En Punta de Tralca con amor todo el posible
Al principio llegaban en silencio, cabizbajos, como si el dolor de la cesantía encogiera sus hombros y mirando al suelo preguntaban, casi en murmullos. ¿Sabe Ud. donde queda la olla común? En una calle de tierra, un aviso señalaba donde encontrarla.
Un portón rojo y personas esperando el anhelado pan, que antecede a la merienda. Sandra Medina, la dueña de casa, ordena las previsiones que llegan. La Dideco del municipio de El Quisco trae cajas que envió el Gobierno, las que se suman compradas por la municipalidad.
Patricia Garcés y Patricia Poblete envuelven el pan amasado por ellas, mientras otra vecina, Judith Serey, controla que el horneado del pollo quede a punto. Es una jornada más de una semana que se repite hace dos meses. Se partió con 40 personas. Hoy llegan cerca de 100.
Ni una palabra de cansancio. Solo confianza en que mañana será mejor para todos. Y que hoy, donde comen 50, pueden comer 100.
"En la comuna de El Quisco atendemos 12 ollas comunes. Cada una cuenta con aproximados 120 personas. La demanda va en aumento. Hay voluntad y comida para todos," indica Dania Contreras, de la Dideco.
El Sindicato de la Caleta de El Quisco, que preside Francisco González, reparte el pescado para la gente. Llega la exquisita merluza y los pescadores, la sacan del bote, luego proceden a limpiarla para entregar la exquisita carga que llega a esta gran olla del Amor, porque así se llama la Olla Común de Punta de Tralca.
En Isla Negra se atiende en la unidad vecinal de calle La Higuera. La olla común se gestó por iniciativa de la Agrupación Amigos de Isla Negra. Empezó con 50 almuerzos. Ahora son 180. A eso, agregan 50 más que van a dejar a la casa de abuelos, muchos de ellos postrados. -"
"Fueron varios vecinos que no se atrevían a venir. Como si tuvieran vergüenza. Poco a poco fueron anotándose. Alternando con la gente, con sus vecinos. Algunos no se conocían. Aquí fueron conociéndose", dice Evelyn Pérez. Ella con Ingrid Santis y ayudantes arman los menús momentos antes que los comensales lleguen.
La pobreza ha acechado a esta región por años. Es una pobreza digna, Cada habitante se las arregló por vivir, desarrollando trabajos que les permitían sostenerse. No necesitaban más que una buena educación para sus hijos, una casa donde habitar, y salud. Imponían el respeto asentándolo en cada hogar como un ancla de la cual nunca separarse.
El Covi19 trajo la cesantía, pero no les quito la dignidad. Eliminó los encuentros en la cancha, la gimnasia y los bailes del Taller de Tango donde los adultos mayores se reunían. Cesó la exposición permanente de los artesanos, de Isla Negra, El Quisco, El Totoral. Cerró el comercio, el Museo, fuente laboral para jóvenes, lugar de encuentro de hablantes de todos los idiomas.
Si, cerró todo. Pero no pudo cortar las manos ni las ollas. Ni ese inquebrantable abrazo humano pleno de amor que alcanza a todos y que se llama Solidaridad.
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