Eliana Rojas Silva, la mujer que nunca abandonó su rol de profesora y dirigenta
Tras 40 años de docencia, hoy esta sanantonina es una de las encargadas de colaborar en la formación de los nuevos directores de escuelas y liceos de la zona.
Eliana Rojas Silva nació en San Antonio el 21 de enero de 1953. Su abuela Manuela Cereño, su madre Marta Silva y su tía Eliana Silva eran profesoras, por lo que a nadie le extrañó mucho cuando ella anunció que quería hacer clases y dedicarse a la docencia.
Ciudadana orgullosa de sus raíces, Eliana Rojas se dedicó por 20 años a la docencia. Creció junto a sus cinco hermanos bajo el cuidado de su madre Marta Silva y su padre Juan Rojas, un recordado obrero y jugador del club deportivo San Antonio Atlético.
"Mi abuela era profesora y fue directora de la escuela de Lo Zárate, donde mi hermano Juan también es director", cuenta.
De una tradición izquierdista heredada por su madre, Eliana ingresó a las Juventudes Socialistas cuando era una quinceañera; también fue parte del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). "Los jóvenes de esa época éramos muy politizados, muy distinto a lo que pasa hoy con la juventud. Teníamos un pensamiento formado y otro grado de madurez, nos hacían clases de educación cívica y eso servía mucho", resalta.
Fue alumna de la Escuela España (ex N° 5), en el Grupo Escolar de Barrancas y en el Liceo Juan Dante Parraguez, desde donde egresó de cuarto medio en el año 1972.
La historia de ella y la docencia nace cuando, en 1973, se fue a Santiago a estudiar a la Escuela Normalista Abelardo Núñez, donde estuvo sólo un año hasta que ocurrió el golpe militar y la dictadura cerró dicha institución. "Después no volví a matricularme porque tenía miedo de que me detuvieran", afirma.
Su mirada persistente, de color azul celeste, fue la misma que, en la década de los años 70, se fijó en Patricio Saavedra, a quien había conocido en las lides de la política. Con él se casó en 1976 y tuvieron tres hijas: Carolina, Patricia y Camila, todas quienes eligieron la pedagogía como profesión. Y aunque están separados desde hace 26 años, ambos mantienen una relación cordial, basada en el respeto y cimentada en el cariño que tienen por sus hijas.
La primera vez que hizo clases, sin tener el título de profesora, fue en el colegio Fernández León; ya corría el año 1974. Sin embargo, este paso por la docencia duró muy poco.
En 1975 hizo un curso de arsenalera médica y trabajó en el hospital Claudio Vicuña de San Antonio, donde, según ella, no lo pasó muy bien porque había persecución laboral y un pésimo ambiente de trabajo. "Era muy fome trabajar ahí porque no podíamos estar tranquilos. Así que le dije a mi mamá que no quería ir más al hospital y que me ayudara a conseguir un trabajo como profesora", rememora.
Un año más tarde, en 1976, volvió a las aulas. Esta vez lo hizo en el Grupo Escolar de Barrancas, en la escuela España y finalmente en la ex escuela N° 24, que quedaba ubicada en la población Juan Aspeé y que hoy es conocida como escuela San José de Calasanz.
Retomó así el camino que había dejado de lado pero que nunca abandonó del todo. Su vocación de profesora prevaleció. Por esos años también se sumaría al Partido Comunista "porque sentía que había que hacer algo para defenderse".
En la población Juan Aspeé, Eliana Rojas ayudó a que los niños de la escuela pudieran sobrellevar las consecuencias sicológicas que dejaban en ellos los allanamientos perpetrados por los militares a las casas de familias de aquel sector cuando había protestas en San Antonio.
"A esos niños yo les decía que después iban a vivir como jóvenes en otra época, que por lo mismo tenían que estudiar y abrirse oportunidades; tener la conciencia de que podría salir adelante", agrega.
A principios de los años 80 pudo tener su título profesional de profesora tras terminar los años de estudio que, en esa época, cumplió en una sede temporal de la Universidad de Tarapacá. "Los estudiantes enfrentábamos el aprendizaje con responsabilidad y compromiso", dice.
En 2007 se trasladó a la escuela Pedro Viveros Ormeño, de Tejas Verdes, hasta el año 2016 que jubiló siendo la directora de dicho establecimiento.
"Tengo muchos recuerdos bonitos de cursos que llevé desde niños hasta grande. Fueron buenas generaciones de buenos jóvenes con algunos de los cuales aún tengo contacto", sostiene.
A su juicio, quien marcó su perfil profesional fue su colega Elsa Carrasco, que desempañaba como directora de la escuela San José de Calasanz. "Ella era una persona que siempre veía la educación como un tema de superación de la pobreza, y creía que a todos los niños había que ayudarlos a salir adelante, sobre todo a los niños con necesidades educativas especiales; Elsa Carrasco me marcó profesionalmente, pese a todas las diferencias que tuvimos", confirma.
Dirigenta
En el Colegio de Profesores de San Antonio, Eliana Rojas ocupó todos los cargos, incluso se transformó en presidenta provincial en dos oportunidades.
Ella fue la primera mujer en transformarse presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) San Antonio. "Eso pasó en el primer gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010)", asegura al destacar que junto a otros de sus compañeros de izquierda tenían la convicción de que siempre había que hacer algo para "luchar por la dignidad de los trabajadores, que hasta hoy se pisotea".
Tras el regreso de la democracia, Eliana Rojas terminó su relación con el Partido Comunista, cuyos líderes no vieron con buenos ojos que ella se transformara en una de las integrantes del movimiento conocido como "Fuerza Social", cuyos postulados eran, esencialmente, generar acciones políticas alejadas de las órdenes partidistas. "El Partido Comunista, en un pleno, nos dijo que no podíamos pertenecer al partido y a la vez a ese movimiento. Yo digo que nos echaron pero otros dicen que nosotros nos fuimos", detalla.
El dolor que sintió por salir del Partido Comunista no le impidió ingresar a las filas del Partido Socialista, donde hoy se mantiene como activa militante. "Aún siento admiración y quiero al Partido Comunista", reconoce.
Mentora
Aunque recién en 2016 jubiló como profesora, en abril de 2017 asumió una tarea que jamás imaginó que le correspondería ejecutar. Ella es parte de los ocho docentes de la Región de Valparaíso que se dedican a ser mentores de los que serán los nuevos directores de escuelas públicas. Se trata de un proyecto del gobierno que es ejecutado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
"Es un plan de inducción a los directores nuevos que ganaron el concurso de la Alta Dirección Pública, esto es parte del programa educacional de Michelle Bachelet. Yo visito a esos directores en sus escuelas y veo el plan de desarrollo profesional que tienen y la idea es potenciar sus habilidades, analizamos sus necesidades y de resolver los problemas que pueda haber", declara.
Eliana considera que su empeño estuvo siempre en lograr que las escuelas fueran inclusivas, lo que, a su juicio, se concretó con éxito en la escuela Pedro Viveros Ormeño. "Somos una sociedad tan segregadora, discriminadora y clasista, que cuesta que la gente acepte el tema de la inclusión. Ese fue uno de mis logros en la escuela Pedro Viveros Ormeño, donde con mi equipo de profesores pudimos lograr una escuela inclusiva y fuimos el segundo establecimiento de la Quinta Región que tuvo un curso de educación especial dentro de la educación común; eso fue un aprendizaje tremendo para toda la comunidad escolar. Gracias al trabajo en equipo salimos adelante e incluso logramos tener Excelencia Académica", señala.
La vida
Así es como la vida de Eliana Rojas sigue ligada a la docencia, pues esta mujer no abandonará nunca su amor por la carrera que ella, su madre, su abuela, su tía y sus hijas llevan en el ADN.
Hoy, en su departamento de la villa Estoril, en San Antonio, vive junto a su hija Camila y al hijo de esta, Tomás, un niño de 8 años que ella regalonea a diario así como lo hace con los demás nietos que tiene.
Y aunque no volvió a tener una pareja para toda la vida y que intentó hacerlo más de alguna vez, Eliana Rojas se siente feliz y conforme en la soledad sentimental que hoy eligió. "Es complicado ser mi compañero, por mi vida sindical, eso es complejo", confiesa la mujer que hoy mantiene intacta la convicción que la movía cuando era una quinceañera en busca de metas humanas y políticas.