La agonía del río Petorca visto con ojos de niños y jóvenes
Hace algunos años el curso de agua comenzó a secarse. Ahora hay rocas y piedras. Los adolescentes de hoy no saben lo que es bañarse en un afluente y hasta dudan que alguna vez haya existido.
En pleno último mes del año, los rudos rayos de sol y el escaso viento logran una combinación solo para valientes en Petorca. La calurosa primavera hace que los vecinos de la comuna aguarden con respeto la llegada de un verano que se pronostica más intenso que el anterior.
Sin ir más lejos, en este instante la región de Valparaíso ya está en alerta temprana preventiva debido a las altas temperaturas. De hecho, según información proporcionada por la Dirección Meteorológica de Chile, en los valles y la precordillera de la zona las máximas alcanzaran fácilmente hasta 32°C.
Con esta pequeña muestra de lo complejo que son las condiciones climáticas en la provincia de Petorca, el panorama que se avecina para los próximos meses es para generar inquietud. El alza en los termómetros sumado a la escasez hídrica repercutirá en agudizar la merma de alimentación disponible para el ganado y también en el vital elemento disponible para los sistema de Agua Potable Rural (APR) de la zona.
No obstante, también tiene un impacto negativo en otro aspecto que, aunque pueda considerarse banal, atenta contra las posibilidades de fortalecer el tejido social entre los habitantes del lugar: el río Petorca como lugar de encuentro.
Solo piedras
Hasta aproximadamente dos décadas el río Petorca sí podía llamarse de esa forma sin cuestionamientos: el agua escurría de lado a lado por la cuenca, a diferencia de hoy, que solo hay piedras resecas. Los adultos recuerdan con evidente nostalgia cuando el lugar era centro de reunión recurrente para los petorquinos; los mismos que entonces esquivaban el calor bañándose en el afluente, pero que ahora no tienen forma de hacerlo, porque solo tierra es lo que queda.
Justo frente a la plaza de la comuna, a la espera de ser reinaugurada después de casi dos años cerrada, se ubica el Liceo José Manuel Borgoño Núñez, hasta hace algún tiempo el único de la ciudad. Hugo Pacheco, docente de ese establecimiento educacional es uno de aquellos adultos que alcanzó a disfrutar del río Petorca en su máxima expresión, y que ahora debe ingeniárselas para explicarle a los alumnos más pequeños que el afluente alguna vez sí tuvo agua, como si se tratase ya de un mito urbano.
El profesor llegó a la comuna hace 36 años proveniente desde Vallenar, otra zona que por estos días sufre con la merma del recurso hídrico. Entonces le sorprendió lo popular que era el río entre los petorquinos, ya que "todas las tardes se iba al río. Que el tecito, que el mate algunos. El río era parte de la vida, era parte del petorquino. En el verano era espectacular para bañarse y el invierno, las fogatas", rememora.
En 1987 ocurrió el último gran temporal que se recuerde en la zona y, desde ahí, el panorama empezó a decaer paulatinamente.
De acuerdo al último censo de población realizado el 2017, el 19,19% de los habitantes de la comuna de Petorca tienen entre 0 y 14 años de edad (1.886 personas), y el 19,75% entre 15 y 29 años (1.941 personas). Si se toman en cuenta estas cifras, poco más de 3.800 personas no vieron nunca el río con agua o apenas alcanzaron a ser testigos de aquello. Hablamos de un caudal como el de antaño, que era permanente, y no con solo algunos días de duración impulsado por lluvias levemente abundantes, pero demasiado esporádicas.
Parece mito
Este mismo profesor reconoce que una sensación extraña, de tristeza a veces, de rabia otras, lo inunda cada vez que en clases o en los patios del liceo los estudiantes de enseñanza básica cuestionan que el río Petorca alguna vez haya tenido agua.
Pacheco comenta que "a los alumnos más chiquititos les cuento que el río antes llevaba mucha agua, porque no lo alcanzaron a ver. Los hago fantasear, ilusionarse y saber que existía. Hay niños que no creen todavía porque no lo han visto. A veces niños de seis o siete años me dicen 'no, ¡cuándo ha pasado agua por ahí!, mentira'". Escuchar aquello saliendo de labios inocentes, claro que hace cuestionar la legislación actual en materia hídrica, donde -en la práctica- el vital elemento no está asegurado para todos.
Entre los alegres niños que disfrutan de sus minutos libres entre clases está Ignacio Cortés, de 10 años, alumno de quinto básico del liceo. Por un momento deja los juegos con sus compañeros y su semblante cambia al mencionar la palabra "agua". Él, junto a la profesora petorquina Julieta Figueroa y las alumnas de tercero medio, Martina Arenas y Viviana González, acceden a guiar sus pasos hasta el lecho del río para acompañarnos en una caminata que nos hará encontrarnos de frente con la agonía del otrora vital río Petorca.
Mientras caminamos, Ignacio relata una mezcla de experiencias de sus familiares mayores con el río. Al llegar a la orilla señalas un punto y comenta: "en mi casa dicen que cuando el río bajaba de lado a lado, ellos se venían a bañar con las cámaras de neumático de los camiones; ellos se tiraban, jugaban en el río, se bañaban. Me da lata, porque ellos disfrutaron de lado a lado el río y uno no puede, y así como está todo parece que nunca voy a saber lo que era eso".
La imagen actual que proyecta el río es desoladora y, envueltos en esa mezcla de sentimientos difícil de traducir en palabras para alguien que creció viendo cómo mutó el lugar, casi sin darnos cuanta terminamos descendiendo hasta el lecho. Allí, mientras contemplamos las malezas secas y las piedras blancas producto de la nula presencia de humedad, a lo lejos se escucha el grito se un hombre: "Qué andai haciendo ahí, cabro". Al alzar la mirada en esa dirección se ve a un grupo de personas sobre un tractor en un predio cercano, donde el verde abunda.
"¡qué pare!"
Justamente la existencia de agrícolas en toda la provincia de Petorca es una realidad que preocupa a los habitantes de la zona, ya que en su mayoría, son las plantaciones de paltos las que predominan en lugares cercanos al afluente, y hasta en los cerros. En promedio, se estima que para producir solo un kilo de este fruto se requieren cerca de 389 litros de agua.
La exigencia de agua es alta si se consideran las miles de plantas de esta especie que existen en la zona. Una cifra que además lleva a cuestionarse hasta dónde los empresarios agrícolas seguirán cultivando, si se toma en cuenta también que actualmente en algunos sectores rurales de la zona las personas deben conformarse con apenas 50 litros de agua al día, que les es entregada mediante camiones aljibe.
Los derechos de aprovechamiento de agua y las eventuales usurpaciones del recurso hídrico por parte de empresas agrícolas es un tema conflictivo en la zona. Y a esto no son ajenos los jóvenes de la zona, como la profesora de Lenguaje de 27 años, Julieta Figueroa, quien comenta que se queda atónita cuando los más pequeños le preguntan sobre por qué la mayoría de los campos de Petorca están secos, mientras en algunos sectores el tono verde sigue.
En cuanto a la respuesta que uno le puede dar es que los empresarios son los empresarios son los que se han quedado con el agua. Esa es una realidad que vemos a diario. Parece casi una mala broma que ellos todavía tengan agua para sus paltos y la gente de la comuna no tenga aguas para sus animales o sus pequeñas plantaciones, que es con lo que ellos viven", se lamenta la docente.
Junto a su profesora jefe, Martina Arenas y Viviana González, también lamentan la situación actual del río, el que apenas alcanzaron a ver con agua antes de que se secara por completo. Ambas recuerdan que hace cuatro años (en agosto de 2015), fue la última vez que tuvieron la ilusión de ver vivo otra vez el afluente, cuando bajó tras un temporal. La alegría solo duró algunos días, para volver a la misma triste realidad.
Martina apela a que los empresarios se pongan en el lugar de los petorquinos y se deje de sobrepoblar la zona con paltos. "Uno piensa en porqué la gente sigue teniendo esa ambición, si ya se sabe que no queda agua. ¡Qué pare esto!". En lo mismo insiste su compañera de estudios, quien insiste en que la comuna ha entrado en una especie de letargo, ya que "la gente se ha apagado más y está más negativa", dice.
Antes de regresar a clases, Julieta y sus alumnos miran por última vez el río. Aunque los pronósticos no son alentadores, esperan que este verano no sea tan duro, mientras tanto, en sus aulas y hogares siguen firmes en su convicción de que el agua debe ser garantizada como un derecho. El río quizás no vuelva jamás a bajar de lado a lado, pero la disposición del vital elemento no puede fallar.
"Dicen que cuando bajaba el río se venían a bañar... me da lata, porque ellos disfrutaron de lado a lado el río y uno no puede..."
Kilómetros cuadrados de extensión tiene la cuenca del río Petorca.