Sanantonina realiza creativos bordados con la milenaria técnica del punto cruz
Catherine Duarte se dejó llevar por el arte de la aguja y el hilo convirtiéndolo en su principal línea de producción.
El bordado es el arte de decorar telas u otros materiales con hebras y agujas. Una de las prácticas artesanales más antiguas registradas de la humanidad que ha ido evolucionando con el paso del tiempo y la manufactura textil a gran escala.
Pero hay quienes aún siguen manteniendo esta ancestral técnica, como la sanantonina Catherine Duarte (47 años) que la aprendió de su madre, Nina Duarte, confirmando que este tipo de actividad se asimila abriendo la mente y dejándose llevar por el arte que se va dando con el movimiento sincronizado de la aguja y el hilo.
Hija de pescador, fue criada a orillas de la Boca del Río Maipo, en el sector que hoy se conoce como Tejas Verdes. Al igual que toda su ascendencia, creció en este sector cuando las calles eran de tierra y el patio de juegos de inolvidables aventuras con primos y amigos, eran los Ojos de Mar y el bosque.
"En los veranos, nadábamos en el río, cuando traía abundantes aguas claras. La playa de Llolleo fue otro lugar muy importante de mi niñez ya que ahí, además de caminatas en las mañanas, aprendimos de aves y peces", recuerda.
Catherine recuerda que la gran mayoría de los habitantes de la Boca del Maipo eran pescadores, al igual que su padre, Oscar Duarte.
"Tenían distintas artes de pesca, actividad que realizaban en la playa, la pesca del chinchorro y la pesca de enmalle eran por todos conocidas. En los inviernos íbamos a buscar la leña que traía el río después de las lluvias, la que se usaba para calefaccionar, para los fogones y los hornos de barros que varias casas tenían", recuerda.
Fue un verano, durante una tarde de tedio y cuando aún era adolescente, que aprendió de su madre a bordar el punto cruz.
"Ella tejía a palillo nuestros chalecos, gorros pasamontaña y mitones. Siempre tenía pocos de lana que iban sobrando y los usaba en la arpillera de los sacos de papas donde bordaba alguna alfombra o cojín. Ella aprendió mirando una revista y yo aprendí de ella", recuerda Catherine.
Como a los 16 años hizo su primer bordado completo que, según dice, le quedó tan bonito que fue enmarcado y aún adorna la casa de su madre. "Desde ahí que no paré de bordar, siempre he tenido alguna labor entre mis manos, incluso cuando me fui a estudiar a Santiago hice una pequeña alfombra que todavía anda por ahí".
Autodidacta
Catherine estudió ingeniería de ejecución en Industria Alimentaria en la Utem. Se tituló y regresó a su natal San Antonio, trabajó unos años en el Departamento de Medio Ambiente municipal para luego desempeñarse en inspección y control de calidad en una empresa que prestaba servicios al puerto.
"Fue aquí donde conocí la vida de los portuarios, los turnos y las distintas actividades que se realizan. Luego trabajé en una empresa de bodegaje y silos de productos a granel para animales en el área administrativa", señala y agrega que a pesar de los trabajos que estuviera ejerciendo, nunca dejó de bordar.
"A lo largo de mi vida me he ido interiorizando en el mundo del punto cruz, de los materiales que se pueden utilizan, también de las telas e hilos; todo en forma autodidacta. He hecho cuadros, manteles, cojines, alfombras, mantas para bebé, ajuares, cortinas y siempre los regalaba", expresa y agrega que "la base me la dio mi madre, pero en el camino me fui especializando a punta de buscar, de aprender, experimentar y crear; siempre con la idea de que puedes hacer de todo con este bordado".
Atreverse es un verbo que Catherine aprendió de la propia experiencia, quería tener una fuente de ingresos y se decidió a emprender con lo que más le apasiona, que es bordar.
¿Cómo fue que te decidiste a emprender?
-Un día me contactaron de Secpla de la Municipalidad de San Antonio para participar en una feria costumbrista; ese mismo año me invitaron a la feria de emprendedores que realizan en la Plaza de Llolleo y desde ahí comencé a participar de todas las exposiciones que me invitaban. Me integré a la agrupación Artefusión donde comparto y nos apoyamos con otras emprendedoras. Ahora participo de todos los talleres que se realizan como por ejemplo los de la Fundación Siglo XXI que dicta la Escuela de Negocios y la de Diseño de la Universidad Viña del Mar. Con ellos adquirí conocimientos sobre contabilidad, economía y me ayudaron a crear una marca y logo para mi producto. Me incentivaron y dieron la fuerza para despegar y comencé a dedicarle tiempo completo a mi emprendimiento.
"Además de cuadros, manteles, alfombras o ajuares, intervengo ropa y recupero sillas cambiándoles el tapiz por bordado; también cambio las pantallas de lámparas y, antes de la pandemia, comencé a fabricar accesorios para la mujer como aros, colgantes y camafeos. Que han tenido gran aceptación por lo delicado y fino que quedan", enfatiza.
¿Qué proyectos tienes a futuro?
-Antes de la pandemia estaba en un curso de orfebrería y mi meta es llegar a realizar joyas de cobre y plata, pero bordadas en esta técnica. Ya hicimos una prueba y el resultado es satisfactorio, solo hay que mejorar algunos detalles. Me encantaría poder ofrecer mis productos a través de algún local establecido.
Catherine cree que es difícil ser emprendedor en Chile porque, aunque existen organismos públicos y privados que apoyan distintas iniciativas, el camino para consolidar el emprendimiento no está exento de dificultades.
"El emprendimiento te tiene que apasionar porque si solo se hace por ganar dinero, eso motiva en el corto plazo, para que funcione hay que perseverar, ser muy persistentes y tener mucho amor por lo que se hace ya que los vaivenes económicos nos afectan mucho más que a las grandes empresas y nuestro sistema económico es mucho más castigador con el más pequeño", resalta.
¿Se ha visto afectada tu vida por el covid-19?
-Absolutamente, estamos confinados casi sin salir ya que mi madre es una adulta mayor que tiene algunas enfermedades. A la gran mayoría de emprendedores que no son productos esenciales nos ha afectado mucho esta pandemia, si no somos capaces de realizar ventas online no hay ingresos. El capital de trabajo se destinó al hogar, así que lo que nos depara la vuelta a la realidad después de esta pandemia será un camino muy pesado y largo para recuperarse.
Su pareja, Marcelo Pereira, al igual que toda su familia, apoya la labor que está desarrollando Catherine Duarte.
"Mi familia se alegra y se sorprende que me estén reconociendo por mis trabajos, que haya clientes que se vuelven fans de tus creaciones y que, a pesar de la pandemia, están constantemente preocupados por ti, preguntando si tienes alguna novedad que ofrecer. Eso es muy motivante", concluye.
Redes sociales
El emprendimiento de Catherine Duarte se llama Q'inti que en vocablo quechua significa colibrí.
¿Por qué el nombre en quechua y por qué colibrí?
-Porque me trae recuerdos de mi abuela y colibrí porque esta ave es un mensajero y guardián de los tiempos. Es amor, alegría y belleza. Espiritualmente significa resurrección, su aleteo es símbolo infinito, de la eternidad y la continuidad.
Catherine comercializa su arte principalmente en las ferias de emprendimiento y exposiciones, también a través de redes sociales como @qintipuntocruz.
"A lo largo de mi vida me he ido interiorizando en el mundo del punto cruz (...) todo en forma autodidacta".
"Además de cuadros, manteles, alfombras o ajuares, intervengo ropa y recupero sillas cambiándoles el tapiz por bordado".