La enfermedad más letal de la historia
Fácil de contraer, pero difícil de diagnosticar, este mal es casi tan mortal hoy como lo era hace 150 años. Dos presidentes de Chile fallecieron a causa de esta afección.
Nadie duda de que los avances en medicina han sido espectaculares en el último siglo. Sin embargo, el pasado 24 de marzo, en el Día Mundial de la Tuberculosis, el etíope Tedros Adhanom, director de la Organización Mundial de la Salud, afirmó lo que nadie quería escuchar: que la tuberculosis es casi tan mortal como hace siglo y medio.
Aseguró que ha causado la muerte de más personas que cualquier otra enfermedad en la historia. El año pasado, falleció un millón y medio de personas por tuberculosis y diez millones la contrajeron; además, advirtió que una cuarta parte de la población mundial está infectada. Esto no es mucho mejor que en 1993, cuando un tercio del mundo estaba contagiado y la Organización Mundial de la Salud declaró la tuberculosis como una emergencia mundial.
¿Por qué, a pesar de todos los avances en medicina y salud pública durante los últimos 150 años, la tuberculosis sigue siendo la enfermedad infecciosa más común y letal de todas? Por su fácil capacidad de contagio, ya que cuando una persona infectada tose o estornuda, lanza al aire gotitas que contienen la bacteria. Estas pueden permanecer suspendidas durante horas, convirtiendo los espacios compartidos, como hogares, escuelas y transporte público, en focos de transmisión.
Y a diferencia de algunas enfermedades, como el sarampión, que solo se contraen una vez, este patógeno puede contagiar varias veces.
Los síntomas principales como la tos, fiebre y pérdida de peso, aparecen lentamente y son comunes a muchas otras enfermedades, de allí que en una primera instancia los afectados ignoran qué tan graves se encuentran; por lo demás, es un padecimiento muy difícil de detectar en los niños.
La mayoría de las pruebas de diagnóstico tienen más de un siglo y no son muy efectivas. La microscopía de saliva se ha utilizado desde que Robert Koch descubrió el Mycobacterium Tuberculosis en 1882, pero solo detecta la mitad de los casos de tuberculosis activa.
Expresión de la Cuestión Social
No se sabe cuántos infectados y muertos ha causado la tuberculosis, también llamada peste blanca. Su carácter no epidémico y constante la hacía más temible, pues siempre se estaba en riesgo de adquirir el mal.
En Chile se construyó, en 1870, el primer establecimiento para enfermos de este mal en la precordillera andina. El inmueble, ubicado en San José de Maipo, fue edificado para Carolina Doursther, hija del cónsul general de los Países Bajos, con residencia en Valparaíso, quien tras mejorar decidió donar la casa y todo el predio para ser destinados a un sanatorio donde se atendiera a los enfermos de tuberculosis. Su hijo Juan Enrique Tocornal cedió a la Junta de Beneficencia de Santiago la propiedad.
Al finalizar el siglo XIX, Santiago era considerado como una de las ciudades más tóxicas del mundo. Los barrios pobres, con sus ranchos y conventillos, sus hedores y enfermedades, el hacinamiento, la promiscuidad, el abandono, la tristeza y las carencias de todo tipo, eran una realidad que contrastaba con la suntuosidad de palacios y mansiones de las elites. Algo similar ocurría en los cerros de Valparaíso y en otras capitales de provincia.
En 1872, Benjamín Vicuña Mackenna publicó su libro "La transformación de Santiago", donde relataba cómo se vivía en algunos sectores de la ciudad: "Barrios existen que, en ciertos días, especialmente los domingos y los lunes, son verdaderos aduares de beduinos, en que se ven millares de hombres, mujeres y aun niños reducidos al último grado de embrutecimiento y de ferocidad, desnudos, ensangrentados, convertidos en verdaderas bestias".
En la literatura de la época no podía estar ausente el tísico o la tísica; así llamaban a quien estaba afectado de tuberculosis. Era una enfermedad habitual en los sectores más desposeídos. La situación era dramática al punto que en 1883 el 75% de los cadáveres autopsiados en el hospital San Juan de Dios tenían los estigmas de la tuberculosis.
En ese tiempo, más de la mitad de los enfermos pasaban inadvertidos; aun así, Chile registraba el triste récord de tener una de las más altas tasas de mortalidad por tuberculosis en el mundo y por mucho tiempo fallecían de este mal más de 250 personas por 100.000 habitantes.
Esta enfermedad nunca ha hecho distingo entre ricos y pobres. En 1831, José Tomás Ovalle, Presidente Provisional de Chile, falleció en el cargo por causa de la tuberculosis. Más de un siglo después ocurriría lo mismo con Pedro Aguirre Cerda, que también enfermó del mismo mal.
"No se sabe cuántos infectados y muertos ha causado la tuberculosis, también llamada peste blanca. Su carácter no epidémico y constante la hacía más temible, pues siempre se estaba en riesgo de adquirir el mal.