Los dueños de amasandería que dieron un verdadero ejemplo de superación
Manuel González y su mujer Lily Vásquez llegaron hace 16 años a San Antonio para instalar su negocio, el cual hoy es uno de los preferidos por los vecinos de Villa Miramar debido a la calidad de sus productos y al cariño que sus propietarios le ponen a cada una de sus preparaciones.
Manuel González trabajó 15 años en una corredora de propiedades en Santiago. Tras el cierre de la oficina, este padre de familia tuvo que ingeniárselas para buscar una nueva alternativa de trabajo, pero debido a su edad encontrar un nuevo empleo en la capital fue casi imposible.
"Mi señora se puso a trabajar, pero yo estuve seis meses sin pega. Un día estaba pensando qué podía hacer. Decidí vender la casa y empezar un negocio. Le dije a mi mujer que arrendaríamos por un año y veríamos qué pasaba".
Por cosas del destino, este comerciante se reencontró con un primo lejano quien era un experimentado pastelero. Este le ofreció la posibilidad de enseñarle todo sobre el oficio y de echarle una manito en la apertura de una amasandería. Fue así como sin pensarlo dos veces aceptó la propuesta a pesar de no tener el más mínimo conociendo en la elaboración de pan ni mucho menos de pasteles.
"A puras patadas en el trasero aprendí (ríe) porque mi primo era bruto pero capo en su trabajo. Después mi señora también aprendió sobre pastelería y fue así como abrimos la amasandería en Santiago donde estuvimos dos años", cuenta.
Este vecino reconoce que aprender todo sobre este nuevo mundo no fue un tema fácil para él y que en ese aprendizaje se ganó varios retos, pero a pesar de eso, se fue encantando y hoy mira con orgullo todo lo que ha construido. "Para mí no fue fácil en comparación con mi señora que aprendió de inmediato y ahora lo que le pidan lo hace, al igual que mi hija, pero sabíamos que tampoco era algo imposible, así que le dimos nomás".
Delincuencia
Un día mientras Manuel permanecía en su local ubicado en Vicuña Mackenna se percató que unos individuos sospechosos tenían claras intenciones de asaltarlo, pero gracias al oportuno ingreso de unos clientes, los delincuentes no lograron robarle. El miedo fue tan grande que decidió reaccionar de inmediato.
"En ese momento le dije a mi señora 'nos vamos´ porque yo sabía que tarde o temprano nos iban a asaltar porque el lugar era peligroso. Yo no quería que le pasara algo a mi familia. No los iba a exponer por nada en el mundo, así que decidimos dejar Santiago", relata.
Su cuñado tenía una casa en San Antonio. Y cuando se enteró de los planes que tenía Manuel, le ofreció el inmueble para que se instalara con su amasandería en la comuna, específicamente en Villa Miramar, parte de alta de Barrancas.
"Me acuerdo que vinimos a ver cómo era el lugar y un día equis nos instalamos en San Antonio con la amasandería 'Pan Rico'. Le hicimos varios arreglos a la casa hasta que finalmente comenzamos a funcionar y desde ese día ya han pasado 16 años", rememora.
El comerciante contó que fue tan bueno el recibimiento que tuvo de parte de sus vecinos que de a poco fueron haciéndose de la clientela que hasta el día de los prefiere.
Con mucho orgullo recuerda el primer día en que abrió su amasandería ubicada en calle Salvador Allende 1172 y lo bueno que fue el recibimiento.
"No me acuerdo del día exacto, pero sí de la hora. Eran las 5 de la tarde cuando nosotros abrimos por primera vez. Hicimos un pequeño cóctel donde las invitadas fueron las amigas de mi suegra. Trajimos a un curita y al final del día habíamos vendido 60 mil pesos, lo que para mí era fabuloso porque jamás pensé que iba a ser tanto", confiesa este hincha acérrimo de la Universidad de Chile.
Negocio familiar
Como el negocio fue creciendo rápidamente, el matrimonio González Vásquez contrató a una joven para que los ayudara, pero un día esta dejó el trabajo, por lo que tuvieron que arreglárselas para seguir adelante con el local.
Fernanda, hija de Manuel y Lily, trabajaba como técnico en enfermería en el consultorio de El Quisco, pero el ver a sus padres tan atareados con el local, la llevó a tomar la determinación de dejar su empleo y unirse al negocio familiar.
"Un día se acercó y nos dijo que no podíamos seguir solos en esto así que me dijo que ella nos ayudaría. Al final dejó su trabajo en el consultorio y se vino conmigo. Ahora, en pastelería, ella hace de todo y mi yerno también se unió a este negocio. Ahora estamos todos juntos en el local", dice orgulloso.
Felipe, el hijo de Manuel, estudió la carrera de Redes Computacionales, pero después de un tiempo decidió dejar su profesión de lado para sumarse a la amasandería de su padre.
"Hace unos años me dijo que le ofrecían muy poco dinero en un trabajo y que no le alcanzaba. Tampoco quería irse de San Antonio, por lo que decidió abrir su propia amasandería en La Viuda. El aprendió todo conmigo, así que ya lleva un año con su local. Su señora es profesora y ella también dejó su trabajo y ahora ambos tienen su negocio y están muy contentos", explica.
Para Manuel estos 16 años han sido muy provechosos, sobre todo porque a punta de esfuerzo logró sacar adelante a su familia y a su amasandería.
"A mí siempre me gustó San Antonio, por eso dejar la capital para venirse para acá fue la mejor decisión que pudimos tomar porque como familia hemos logrado muchas cosas, mucho más de lo que hubiéramos conseguido en Santiago. Mis hijos aprendieron este oficio y hoy ellos son quienes seguirán adelante con todo esto porque al final lo que hemos construido con mi mujer será para ellos", reflexiona.
Terremoto
El terremoto de febrero de 2010 estuvo a punto de echar por tierras todos los sueños de este comerciante. Debido al violento sismo, la amasandería sufrió daños de bastante consideración, por lo que Manuel tuvo que bajar las cortinas por al menos cuatro meses.
"El terremoto casi me mata porque el horno se corrió unos tres metros y se soltaron los tubos. Me tuve que encalillar y al final tuve que vender una propiedad que tenía en El Quisco y eso me dolió mucho. Hasta ahora me duele recordarlo. Esos cuatro meses fueron bien duros para nosotros porque tuvimos que cerrar para poder arreglar el horno que sufrió daños. Fue difícil, pero al final logramos salir adelante", sostiene.
Para nadie es un misterio que administrar un negocio no es una tarea sencilla y que muchas veces resulta agotador y esclavizante, pero a pesar de eso los González Vásquez han logrado disfrutar su vida. "Son las 7 de la tarde y nosotros ya estamos pensando en qué haremos para mañana. Es cierto que este negocio ha sido como un hijo para todos nosotros, pero también hay que reconocer que a veces terminamos muy cansados, como fue el Día de la Madre donde vendimos 127 tortas y unos 150 kilos de pan".
"Nosotros siempre hemos sido muy exigentes con los productos que elaboramos y creo que eso ha sido valorizado por nuestros clientes porque eso quiere decir que estamos trabajando bien. Cuando estoy en el banco o en otro lado la gente me reconoce y me dice 'oiga qué ricas sus tortas'", agrega.
Manuel se toma la vida con calma, sobre todo porque con mucha satisfacción mira todos los logros que ha conseguido con su familia.
"Los días sábado nosotros no abrimos. Ese día lo dedicamos para hacer nuestras cosas, como salir con nuestros nietos porque ellos son lo más importante (ríe). Ahora ya podemos salir con mi señora ya que sabemos que mi hija conoce todo sobre la amasandería que hoy nos llena de orgullo", finaliza.