La comerciante callejera que logró que sus hijos fueran profesionales
Sonia Castillo lleva más de 20 años vendiendo ensaladas en el centro de Llolleo.
Hace 21 años San Antonio se convirtió en su hogar, en su lugar de trabajo y donde se dio una segunda oportunidad para darles a sus tres hijos un mejor futuro. Vino a veranear hace más de dos décadas y se quedó. Su pareja y padre de sus hijos se tuvo que ir a trabajar a Temuco, y ella se quedó sola con los niños. La necesidad activó su creatividad y comenzó a vender ensaladas de verduras que ella misma prepara, a la salida de la carnicería Dicarco, en calle Providencia de Llolleo.
Se trata de Sonia del Carmen Castillo Yáñez, de 53 años, quien desde los 14 se dedica a esta actividad, cuando le ayudaba a vender a su madre en la Vega Central, en Santiago.
Sobrevivencia
Sobre cómo comenzó vendiendo ensaladas preparadas en dicho sector, la esforzada mujer recordó que ante la difícil situación económica por la cual atravesaba, "me dije: 'Yo sé hacer esto y lo voy a intentar acá, en Llolleo'".
Sonia conocía al administrador de la carnicería Dicarco, por lo que habló con él para pedirle trabajo. El hombre le respondió que no podía ayudarla, pero le dio la opción de instalarse fuera del local con sus productos, aunque le advirtió que si Carabineros la sacaba, él no se iba a hacer responsable.
Y así lo hizo esta comerciante, en compañía de su hija menor, que en ese entonces tenía sólo meses de edad. En tanto, sus hijos mayores, que ya iban al colegio, se quedaban hasta las cuatro de la tarde en el establecimiento en donde estudiaban.
"Empecé con cinco, con seis, con siete ensaladas y fui creciendo, con mi guagüita dándole pecho aquí (lugar exacto donde se instala a vender actualmente), porque la ensalada la dejaba allá, pues me daba vergüenza", recordó. "Pasó el tiempo y me gustó cómo es la gente acá. Y me gustó ganar lucas", agregó.
No era la primera ocasión que Sonia ejercía como comerciante , pero sí la primera vez vendiendo en la calle. Al preguntarle si fue difícil exponerse a la gente por trabajar en la vía pública, la mujer respondió con franqueza: "A veces, pero resulta que este es un trabajo lindo y honesto. Yo lo hago con amor. Te sacai (sic) la mierda, disculpa que lo diga. Me levanto a las cinco de la mañana, cuido a mi papá, que tiene 90 años. Me lo traje de Santiago cuando mi mamá falleció y llevo ocho años con él. Entonces, también es desgastador, porque una persona de la tercera edad necesita mucho cuidado y ver con quién lo dejo. Él ya no camina, porque le dio un accidente vascular; entonces es más cansador: tienes que llevarlo al baño, tienes que bañarlo, tienes que hacerle todo".
Sobre los momentos más ingratos que le ha tocado vivir como comerciante no establecida, Sonia respondió, sin titubear, que fue al principio, cuando no contaba con permiso municipal y los carabineros le prohibían vender su comida en la calle. Pero eso quedó en el pasado, pues a los cinco años de trabajar como vendedora de ensaladas afuera de la carnicería Dicarco, el municipio le dio autorización.
Hijos profesionales
Hoy Sonia cuenta con orgullo que sus hijos mayores, de 30 y 28 años, son profesionales, y que su hija menor está estudiando para serlo. Y cuando ello ocurra, aseguró, su misión estará cumplida.
"Yo les digo a mis hijos a que si mi mamá me hubiese dado lo que yo les estoy dando, yo sería una profesional. Tienen que aprovechar al máximo lo que les estoy dando", indicó.
La comerciante señaló que sus hijos le han brindado la fortaleza para salir adelante frente a la adversidad, y desde hace nueve años cuenta con el apoyo financiero de la fundación Banigualdad.
Tomó contacto con esta entidad gracias a una amiga que le contó que estaban ayudando a los pequeños comerciantes no establecidos. La primera vez, en 2010, le dieron un préstamo de $100.000 que pagó en cuotas semanalmente. Hoy en día dicho préstamo asciende a un millón de pesos, que cancela, también, semanalmente, en cuotas de $54.000. Gracias a ello, Sonia tiene la tranquilidad de seguir surgiendo junto a los suyos.
"Yo les digo a mis hijos que si mi mamá me hubiera dado todo lo que les estoy dando, yo sería una profesional,
Sonia Castillo