Conociendo la enigmática Piedra del Sol
Aún no hay total consenso acerca de su origen, pero se cree que la particular estructura, emplazada en la playa norte del balneario, cerca de la desembocadura del río Maipo, es remota, anterior al poblamiento indígena local.
Texto de Mirian Mondaca H. Fotos de Francisca González
Aún no hay total Hace unos 13 mil años, todo era destrucción en la Tierra. La vida en el planeta estaba a un tris de desaparecer y los estragos causados por lo que ha sido denominado como la Gran Catástrofe o, en otras culturas, el Diluvio, parecían ser definitivos.
Sin embargo, cuenta la leyenda, difundida en prácticamente la totalidad de las culturas y civilizaciones de América, Asia y Europa, que la naturaleza mostró algo de benevolencia con la especie humana y hubo algunos sobrevivientes.
Éstos, según expuso el arqueólogo y escritor alemán Edmund Kiss, se habrían convertido en los impulsores de nuevas culturas con patrones de gran antigüedad en áreas del continente americano, el Mar Mediterráneo, Egipto, India, el sur de China y el actual desierto del Gobi.
Aunque lejano, los nexos con este gran evento destructivo siguen estando presentes de forma tangible en rincones inimaginables de nuestro entorno. Uno de estos sería la enigmática Piedra del Sol, en la comuna de Santo Domingo.
La Piedra del Sol es una formación rocosa muy particular, ubicada al sur de la desembocadura del Río Maipo, que tiene la apariencia de un antiguo monumento megalítico.
Se relacionaría con la tradición de los Lituche, "los sobrevivientes del Diluvio", según consignó Juan Ignacio Molina en el "Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile" (1776), es decir, "los resguardadores de la tradición cultural prediluvial, quienes preservaron los conocimientos de las ciencias sagradas: la astronomía, la agricultura, la metalurgia y el 'arte del buen gobierno'", detalla el historiador Rafael Videla, autor del documental "La Piedra del Sol y los monumentos megalíticos en Santo Domingo".
Si bien este Diluvio representa una leyenda difundida a través del orbe, el evento es un hecho comprobado en la actualidad, recalca Videla. Según el historiador, "se trata de la catástrofe del Cometa Clovis, que junto con generar drásticos cambios climatéricos, ocasionó asimismo la extinción de la megafauna y la drástica disminución de los paleoamericanos".
En la pieza audiovisual que el profesional presentó hace una década, el también docente hizo un rescate de los trabajos de investigación de Óscar Fonck Sieveking y del arquitecto Sergio Mandujano López sobre los vestigios arqueológicos de la zona.
De hecho, afirma, "Fonck Sieveking fue quien dio a conocer hacia 1964 la existencia de este complejo megalítico costero y Mandujano López -a quien tuve el privilegio de conocer- fue un continuador de los estudios trazados por el primero", señala Videla.
Berberiscos
En paralelo a la teoría de que la Piedra del Sol estaría relacionada con los sobrevivientes del Diluvio, existe la apreciación de Fonck Sieveking de que el territorio entre los ríos Maipo y Rapel habría sido habitado por una cultura desconocida, anterior a las de origen asiático que se estaban allí al momento de llegar los conquistadores hispanos. De acuerdo a lo que se indica en su libro "Vikingos y berberiscos" (1978), esta etnia habría surgido de la llegada de una expedición egipcio-berberisca que arribó a estas costas en tiempos muy remotos.
Este grupo humano habría dejado varios vestigios también en otros lugares del país, como las misteriosas inscripciones descubiertas por el alemán Karl Stolp al interior de San Fernando, que fueron revisadas años después por el profesor Barry Fell, de la Universidad de Harvard.
Según se cree, la expedición y la inscripción habrían sido realizadas por orden del Faraón Ptolomeo III, ascendido al trono en el año 246 antes de Cristo.
Por otra parte, Fonck vio relaciones entre la toponimia de la zona y la fonética polinésica, con nombres como Tinguiririca, Rengo, Requínoa, Malloa, Pelequén o Chimbarongo, entre otros. Aquello se explicaría porque debió recibir visitas de culturas transoceánicas aparentemente en más de una oportunidad y siguiendo alguna misteriosa ruta de mar.
Esta cultura desconocida, que estaría emparentada también con migraciones vikingas hacia el Mediterráneo, según explicó el autor, sería la autora de los megalitos que creyó ver en las Rocas de Santo Domingo y otros sectores geográficos relacionados con la cuenca del Tinguiririca.
Intihuatana
Como reza un cuidado letrero emplazado estratégicamente a orilla de carretera, antes de comenzar el descenso hasta la playa, la Piedra del Sol también es denominada Intihuatana, por su semejanza con monumentos-calendarios incas, que tenían como objetivo señalar los cambios de estaciones y los períodos de siembra.
En particular, esta enorme roca, cercana a los diez metros de altura, detalla Videla, "es en realidad un menhir, es decir, una piedra erguida, una de las manifestaciones megalíticas propias de los sustratos culturales paleoamericanos, esto es, de los grupos que habitaron Chile y América antes de la irrupción de los indígenas".
Tras el largo trabajo de investigación llevado a cabo por Fonck y luego Mandujano, se llegó a la conclusión de que la Piedra del Sol es un hito, una demarcación relacionada con determinados fenómenos estacionales y astronómicos.
Se trata, dice Rivera, de "una piedra-calendario. La tradición de los menhires o 'mama-zara' se encuentra a lo largo y ancho de América descubriéndose desde el más lejano sur patagónico, en Chile, el noroeste de Argentina, el altiplano andino, Ecuador, Colombia, Brasil, Panamá, hasta llegar a Centroamérica, con las estilizadas estelas mesoamericanas, relacionándose asimismo con el culto a los ancestros. En este sentido, se asociarían al remotísimo culto de los seres 'descendidos de las estrellas', los hówen de la tradición selk'nam y los antupainko de los araucano-mapuches".
A partir de la labor desarrollada por Óscar Fonck Sieveking, además se pudo dar cuenta del hallazgo de material lítico y cerámico en las inmediaciones de la peculiar piedra. Estos habrían sido de uso utilitario y de naturaleza mágico-religiosa. Esto completaría el escenario de un templo-observatorio.
Las preguntas que surgen al observar esta estructura son innumerables y tal vez nunca se logre despejarlas todas. No obstante, teniendo claridad acerca de ello, Videla se apresura en indicar que se trata de una construcción artificial.
A su modo de ver, las incógnitas que persisten no deberían llevar a confusión y a pensar que son manifestaciones de la naturaleza, "como han pregonado algunos arqueólogos" respecto a otros hitos de similares características repartidos alrededor del mundo.
"¿Con qué herramientas se construyeron las pirámides mesoamericanas y egipcias? ¿Con qué herramientas se construyeron los bloques megalíticos de Puma Punku y de Tiahuanaco? ¿Con qué herramientas se labró el bloque megalítico de Ba'albeek -Heliópolis o la "Ciudad del Sol"- de más de 1200 toneladas..? El pasado es un misterio, apenas vislumbrado por la tradición mítica y que se opone a las nociones evolucionistas", señala el historiador.
Aunque con menor notoriedad de la que goza la Piedra del Sol, en Santo Domingo también se ubica el particular lote de rocas del Mirador del Gringo, que es muy similar a un túmulo rematado en una enorme piedra de bordes redondeados. Asimismo, existe otro conjunto de piedras cercano de enorme similitud a un dolmen, conocido como el Ídolo del Mirador, pero que en la actualidad es poco visible por estar rodeado de propiedades particulares.
Potencial turístico
El porteño pero avecindado hace décadas en Santo Domingo y concejal de esta comuna, Germán Mayo, ha sido un seguidor apasionado de la historia local y, en particular, de los relatos acerca de la Piedra del Sol y el resto de las formaciones que dieron origen al otro nombre con que es conocido el lugar: Rocas de Santo Domingo.
El edil es un admirador de la labor realizada por el destacado investigador, abuelo materno de Cecilia y Diana Bolocco, Óscar Fonck Sieveking.
"Él, siendo vecino de acá, empezó a visitar estos lugares y se encontró con esta formación rocosa y empezó a investigar (...) Su trabajo fue y es muy valioso para que quienes vivimos acá también podamos descubrir lo interesante que esta piedra", reflexiona Mayo.
La tierra santodomingana se ha caracterizado históricamente por ser un lugar de tranquilidad, ajeno al interés de parte de visitantes que despiertan otras zonas de la región, como Valparaíso o Viña del Mar. No obstante, guardando la pasividad del lugar, el sector tiene el potencial de explotar el factor turístico en torno a la misteriosa piedra y los relatos que se tejan alrededor de ésta.
Esa es la reflexión que hace Mayo, quien reconoce que tanto entidades locales como el propio gobierno comunal "no hemos sacado el provecho debido al relato (...) pero hoy en día ya estamos más abiertos a recibir gente y ampliarnos en el ámbito del turismo".
Quizás nunca sabremos a ciencia cierta el modo en que la Piedra del Sol o Intihuatana fue levantada, pero lo más importante hoy es preservarla. Ya una vez, en la década del '60, fue sacada de su base en medio de labores de urbanización del sector, pero gracias a la infatigable perseverancia del arquitecto Sergio Mandujano López, el menhir fue encontrado y, luego de varios años, reinstalado en su sitio.
Evitar que aquello vuelva a ocurrir en un futuro es un compromiso que deberán asumir tanto la comunidad como las autoridades locales.