Alejandro Quezada: el artista con alma de zorro que ha regalado más de mil perros
Este trabajador conocido por su labor en el Museo de San Antonio y en el centro de rescate, llegó a tener a su cuidado 49 canes. Si bien los adopta momentáneamente para su cuidado, su propósito es encontrarles un hogar definitivo.
Está de cumpleaños en agosto, mes de los gatos. Su perfil en la red social más usada del mundo es Alma de Zorro y una vez que celebre la nueva vuelta al sol esta pasará a ser Viejo Zorro. Esas son potentes señales que nos permiten ir conociendo el perfil humano de Alejandro Julio Quezada Baeza (61), un santiaguino patiperro que en el 2001 atracó en San Antonio y decidió quedarse hasta nuevo aviso.
A Alejandro se le conoce por su labor de más de una década de trabajo en el Museo de Historia Natural y Ciencias Naturales de San Antonio, hoy Musa, y en el Centro de Rescate de Fauna Silvestre. También sin saberlo, quienes han visitado y recorrido el monumental centro arqueológico local conocieron su trabajo artístico en las vitrinas y murales de ballena azul, tortugas y similares, en la sala del mar del recinto.
Pero Alejandro Quezada también es reconocido en San Antonio por su faceta pro animal y el permanente cuidado que ha destinado a perros enfermos o maltratados, que se han cruzado en su camino todos estos años en la ciudad puerto.
"He llegado a tener 49 perros viviendo en mi casa, he tenido muchos problemas por cuidar a tantos animales, pero lo hago porque no tengo el corazón para dejar abandonado a un animalito maltratado que necesita comida y un lugar donde vivir. Debo tener un tornillo suelto, como a todos los que nos preocupamos de esta manera los animales", sostuvo Alejandro, quien fue fundador de la agrupación Justicia Animal y hoy pertenece a Canidae.
Se declara pro animal por sobre el término animalista y nos explica el por qué. "Defiendo a los animales, pero yo como carne roja cuando me invitan a comer o me la regalan, y pescado que fueron en su momento animales. Esa es la gran diferencia. Además, los animalistas son demasiados extremos en sus pensamientos y posturas, las cuales no comparto en su mayoría", confirmó.
Reconoce que para tener a su cuidado a tantos animales, tuvo que salir a cantar arriba de las micros para comprar comida, ya que "mi sueldo lo gastaba en los perros. Con todo lo que he invertido estos años ya tendría mi casa y un taller donde realizar los carritos para los perros inválidos".
Este santiaguino de nacimiento, pero porteño por opción, reconoce que para vivir rodeado de tantos animales estableció límites claros, como no permitir que estos duerman al interior de su hogar, y que la adopción que realiza es momentánea hasta que logra conseguirles un hogar definitivo. "No los dejo dormir en la casa y no les doy nombres, porque una vez que les das nombres ya son tuyos, pero cuando pasan los años y no se los llevan, termino por quedármelos. Comencé entregando en adopción los perros que dejaban fuera de la protectora que había en Llolleo, llegaba a entregar 6 por semana. Creo que en todos estos años he regalado más de mil perros".
Tránsito al cuidado animal
Como se crió en el Santiago de la segunda mitad del siglo pasado, Alejandro convivió de cerca con la crianza de animales para consumo familiar. Sus abuelos, Raúl y Susana -quienes lo criaron por el trabajo de sus padres obrero de la construcción y dueña de casa- tenían en su hogar de Ñuñoa patos, pollos y gallinas que consumían cuando llegaba el momento. "Yo comencé a criar palomas, les construía retablos, pero un día desaparecieron muchas. Cuando me contaron que lo que me había comido era una de mis palomas lloraba de pena. Así, se vivía en esa época y nadie reclamaba", contó sobre sus inicios en el cuidado y protección animal.
Cuando cumplió la mayoría de edad dejó su casa para emprender un nuevo rumbo en Valparaíso y Viña del Mar. En esas ciudades trabajó en todo: "vendí hasta aritos artesanales en un paño en la vereda", sostuvo. Su año de estudio en la Escuela de Bellas Artes de Valparaíso le abrió la cabeza y pudo explotar la faceta artística que tanto deseaba. "Eran los años de la dictadura, tocaba en peñas clandestinas, pintaba los lienzos y uno que otro muro con alguna leyenda. Nunca me vinculé a un partido político, pero fue el tiempo donde exploté mi faceta artística", contó.
Esos conocimientos lo llevaron de regreso a la capital donde trabajó hasta el 2001 en un transnacional que exportaba artesanía a Estados Unidos, "hacía bastones con forma de serpientes en distintos tamaños. En esa empresa (Arte Indígena) trabajaba a trato, pero con la caída de las Torres Gemelas el envío de productos se redujo y decidí cambiar el rumbo. Así fue como llegué a San Antonio", en ese periplo lo acompañó fielmente su perrita "Sombra", por su oscuro pelaje, hasta su fallecimiento.
Alma de Zorro
Si hubo un animal que le robó el corazón a Alejandro fue la zorrita "Lunita", la cual llegó malherida al centro de rescate tras ser atropellada, pero tras un diagnóstico adverso, decidió llevársela a su hogar y estuvo con él durante cuatro años, conviviendo con los otros perros en un mismo ambiente.
"Con ella me encariñé, cuidé y empecé con la construcción de carros para perros inválidos. Nos ayudó Freddy Herrera, quien es veterinario en Valparaíso y su hermano tiene una metalurgia. Ese caso salió en la prensa nacional y en el programa La Ley de La Selva", confesó Quezada sobre el propósito que hoy persigue con la agrupación pro animales Canidea.
"La agrupación tiene varios años y trabajamos con profesionales conocidos en la provincia. La finalidad que persigue hoy es conseguir los recursos, sea mediante proyectos o programas para la construcción y entrega de carros para perros inválidos que les ayuden en su desplazamiento y que cuando ya no los utilicen sean regresados a la organización para seguir apoyando a más canes", dijo.
Asimismo, Quezada agregó que "queremos generar conciencia ciudadana sobre el cuidado animal, la tenencia responsable y sobre la opción que los dueños esterilicen a sus mascotas para evitar más animales callejeros. Los caniles no son la solución, pero sí las esterilizaciones masivas. Tenemos que cambiar la mentalidad y hacernos responsables. La esterilización es muy importante".
Una década en el museo.
Alejandro se mueve con propiedad en el nuevo recinto del museo, sus once años vinculado al proyecto son un tesoro que atesora con cariño. "El museo me dio la posibilidad de desarrollar mi faceta artística. Partí pintando los nombres de los árboles en el bioparque y después seguí con las pinturas. Ahora último tuve la oportunidad de pintar los murales de la Sala del Mar. Llevé las pinturas a exhibirlas en el Congreso Nacional, ahora no tengo tanto tiempo para pintar, pero en cualquier momento lo retomo. Mis fuerzas están enfocadas en conseguir los recursos para los carritos ortopédicos para los perros inválidos", concluyó este amante de los animales con alma de zorro.