Adolfo Couve: el multifacético artista que amó Cartagena
El pintor y escritor nacional buscó siempre inspirarse en los paisajes de su balneario amado. Habitó sus cerros y conoció a su gente. Perdió la batalla contra la depresión en 1998, pero según su hja Camila, su obra sigue vigente.
Toda la vida de Adolfo Couve estuvo ligada a la pintura. Una de sus primeras anécdotas es de su padre, que al verlo pintar con un betún de zapatos, decide regalarle una caja de lápices con una única condición: que no fuera pintor. De nada sirvió la amenaza, porque el pequeño Adolfo, nacido el 28 de marzo de 1940 en Llay Llay, se transformaría rápidamente en uno de los pintores contemporáneos más reconocidos por la prensa y aclamado por los círculos artísticos.
Camila Couve, hija del pintor, dice admirar profundamente a su padre como un artista sensible y riguroso.
-¿Cómo recuerda a su padre?
-Muy inquieto, bueno para las bromas y para la ironía. Se reía de todos y con todo, independiente de su depresión que era su lado b. Muy impulsivo, gracioso, rápido, muy sociable y con muchos amigos. Muy estricto con sus clases, según lo que me contaron años después sus alumnos, porque yo nunca asistí a una de ellas.
El artista estudió Arte en la Universidad de Chile, fue becado para perfeccionarse en Francia y luego se convirtió en profesor titular de Teoría del Arte, Pintura e Historia del Arte en la misma universidad.
Literatura
La literatura fue una afinidad que perfeccionó con el tiempo y a la cual le dedicó gran pasión. Escribió algunos libros en su carrera, pero no fue hasta que publicó "La lección de pintura" en 1991 que se hizo más constante su creación.
Incluso la elección de su casa en Cartagena tiene ese toque de arte desde la construcción hasta su historia. Una casa de estilo toscano, construida a comienzos del siglo XX, emplazada cerca de la estación de ferrocarriles, es una pomposa propiedad que acogió al artista y le dio muerte también.
La casona está convertida en un museo mixto: la primera parte dedicado completamente a las artes decorativas, con objetos traídos desde distintas partes del mundo con un valor patrimonial, histórico, o simplemente preciosas obras de arte.
La otra parte del museo habla de Couve. Es posible visitar su taller, su habitación, y entender que en la humildad de su ambientación, en completo contraste con la primera parte, yace la inspiración y vocación de un verdadero artista.
Álvaro García es quien administra y ofrece los recorridos por la casa museo. Trabajar y rondar sus mismos espacios, lo ha hecho comprender en parte la visión de Couve, o al menos aproximarse a este ser tan complejo.
-¿Por qué Adolfo Couve escoge Cartagena como refugio?
-El sentía que de alguna manera, estar en Cartagena era estar fuera de Chile. La misma configuración del origen de la comuna; una ciudad en territorio chileno, con estilo arquitectónico europeo. Es como el resumen de América, una mezcla de lo europeo y lo nativo. Y eso lo podía encontrar acá. Él dice, 'me refugié aquí porque tenía que salvarme'. Encontró en Cartagena lo que él necesitaba en ese momento, que era estar en contacto con la naturaleza, con el mar, y desconectarse de Santiago en ese minuto de su vida.
Camila también reflexiona sobre el vínculo del artista con el Litoral Central.
"Todo lo que le pasó a Adolfo con Cartagena, es que encontró un lugar con una historia bastante olvidada. Fue un lugar y un balneario muy importante, le gustaba que hubiese sido así y que fuera más solitario en ese sentido. Eso creo yo, estoy interpretando, no lo hablamos nunca. Yo me puedo imaginar que tenía una cosa como media romántica, estas casas antiquísimas, que llegaron en barco, con papeles murales preciosos. Verdaderos museos, de hecho la de él está convertida en un museo. Era de estos lugares muy bonitos, pero a muy mal traer. Además de la tranquilidad que te da estar fuera de Santiago".
Y es que por esos años, el artista ya presentaba algunos síntomas de una profunda depresión, que lo empujaría a quitarse la vida en esa misma casa que tanto amó.
"Para él fue estimulante este lugar, porque no seguía las modas, él las imponía. Si la tendencia de los años ochenta era irse a Reñaca y Viña del Mar, a él le daba lo mismo, porque no estaba pendiente de eso. Pero era una persona que imponía sus reglas. Iba a la cabeza, no era un seguidor", cuenta Álvaro García, justificando no solo que el artista escogiera Cartagena, un lugar pasado de moda, como residencia. También era una característica particular de su personalidad.
Más allá del lugar donde vivía, la vanguardia la llevaba primero en el arte. "Imponía tendencias. En su pintura en esos años era rupturista, y eso lo llevó a todos los ámbitos de su vida. Pintaba lo que quería y escribía lo que quería y si se vendía bien y si no se vendía bien también", comentó el administrador de su antigua propiedad.
Camila , como hija del artista, reconocer haber tenido una relación bien normal con su padre.
"Para mí es muy normal, porque mi mamá también es artista. Me acostumbré a crecer con papás que pintaban, con olores a pinturas en la casa, con cuadros y obras de artes. A mí me parecía fantástico, y pensé que era normal, pero ahora que soy adulta me doy cuenta que no lo es", dijo.
-¿Cómo crees que sería el Adolfo Couve de ahora?
-No sé, no me lo podría imaginar. Los años y la vejez traen como consecuencia en cualquier ser humano otro tipo de carácter y de preocupaciones que no podría ni vislumbrar en él. Yo me quedé con lo que fue hasta donde fue.
Álvaro, fiel celador de su obra, sí se aventura con una proyección del artista, quien esta semana habría cumplido 79 años.
"Sería fiel a sus convicciones, y estaría muy en sintonía con la contingencia, con lo actual. Él decía que la belleza no está en el que corta un árbol, en los que no cuidan la naturaleza, y hoy lo que estamos viendo es eso. Tenía una preocupación por el medio ambiente. El Couve de ahora moriría acá en Cartagena igual".


