La esforzada vida de la nueva Ciudadana Ilustre de San Antonio
"La necesidad de tener una casa me formó como dirigenta", afirma Delia Campos Guzmán, fundadora del campamento que dio origen a las poblaciones Sor Teresa y Villa Primavera, en la parte alta de Barrancas.
La nueva Ciudadana Ilustre de San Antonio, Delia del Carmen Campos Guzmán, ha vivido, a sus 87 años, una existencia intensa y sorprendente, a la vez. De no tener nada, ni siquiera el cobijo de una familia, hoy cuenta con el cariño y respeto de sus hijos, nietos, bisnietos y de toda una comunidad, sobre todo de las poblaciones Sor Teresa y Villa Primavera. Sin embargo, su eterno compañero, en su largo recorrido por esta vida, ha sido Dios, como ella misma se encarga de remarcarlo en cada respuesta durante esta entrevista.
Nacida en Concepción el 24 de enero de 1932, guarda tristes recuerdos de su niñez, pues no conoció a su madre (fallecida), y de su padre, nunca supo. Sólo tiene memoria, de muy pequeña, de una de sus abuelas, de quien no tiene buenos recuerdos. Su "escuela" fue la calle. Allí conoció la bondad y maldad de las personas, pero la lección más importante para la que sería, sin saberlo, su "carrera" como dirigenta social, fue aprender a respetar y hacerse respetar.
Madre soltera
En su juventud, fue madre soltera de cuatro hijos (tres vivos) y ya de adulta, se casó con un pescador de Talcahuano, quien trabajaba en un barco camaronero. "Convivimos un tiempo y después él se quiso casar. Yo no tenía idea que había que casarse", cuenta la dirigenta. Honesta como es, reconoce que se casó por "la necesidad de tener un techo, de vivir normalmente, de alguien que me protegiera, a pesar de que me protegía sola".
La experiencia de casada tampoco fue buena. Él bebía mucho y era mujeriego. "El salía a trabajar, ganaba buena plata y se la gastaba toda en los cahuines. Y ahí salía yo en la noche con mi perro, a buscar la plata más que nada; había que pagar arriendo, luz, había que comer", recuerda.
Cuando su marido murió de cáncer, al poco tiempo Delia se vino de Lota a vivir a San Antonio, con su hijo, a la casa de su hija mayor, que ya estaba casada.
-¿Cómo se convirtió en dirigenta social acá, en San Antonio?
-Vendí una ranchita que tenía, porque nunca tuve casa como la que tengo ahora, gracias a Dios. Y me vine, como le digo, con mi hijo. Acá la vida era muy diferente a como se vive allá en el sur. Había falta de recursos, me hice allegada de mi hija, y uno, como allegada, está un tiempecito (sic) bien y después empieza a molestar. Luego cuidé una casa de unos señores que vivían en Santiago y que acá tenían su casa de veraneo. Y supe de esta toma en este lugar, en donde estoy viviendo ahora, que, al principio, era un basural. Había poquititas casas arriba. Me vine con mi nieta menor, que ahora anda cerca de los 40 (años) y pronto va a ser abuela. Nos pilló el temporal, estábamos bajo una carpa y, entonces, empezó a despertar mi mente. Yo soy creyente en Dios, a pesar de que no soy de ninguna religión. Y me dio por participar en las reuniones en que tenía que hacerlo, a pesar de que nunca había sido dirigenta. Desconocía muchas cosas. Pero, de repente, despertó este interés por querer ser útil, ayudar para poder tener una casa. La necesidad de una casa me formó como dirigenta. En todas las organizaciones en que he estado, he levantado proyectos, he presentado diferentes cosas y hemos salido adelante (…). Y empecé a reclamar y reconocer mis derechos. Tenía derecho a un techo, como lo tienen todos los demás. Y la fuerza que Dios me dio, y las palabras que colocó en mi lengua -porque siempre me he encomendado a Él-, dieron los resultados que pensábamos (...). Ahora, con la ayuda de Dios, tengo hartas cosas y agradecimiento a Él, que me despejó la mente. He tenido grandes satisfacciones.
-¿Cómo una mujer viuda, con tres hijos, sale adelante?
-Bueno, por eso le digo, con la ayuda de Dios. Y el espíritu de uno, también. Por eso siempre me encomiendo a Él, a pesar de que no tengo ninguna religión. A mí me sobran las religiones, pero mi creencia es limpia, honesta y con necesidad. Fui avanzado y aprendiendo cada día más, teniendo confianza en Dios y en mí misma, y como cuesta que me callen, hablo, a veces, disparates (ríe), pero algo sacarán en limpio. Y doy gracias a Dios, porque no fue la fuerza mía, sino que Él coloca palabras en nuestros labios, cuando uno cree en Él. Y en todas las organizaciones en que he estado, he presentado proyectos y he solicitado la ayuda que necesita la agrupación, y la he mantenido. Por ejemplo, el basural que había donde ahora vivo, lo transformamos en campamento y ahora tenemos una linda población. Tenemos casa y nuestro sector está urbanizado, por 120 mil pesos. Eso no lo logra nadie y eso es gracias a Dios. A través de la fundación a la que pertenecí, y de la cual fui fundadora (Siglo XXI), logré una plazuela que está detrás de nuestro sector, con hartos árboles y entretención para los niños. Conseguí un terreno donde se va a levantar el Consultorio 30 de Marzo. El que hay es una caja de fósforo, muy chiquitito, y la población es grande. Y (ahora) tenemos el terreno, están los recursos, falta llamar a licitación para ver qué empresa se adjudica esto. Y eso, para mí, son grandes logros en lo personal, porque... quién soy yo, si apurá' (sic) sé leer, escribir y hablar no más.
-Si Ud. hubiese tenido la oportunidad de estudiar una carrera, quizás dónde estaría ahora...
-Yo creo. Una vez se lo dije al señor Omar Vera (alcalde de San Antonio), cuando estuvimos en la Intendencia de Valparaíso, no me acuerdo para qué era, pero fue por la población y él me comentó lo que usted me está diciendo. En la gobernación me escuchan más a mí lo que tengo qué decir. Jamás en la vida pensé que podía estar en una intendencia, en el grado máximo del Gobierno, para pelear el terreno. Muy agradecida de Dios, y perdone que lo nombre a cada rato. No le tengo miedo a ninguna autoridad, porque los veo a todos como servidores públicos. De nuestros ingresos, y de otros aprovechamientos, también, son lo que son.
¿Cómo son los recuerdos de su infancia?
-Mucho sufrimiento. Aprendí a defenderme, a hacerle frente a todo lo que se me presentara muy niñita. Me crié así, hasta que maduré. El sufrimiento me hizo madurar. Yo soy bien brusca, lo reconozco. Mi voz me delata. Pero no soy mala, porque cuido animales, tengo plantas. Una persona sin criterio y sin conciencia, no hace esas cosas. Yo sí las hago.
-¿Cómo fue usted como mamá?
-No fui buena mamá. Porque era violenta, no como ahora. No sabía lo que era cariño, como nunca recibí cariño, tampoco… Entonces, yo procedía como se presentaba nomás. Uno es muy bruta cuando se cría sin cariño. Si uno se cría con violencia, cría con violencia. Pero después uno se da cuenta, cuando tiene otra visión, otra mentalidad, según como a usted la traten. Y aprendí a sentir ese afecto, que es parte de uno. Y el cariño que no les di a mis hijos, se lo doy a mis nietos. Soy protectora de mis nietos y de mis bisnietos. Tengo bisnietos grandes. Me visitan aquí, tomamos tecito. Tengo dos bisnietos que están estudiando en la universidad.
-¿Y qué opina del feminismo?
-Poco me meto en eso, pero la mujer está muy liberal, ya no hay dueñas de casa como había antes, mujeres comprometidas con sus hijos. Tampoco, puedo criticar o aprobar lo que hacen. ¿Quién soy yo para eso? Ahora, la mujer que tiene a su pareja o marido, se ve en la obligación de salir a trabajar; antes no era así, al menos en el sistema de sobrevivencia de la ciudad. Porque en el sur la vida no era así, era más simple, sencilla y más sana.
-A sus ochenta y tantos años, ¿cómo resumiría su vida?
-Me haría llorar, oiga, no quiero recordar eso. Pero a mí no me hablen de lo malo, porque lo conozco al revés y al derecho. Antes cuando un ladrón se robaba una gallina, lo condenaban a cinco años y un día. Ahora, roban y roban los cabecillas del Gobierno y nadie les dice nada. Prefiero la ignorancia que había antes a lo que hay ahora. Hay harto avance, eso no hay que desconocerlo, pero el trato humano es pésimo. El único que pierde ahora es el trabajador, la mujer. Tengo una nieta que está trabajando de cajera en un supermercado, pero tiene que dejar a sus niños, menores de edad, conmigo o con la otra abuelita. Tiene que verse en la obligación de trabajar, porque es separada. Entonces, los niños como que se van despegando del afecto maternal, del padre. Y la televisión tiene casi un ochenta por ciento de culpa de todo lo que está sucediendo. Los niños están copiando lo malo.
-¿Cómo le gustarían que la recordarán?
-No sé, oiga. Es como mucho, pero yo he escuchado que poblaciones donde han trabajado buenos dirigentes, cuando ya han fallecido, les han puesto su nombre, el nombre de quien apoyó eso… Me gustaría… 'El sector Delia Campos…' (ríe).
"Convivimos un tiempo y después él se quiso casar. Yo no tenía idea que había que casarse",
Delia Campos"
"A mí me sobran las religiones, pero mi creencia es limpia, honesta y con necesidad",
Delia Campos"
"El sufrimiento me hizo madurar. Yo soy bien brusca, lo reconozco. Mi voz me delata. Pero no soy mala, porque cuido animales, tengo plantas",
Delia Campos"