La isla sin pandemia
Los isleños de Robinson Crusoe, en el archipiélago de Juan Fernández, no conviven con el coronavirus, pero es como si estuviera entre ellos. No pueden exportar la langosta, su principal fuente de sustento, ni tampoco recibir turistas. Los restoranes y alojamientos están cerrados y aunque el contagio no ha llegado, se cuidan con mascarillas, porque solo tienen un ventilador mecánico para sobrevivir.
Las langostas, que con sus numerosas exportaciones a China mantienen en un 90% a los habitantes del archipiélago de Juan Fernández, "picaron" tarde. Eduardo Paredes, un pescador nacido y criado en la isla Robinson Crusoe -perteneciente a la Región de Valparaíso-, cuenta que la temporada de los crustáceos va desde el 1 de octubre al 14 de mayo, pero que hasta diciembre ni se asomaron.
"Justo fue el estallido social y la pesca estuvo malísima para nosotros. Prácticamente no tuvimos rentabilidad y después, en enero, hubo abundancia de langostas, pero nos topamos con el covid-19 y no pudimos exportarlas", explica con desazón.
Hasta ahora, la isla está libre del temido virus que tiene en jaque al mundo entero. Sin embargo, los isleños han sufrido los coletazos como si convivieran con él. De hecho, según el alcalde Leopoldo González, se adoptaron todas las medidas que ha establecido el Ministerio de Salud (Minsal) para evitar posibles contagios.
"No tenemos ningún infectado acá en la isla hasta el momento, pero igual estamos con ciertas normas, como por ejemplo, si somos más de 10 en una reunión de concejo, usamos mascarillas (...) También se cerraron locales y no hay turismo", manifiesta.
Langostas cocidas
De acuerdo a los datos del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca), entre 2014 y 2019, el promedio de langostas exportadas desde las tres islas del archipiélago -Robinson Crusoe, Alejandro Selkirk y Desventuradas- fue de 112 mil especies, a $16 mil cada una.
Ernesto Paredes, encargado de Pesca en el municipio de Juan Fernández, plantea que no tener el coronavirus "es una ventaja", pero asegura que el sector económico se ha visto tremendamente golpeado. "El 95% de la langosta que se exporta de acá va hacia el mercado chino, así que cuando los chinos cerraron sus fronteras, nos afectó directamente a nosotros", dice.
Para sobrellevar la situación y considerando que hay abundancia de langostas, Paredes comenta que los pescadores tratan de vender algunas especies a conocidos o familiares en el mercado nacional. "Nosotros en el municipio hemos gestionado para que los pescadores puedan vender un mayor número de langostas al continente, pero no es algo que mejore su economía, es algo que les sirve para darse vueltas con lo mínimo", afirma.
Para peor, la conexión a internet es pésima -apenas les anda el WhatsApp y pueden revisar los correos electrónicos- y no pueden ofrecer sus productos por esta vía.
"Los pescadores tratan de vender la langosta al mercado nacional un 40% más barato, de a goteo como se llama. Pero no mucha gente tiene la posibilidad de meterse a internet para venderla por ahí, porque además es bajo y malo. Es complicado, porque la mayoría de los pescadores no tienen el contacto para vender y el que lo tiene, es como el que tiene la movida", consigna Guillermo Martínez, presidente (s) de la Asociación de Turismo de la isla.
El pescador Eduardo Paredes recuerda que la problemática que enfrentan es similar a una que ocurrió en la década de los '90. "Hubo una crisis muy parecida acá en la isla, en la que los intermediarios, que compraban la langosta acá, se quedaron con langostas hasta septiembre, donde obviamente hubo mucha mortandad de langosta. No se pudo vender la totalidad y el pescador sufrió la parte económica muy fuerte", relata.
Las langostas que capturaron en lo que queda de esta temporada se encuentran en viveros que tienen una capacidad para 250 a 300 ejemplares. Allí, mientras esperan ser vendidas, se alimentan del plancton que encuentran en la superficie del mar.
"Nosotros tenemos que tener exportación, porque el mercado nacional es muy reducido para la cantidad de langostas que salen acá en la isla, contabilizando también a la isla Selkirk y Desventuradas", advierte el isleño.
Por lo anterior, los pescadores al menos intentan vender algunas langostas a Santiago o La Serena. "Y las estamos enviando cocidas y congeladas por el barco, porque cuando la comercialización de la langosta está fluida, generalmente se van vivas de acá por el avión. Ahora, sin exportación, no podemos sacar la langosta viva", acota Eduardo Paredes.
"Turismo muerto"
El alcalde Leopoldo González enfatiza que para mantener a raya el coronavirus, también se lleva un estricto protocolo con el buque que trae los alimentos. "No puede bajar nadie a tierra. Hay una sola persona que está solamente en el gancho de la pluma del buque y el resto lo hace toda la comunidad de acá. Todo se desinfecta y todo se fumiga", dice.
Ernesto Paredes, por su parte, añade que a través del avión prácticamente no están recibiendo cosas. "Lo último que recibimos fue un ventilador mecánico que reemplazó al único que había en el consultorio, que no estaba funcionando", comenta el encargado de Pesca municipal.
Esta semana, según el alcalde González, el personal del consultorio de Juan Fernández fue capacitado en el manejo del nuevo ventilador. "Creo que es un tremendo avance que por lo menos tengamos uno, que puede salvar vidas", destaca.
En este contexto, también se han visto afectados los isleños que viven del turismo. Leslie Urrea, encargada de Turismo en el municipio, explica que la temporada prácticamente se les redujo a un mes y medio (parte de enero y febrero), porque apenas se confirmó el primer caso de contagio en Chile, se despachó a los turistas que había. Principalmente brasileños.
"Se les informó a las aerolíneas a principios de marzo que tenían que comenzar a sacar todos los turistas que estaban programados para un par de semanas después, si no se iban a quedar atrapados por más de 15 días (...) Luego de eso se tomó la decisión de cerrar la temporada", expone.
Esto, de acuerdo a sus palabras, llevó a que los 14 restoranes y los 13 establecimientos de hospedaje que hay en la isla cerraran y cancelaran sus reservas, sin opción de reprogramar.
"Todas las reservas que estaban programadas para los meses de marzo, abril y mayo, la fecha donde se cierra la temporada en Robinson Crusoe, se habían aplazado por el estallido social y tuvimos un retraso de inicio de temporada", dice.
Por esto, las pérdidas han sido estratosféricas. "Hicimos un catastro a nivel municipal, en donde se puede vislumbrar que casi el 100% de los servicios de alojamiento, restoranes, operadores turísticos y guías de turismo tienen pérdidas de casi un 100%. No tuvieron ganancia alguna esta temporada", recalca Urrea.
Lo único que está abierto son un par de minimarkets, que venden los productos imprescindibles.
Guillermo Martínez, desde su vereda, espera que la situación mejore. "La gente de los restoranes está tratando de salvarse con el delivery, porque acá nos regimos con las mismas normas del continente y está todo cerrado. El turismo está muerto en la isla, pero nos reinventaremos. Si no podemos vivir del turismo, trataremos de hacer otra cosa, porque somos un lugar de resiliencia", cierra.
"Justo fue el estallido social y la pesca estuvo malísima para nosotros",
Eduardo Paredes,, pescador
"No tenemos ningún infectado acá en la isla hasta el momento, pero igual estamos con ciertas normas",
Leopoldo González,, alcalde de Robinson Crusoe
Nuevas acciones
El alcalde Leopoldo González contó que, con el apoyo de Junaeb, 26 isleños que están en la región se están hospedando en un recinto. "Ellos no se van a venir a Robinson hasta que la curva sea descendiente. Estarán 20 días en el hogar y como municipio asumimos el costo de alimentación que es de 8 millones y medio de pesos", explica. Respecto de la cesantía, el municipio le dará trabajo a 80 personas. "Estamos licitando un proyecto de limpieza de estero y cauce, para que trabajen 30 personas. También un proyecto con árboles y construcciones de veredas (...), el 70% de la población está cesante", dice el alcalde González.