Rosita Pelé, la mujer que abrió el camino para el fútbol femenino
El entrenador sanantonino y bicampeón con la "U", César Vaccia, reconoce que esta deportista fue una adelantada para su época. Ella confiesa que le hubiese gustado jugar en Brasil, desde donde la vinieron a buscar.
Rosa Torres Ortega (74) hoy estaciona autos en la caleta de Pescadores de San Antonio siempre recordando aquellos momentos que la llevaron a ser una de las futbolistas más conocida de todo Chile. La "Muñeca Pelé", como la apodaron, brillaba por su rapidez, su habilidad con el balón y su capacidad goleadora, atributos que le permitieron partir de gira por todo Chile y hasta incluso ser pretendida por un equipo brasileño.
Sus condiciones innatas para el balompié relucieron desde siempre, sin embargo, la falta de educación, asesoría y profesionalismo del emergente fútbol femenino la tienen recibiendo propina y una escuálida pensión en su natal comuna de San Antonio.
"Mis padres eran muy humildes. No terminaron cuarto medio. Soy de familia de pescadores y cuando tuve la oportunidad de irme a Brasil no la aceptamos. Me vinieron a buscar acá mismo, mis papás se negaron. Incluso nos ofrecieron irnos todos, asegurándole trabajo a mis padres y hermanos. Pero no. Nos faltó educación y alguien que nos dijera qué hacer", confiesa Rosa Torres, en su casa de calle José Brito, en la caleta.
En su lúgubre hogar esta mujer rememora sus historias llenas de gloria. Esas que se comenzaron a escribir cuando apenas tenía 11 años, en las polvorientas canchas de Cerro Alegre.
"Yo tenía ocho meses de vida cuando mis papás recibieron esta casa. Yo me crié acá, entremedio de hombres pescadores. Yo 'pichangueaba' con ellos, había mucho respeto, porque todos éramos amigos. Me trataban como uno más", recuerda.
A mediados de la década del '50, "Rosita Pele", como actualmente es más conocida, daba sus primeros pasos en el fútbol jugando con sus amigos en las playas de San Antonio, arriba de los botes o en cualquier espacio en el que se pudiera correr junto a un balón.
"Una vez fui a ver el partido al Cerro Alegre del Defensa y Pescadores, el club de la caleta. Mi hermano Manuel Torres se lesionó de la rodilla porque se le había caído encima un motor de una lancha. El entrenador, el fina'o 'Pollo' me dijo que entrara. Yo le dije que no, porque era mujer. Que era imposible que me dejaran jugar. Fue a hablar para que me dejaran entrar, porque les faltaban jugadores. Finalmente me consiguieron el permiso y entré a jugar por 'Los Challas', como le decían al club. Me pasaron la camiseta número 9. Yo era corredora. Como jugaba en la arena y andaba entre los botes era firme y tenía buen equilibrio, era muy ágil. Me hice dos goles en ese partido", rememora con orgullo.
La sanantonina detalla que en esa oportunidad "andaba con unos jeans. No ocupé short, solo la camiseta y unos zapatos de fútbol que me prestaron".
"Después de eso me pidieron los papeles de nacimientos para inscribirme en la Asociación de Fútbol de San Antonio. Les dije a mis papás que era para el colegio el certificado porque no me hubiesen dejado jugar. Después que comencé a jugar y a hacer goles, vinieron a felicitar a mis papás del club porque era buena. Ahí ellos se enteraron de lo que pasaba", asegura.
Fotos y Autógrafos
Rosa Torres cuenta que fue cerca de 1960 cuando la bautizaron como la "Muñeca Pelé" en el estadio Municipal Olegario Henríquez de San Antonio, donde disputaba los partidos nocturnos el Defensa y Pescadores.
"Me bautizaron así en el Municipal. Tenía cara de muñeca cuando era niña. Era muy fina y delgadita. Y Pelé por el Rey Pelé. Fue en el Mundial de 1962, en ese año me pusieron así… después los años fueron pasando y me hice más conocida como Rosita Pelé", comenta sobre su apodo.
Torres no se daba cuenta de la expectación y asombro que generaba en el público cuando jugaba. Dice que para ella siempre "fue algo normal jugar a la pelota con hombres. Me trataban igual que a cualquiera, eso a mí me benefició mucho. Además que siempre estaba ayudando a los pescadores a cargar y descargar. Lo hacíamos sin carretilla".
"Nunca sentí que fuera el centro de la atracción. Después me di cuenta que era importante, porque para los partidos había hartos carabineros, la gente me pedía fotos y autógrafos. Yo después empecé a recorrer Chile con equipos de mujeres. Era la papa, porque las cabras no sabían jugar bien. Pero me pegaban como locas", cuenta entre risas.
Dentro de los partidos que más destaca "Rosita Pele" están los que "jugamos contra los hermanos Luis y Fernando Carvallo, ambos de la UC, incluso Fernando llegó a ser de la selección. Con César Vaccia una vez también jugamos".
La popularidad de esta mujer crecía y los primeros equipos femeninos se fijaron en esta talentosa sanantonina, quien era utilizada como la gran figura sin que ella lo supiera.
"Los primeros equipos que se crearon en el país fueron Las Dinamita y Las Atómicas. Las cabras no sabían nada. A mí me pasaban la pelota en el área de nosotras y yo terminaba haciendo el gol al otro lado", afirma "Rosita Pelé".
La mujer cuenta que viajaban por varias ciudades de Chile. Ella solo jugaba y no se daba cuenta del negocio que había detrás de estos partidos.
"En una oportunidad estábamos jugando y me cambiaron de equipo. Yo no entendía qué pasaba. Pedí explicaciones y me dijeron que las Atómicas habían reclamado porque perdían todos los partidos. Claro, ahí me cayó la teja. Los dos clubes eran del mismo dueño. Entonces nos llevaban por ciudades jugando puras finales. En un lugar ganaba un equipo y en otro, el otro equipo", detalla.
Torres aclara que "donde jugaba me daban diplomas y me sacaban fotos. Entonces los que organizaban estos partidos me pedían las fotos y se iban a las ciudades a promocionar el evento con mis cosas. Como era llamativo ver a una mujer jugar y más encima buena, se llenaban los estadios".
"Hablamos con mi mamá, porque ella siempre me acompañaba a todos lados, que era injusto que hicieran negocio a costa mía sin decirme nada. Ahí me ofrecieron el 30 por ciento de la recaudación de los estadios. Después les dije a las demás chiquillas que me pagaban y que exigieran lo mismo. Por hacerlo de buena intención, quedó la pura embarrada. Al final se enojaron conmigo", señala con nostalgia.
Hoy su madre y su padre no están. Vive con dos de sus cinco hermanos en el sector de la caleta de pescadores Pacheco Altamirano. Trabaja solo algunos días estacionando autos, porque está al cuidado de sus hermanos.
"Ellos están enfermos y tengo que estar pendiente. A veces pienso en esa oportunidad de haberme ido a Brasil. La vida sería otra, pero igual estoy bien acá. Soy feliz. Conozco harta gente que me hace la vida más fácil. De la muni me quieren harto y en todos lados es igual. Eso es lo más importante", finaliza con una sonrisa.