La comerciante que llegó a San Antonio buscando a su madre
Mónica Cabello ha debido soportar grandes dolores en su vida, como la muerte de su marido en un naufragio. Pese a todo, sigue en pie para terminar de educar a sus hijos.
Mónica Victoria Cabello Pinto (56) aún recuerda con detalles la primera vez que llegó a la ciudad de San Antonio. Tenía 14 años cuando decidió dejar su hogar en Santiago y embarcarse en una búsqueda personal para hallar a su madre, Margarita Pinto. La tarea, confiesa, no fue fácil, debido a la poca información que poseía de su progenitora.
Hasta ese momento, su padre, Juvenal Cabello, un minero oriundo de la localidad de Chimbarongo, estuvo a cargo de su crianza y educación. Sin embargo, el misterio que rodeaba la desaparición de su madre hizo que sus deseos por conocerla crecieran cada vez más con el pasar del tiempo.
"La única pista que tenía era solamente el apellido que aparecía en mi certificado de nacimiento. No sabía cómo se llamaba ni adónde se había ido. De lo único que tenía conocimiento era que ella se había separado de mi padre y que me había dejado cuando yo era muy chica", rememora.
Mónica repasa su historia y cuenta que gran parte de su niñez la pasó en la capital, donde vivía su padre por cuestiones de trabajo. Allí, revela, se enfrentó con un gran obstáculo: una madrastra de la cual no guarda buenos recuerdos. En Santiago comenzó a laborar en diversos trabajos cuando solo tenía de ocho años.
"En la mayoría de los casos me desempeñé como comerciante. Me acuerdo que vendía ropa y mercadería, entre otras cosas. Claro, también estudiaba, pero solo llegué a hasta cuarto básico, ya que mi madrastra me obligó a dejar los estudios. Desde bien chica me dediqué a trabajar, pero, eso sí, lo que más quería en esos momentos era saber quién era mi mamá", manifiesta.
La mujer recuerda que "me dijeron que mi madre estaba viviendo en una ciudad de la Quinta Región, pero no sabía cuál. Por fortuna, me estaban ofreciendo un trabajo como nana en Viña del Mar. Tenía como 13 años cuando eso pasó. Le conté a mi papá y él me comprendió. Estando en esa ciudad logré averiguar el nombre de mi madre y también que se encontraba viviendo en San Antonio. Así que sin dudarlo decidí venirme a vivir acá".
Fue justamente en el año 1977 cuando Mónica pisó por primera vez suelo sanantonino, con la firme determinación de hallar finalmente a la madre que, hasta ese instante, solo podía ver en su imaginación.
"Aquí en San Antonio no conocía a nadie. Solo me motivaba poder encontrarme con mi mamá. Me acuerdo que cuando llegué, empecé a preguntar si alguien la conocía. Finalmente, me dijeron que ella vivía en la población O'Higgins, en el sector del cerro Alegre. Así que no me costó mucho dar con su paradero. Recuerdo que toqué la puerta de su casa como a las 3 de la madrugada. Cuando nos vimos, estuvimos todo el rato conversando. Me emocionó mucho poder verla. Claro, ella ya descansa en paz. Murió hace tres años. Sin embargo, ese momento nunca lo voy olvidar", expresa con gran emoción.
Vida
Luego de aquel impactante reencuentro, Mónica inmediatamente comenzó a forjar su vida en la ciudad puerto gracias a la experiencia laboral que adquirió desde niña.
"Me acuerdo que en San Antonio trabajé en varias cosas, hasta que finalmente llegué a la feria de Bellavista. En ese tiempo me dedicaba a vender frutas y verduras en los puestos de don Guillermo Arredondo y Manuel Díaz. Tenía 26 años. Descargaba las cajas con las mercaderías y también hacía otras cosas. Eso sí, me desempeñaba como ayudante con la esperanza de tener mi propio puesto", enfatiza.
Agrega que durante ese periodo también dedicaba su tiempo a la fabricación de redes para los pescadores y trabajar como asesora del hogar, no obstante, fue en las ferias libres donde se sentía más realizada.
"Llevo cerca de 30 años dedicándome al comercio. Ahora tengo mi propio puesto donde vendo bolsas de aliños. Estoy los miércoles en la feria de la calle Domingo García Huidobro, los jueves en Placilla, los viernes en Olegario Henríquez, los sábado en Tejas Verdes y los domingo en Placilla. Eso sí, últimamente han sido días difíciles debido a la situación que se está viviendo en el país, pero no me falta nada gracias a Dios", confidencia.
Amor y sacrificio
Mónica Cabello reconoce que lo que más la motiva a seguir trabajando en este rubro es el deseo de sacar adelante a sus siete hijos, una labor que ella misma se ha encargado de sostener con mucho amor y sacrificio.
"De mis siete hijos, tengo seis mujeres y un hombre. Ellos son Johanna, Cindy, María José, Carolina, Javiera, Alejandra y Cristopher. Cuatro de ellos ya tienen sus familias o se encuentran trabajando, mientras que los otros tres estudian. Por ellos he hecho esfuerzos gigantes para que sean gente de bien", manifiesta.
La feriante expresa además que "yo jamás pensé que los vería crecer, pero ahí están ellos. Cada uno forjando su propio camino. Gracias a Dios ellos no han caído en ningún vicio ni nada, porque han podido sobresalir en la vida. A mí eso me genera mucho orgullo y me motiva también".
Tragedia
Mónica revela que uno de los capítulos más trágicos de su vida fue el fallecimiento de su amado marido, el pescador Andrés Vargas, un hecho que, afirma, no ha podido olvidar hasta el día de hoy.
Sus ojos reflejan tristeza al momento de rememorar aquel fatídico hecho. "A mi esposo lo conocí cuando aún trabajaba en la feria de Bellavista. Él era hombre de mar, y como me encargaba de hacer las redes de pesca en ese entonces, empezamos una hermosa relación. Estuve casada con él 20 años y su partida me dolió mucho".
-¿Cómo falleció su marido?
-Mi esposo murió ahogado en Lebu. Esto ocurrió en el año 2000. La verdad no sé cómo pasó, ya que yo estaba en San Antonio cuando me comunicaron la noticia de su fallecimiento.
-¿Por qué dice que no sabe cómo ocurrió?
-Porque cuando viajé a Lebu, me dijeron que no pudieron encontrar su cuerpo. Para mí, fue chocante escuchar eso. Jamás pensé que algo así iba a pasar...
-De verdad lo lamento...
-Se lo agradezco. Me resultó muy trágico ese episodio. Me costó mucho recuperarme de esa situación. Cualquiera podría haberse rendido, sin embargo, por mis hijos seguí adelante. Quizás esto fue una prueba que el destino me dio.
-¿Cómo lo hizo para salir adelante después de un hecho tan doloroso?
-Fue terrible. Recuerdo que sufrí depresión y me costó reintegrarme al trabajo. Pero gracias al apoyo que recibí de mi familia y de mis amigos, pude recuperarme de a poco.
Mónica sostiene que "a pesar de todas las adversidades que se me han presentado, me siento muy agradecida de seguir trabajando como feriante, y también que mis hijos hayan crecido y se estén convirtiendo en gente de bien. Por supuesto, diferencias hemos tenido, como, por ejemplo, que a mi hijo menor no le gusta acompañarme a la feria cuando debo trabajar, pero son cosas menores".
-Por todas las cosas que ha contado, es impresionante ver cómo usted sigue trabajando sin darse por vencida...
-Ni yo misma sabría explicar eso, porque han sido muchas las situaciones complejas que he vivido. Sin embargo, creo que me pone contenta ver que mi esfuerzo ha servido para criar de la mejor manera posible a mis hijos. Claro que me he sentido cansada por el trabajo, pero esas cosas no me preocupan, porque mi salud está estable. Quizás no en óptimas condiciones, pero no tengo ninguna enfermedad crónica o alguna cosa complicada. Por eso es que continúo trabajando como feriante.
"Si hay algo de lo que estoy agradecida es que Dios me ha dado la salud y toda la energía para continuar trabajando, y eso es algo que muchos deberían valorar. A veces las cosas no salen como uno quiere, pero hay que pensar que tal vez cada situación tienen algún significado", afirma.
"Por mi parte voy a seguir trabajando como feriante. Si pudiera darle un consejo a los jóvenes, sería que no se den por vencidos y que la vida vale la pena vivirla sanamente, con mucho amor, alegría y resignación", reflexiona.