Pobre diablo
Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosotros,
lo que hacemos por los demás y por el mundo
permanece y es inmortal".
(Alberto Pike)
Cuando el joven Santiago dio con una revista deportiva de los años ochenta, buscó ansiosamente alguna foto, nota o reseña de su padre. Temía que no estuviese. Y no estaba. Sin embargo, aparecían todos los demás, muchos jugadores a quienes ya habían olvidado por completo. Descubrir la omisión fue la evidencia más cabal de que el pobre Simón no había dejado huella alguna en el fútbol de su década, pero a Santiago le consoló pensar que de haber conquistado algún mediano éxito, quizás también se habría esfumado de la memoria colectiva como los demás.
Santiago, joven jugador, llevaba años luchando contra su propio anonimato. Después de cumplir todas las fuerzas básicas en los Bohemios F.C., había deambulado durante los últimos tres años por equipos de la B, la C e incluso la D. Su temor más grande: terminar como su padre, que nadie lo recordara, que nadie lo reconociera. Él no estaba en esto por dinero, solo quería trascender, que algún estadio, alguna tribuna o algún camarín en el futuro llevara su nombre. El sueño de infancia se había transformado en obsesión. De vez en vez se encerraba en el baño a llorar de madrugada.
En una de esas ocasiones sintió sus ojos decaer, el cuerpo le pesó el doble, rápidamente se abrigó y se animó con una caminata por las callejuelas de la ciudad. Santiago vivía en un barrio muy tranquilo, donde de madrugada casi no se veía gente. Cuando la frustración llenó sus pensamientos, se puso a patear objetos, unas latas vacías de cervezas, algunas piedras, esto calmaba su impotencia. Al golpear un objeto plateado, parecido a una lámpara, empezó a salir un humo espeso de la boquilla. Ante la mirada estupefacta de Santiago, la humareda se elevó un par de metros y él vio una silueta en ella.
-Buenas madrugadas, amo -dijo el espectro con voz amable.
-¿Quién eres? -preguntó Santiago, aún sin reponerse del asombro.
-¿Quién más? Un magnífico genio, el mejor de todos -respondió la voz soberbiamente desde la bola de humo que aún no terminaba de disiparse.
-Esto es imposible. Estoy soñando. ¿Verdad? Me dormí en el baño.
-Tengo el agrado de informarte que no estás soñando, y a la vez lamento decir que tu tiempo está corriendo y se agotará. Tengo mucho que hacer aún, por ende pide luego tu deseo.
-Pero cómo. ¿No eran tres deseos? -reclamó.
-Eso era antes -dijo el fenómeno-, en los tiempos de Ali Babá, cuando la economía era buena.
-Me pillas de sorpresa, no sé que pedir.
-Tu tiempo se agota…
-¡Ya sé! Me gustaría viajar unos cien años en el futuro para ver si dejé algún legado.
-Con todo respeto, ¿no lo encuentras medio estúpido? Es mas fácil que me pidas dejar un legado y ya está -dijo el genio, agobiado.
-Si hago eso no tendría gracia. No sería por méritos propios.
-Y, ¿por qué cien años? Con veinte basta.
-No. En veinte solo saldrán noticias de mi pasado reciente. Un legado perdura cien años.
-Está bien. Solo tendrás un par de horas en el futuro. Aparecerás en una biblioteca virtual donde verás el holograma de una mujer que te despejará cualquier duda. Darás tu nombre y aparecerá la noticia mas relevante sobre tu vida pública. Cierra tus ojos.
-Okey.
Santiago sintió que flotaba, la sensación era magnífica, no quería que se acabara nunca ese viaje. Al abrir sus ojos vio una imagen femenina que le habló:
-Bienvenido al archivo Nacional 2116. ¿En qué puedo ayudarle?
-Necesito que me des la información mas relevante que poseas de una persona.
-No hay problema. Dígame el nombre y aparecerá en pantalla.
-Santiago Muñoz Villagrán.
-Listo. En el muro de su derecha está la información.
Santiago miró impactado el encabezado de un diario y quedó sin voz.
«Jugador de Fútbol profesional es encerrado en un manicomio». Diario The Whalala time.
-Para ver el desarrollo de la noticia debe pulsar el encabezado.
-Gracias -respondió con temor.
Acercó su índice a la pantalla y leyó en la columna periodística:
«El jugador de fútbol de Juventud, Santiago Muñoz Villagrán, afirmó en una entrevista que en cien años la educación en el país sería gratis, que todos tendrían acceso a una gran salud y que Los Australes quedarían fuera del próximo mundial. También señaló que nuestro fútbol seria dirigido por hombres especialistas en la materia y muy honestos. Cuando le consultaron que de dónde había sacado tanta barbaridad, dijo que un genio salido de una lámpara lo había llevado en un viaje al futuro. Minutos después fue detenido y llevado al manicomio de la ciudad, donde continuó su delirio, señalando que en las próximas elecciones el país elegiría un payaso de presidente. Pobre diablo».