus familias dejaron, sumidas en la angustia ni los cuerpos encontraron.
El mar es traicionero cuando se abusa de sus riquezas, nos quita nuestros amores ocasionando la tristeza...". (Homenaje a los pescadores).
Los libros
"Ojalá algún día salgan en un libro. Me han ofrecido hacer uno, pero no me siento preparada aún, tal vez más adelante, porque uno igual quiere dar a conocer lo que hace", añade.
Las letras no son lo único que llena su vida. También están sus dos hijos, los nietos, su marido José y "Siempre hay un mañana", un grupo de ayuda social prácticamente único en San Antonio.
Se dedican a dar consuelo y alegría a quienes sufren distintas enfermedades mentales como la depresión.
"Entré ahí después que se murió mi mamá. En aquel entonces iba y venía de la sicóloga, y me mandó para allá, me gustó, me quedé y aún sigo donde mismo", dice.
Entró en octubre del 2001, según recuerda Puqui (su apodo y seudónimo artístico), y en diciembre de ese mismo año ya era la tesorera de la agrupación.
Siempre hay un mañana
"Estábamos en una cena de fin de año y se nos ocurrió dar un paso y tener la personalidad jurídica. Éramos poquitas y ahora somos más de veinte personas, y hay que gente que quiere entrar, pero ya no podemos porque no tenemos una sede donde estar", explica.
-¿Cómo funciona la agrupación?
-Nosotras nos reunimos todos los jueves en una sede que arrendamos. Ese día, ese momento, es para nosotras, para olvidarnos de los problemas de las casas, de los dramas, de todo. Lo pasamos súper bien, somos desordenadas.
"Siempre hay un mañana" sirve también para dar apoyo a quienes están sumidos en la pena. "Hay mujeres que son víctima de violencia intrafamiliar, que han perdido a un hijo o al marido o a los papás", detalla.
"Antes nos llegaba la gente por el consultorio, de la misma forma que llegué yo, pero ahora somos tantas que no podemos. Además, somos independientes, no andamos metiendo bulla, no tenemos nada que ver con otras instituciones como la municipalidad", complementa.
-¿Es una especie de vía de escape para la gente que está, en muchos casos, con depresión?
-Claro, conversamos mucho y eso sirve para darse cuenta de que los problemas de uno no son tan grandes como los que tienen otras personas.
"Un ángel ha caído a nuestros corazones, para sentir nuestras emociones.
Siempre hay un mañana. El ángel nos decía y al abrir los ojos el amanecer se veía.
La luna y las estrellas, en el cielo siempre están, y el ángel que ha caído de tu lado no se irá.
No te acongojes por lo que pueda pasar, porque tu ángel siempre va a estar.
No temas al futuro y escucha las campanas, porque para ti, siempre habrá un mañana". (Siempre hay un mañana).
-¿De dónde viene el seudónimo "Puqui"?
-Eso tiene mucha historia. Era una forma que tenía mi mamá para llamarme, porque no podía decirme Moniquita.
Al final de la conversación, "Puqui" sigue con la misma alegría de siempre. Pide que publiquemos algunos de sus poemas, los que conserva en carpetas y cuadernos al interior de una bolsa violeta como si fueran un tesoro. "No les ponga ni de menos ni de más", dice bromeando otra vez. Nos despedimos, como pocas veces, desafiando a la entrevistada. Tiene que postular en los concursos literarios y, por supuesto, ganar.