Rubro gastronómico se alista para la etapa de Preparación
Comerciantes cuentan sus historias de superación en los cinco meses más duros que ha vivido este rubro en los últimos años en la zona.
Falta tiempo aún para que San Antonio avance a la próxima etapa de Preparación en el plan Paso a Paso, sobre todo porque la cantidad de casos de covid-19 no ha experimentado una baja que pueda hacer que las autoridades de Salud tomen la decisión de seguir desconfinando la comuna.
Pese a que ha sido uno de los periodos más complejos para la actividad del turismo y la gastronomía, en San Antonio hay varios casos de comerciantes y emprendedores que, al menos, han logrado sobrevivir en medio de la crisis que generó la pandemia.
El Café Paulina, icónico en su local de Centenario, estuvo cerrado durante gran parte de los meses desde marzo en adelante y hoy se afianza con su servicio de delivery y de entrega en el local. Por eso mismo, sus dueños piensan abrir, bajo esa misma modalidad, la sucursal ubicada en el mall Arauco San Antonio.
Paulina Rojas, unas de las herederas del legado de su padre Gilberto Rojas (fallecido en 2019), confirma que ha sido difícil mantenerse en pie pero también recalca que los hermanos actuaron unidos para cumplir la misión de no cerrar en forma definitiva.
"De a poquito han ido subiendo las ventas porque la gente sabe que abrimos y estamos entregando a los bancos y otros lugares que antes no teníamos como clientes", cuenta Paulina Rojas.
Lo complejo, dice ella, es que cuando se permita la reapertura de los restaurantes, el local de Centenario perderá gran parte de su capacidad, ya que es un establecimiento reducido en espacio. Debido a eso, ya tomaron la decisión de mantener el delivery. Ella confía en que los clientes seguirán yendo al recinto porque "la gente sabe que los sandwiches son ricos y viene igual".
Pese al mal momento, Paulina Rojas destaca que la empresa familiar no desvinculó a ninguno de sus empleados sino que se acogió a la Ley de Protección del Empleo y ya se apresta a volver a pagar los sueldos de algunos de sus colaboradores. "Hemos estado súper afligidos, pero todo pasa en la vida y hemos estado súper unidos, los dueños y los trabajadores como una familia, nos estamos apoyando lo más que se pueda, aguantando el chaparrón", afirma.
En la vereda
Elizabeth Portilla, dueña del restaurante Mari-ney (Ex-Regine), reconoce que los meses de pandemia han sido muy duros y aunque han logrado entregar almuerzos vía delivery desde el 19 de marzo, tiene claro que la reapertura del local va a ser tanto o más compleja que la actual etapa.
"Nos va a costar trabajar porque vamos a tener que comprar desde el termómetro hasta la señalética del piso, además de la separación de mesas y las pocas personas que vamos a poder atender... No sé qué va a pasar", señala.
Según Portilla, "los que tenemos veredas, vamos a tener que ocuparlas para atender gente, como en otras ciudades lo han hecho. Esperamos que la municipalidad esté de acuerdo con eso y nos apoye. Creo que antes de octubre no podremos reabrir, y si nos autorizaran, lo vamos a hacer con muy poca gente y ojalá se pueda poner mesas afuera del local".
Sin muchos ingresos, Portilla no pudo seguir dándoles trabajo a algunos colaboradores part time. Se quedaron los más antiguos y se turnan para repartir la escasa pega que hay.
A esto se suma que ella y su hijo se contagiaron con covid-19, pero lograron reponerse.
"Yo y mi hijo nos contagiamos, gracias a Dios a él no lo mandamos a una residencia sanitaria y estuvimos en la casa por los 15 días; nos cuidamos todo junio y julio y ahí recién salimos a la calle. Fue horrible, tuvimos mucho miedo; a mí me dio neumonía y se me pasó a los pulmones y sentía unos dolores horribles, que no se los doy a nadie. Así me di cuenta de que la vida no es solo trabajar, la vida es otra cosa", agrega.
La pandemia caló hondo en Elizabeth, pues insiste en que "si Dios nos dio más tiempo, hay que luchar y hacer lo que uno en realidad quiere; yo hacía muchas cosas pensando en 'el qué dirán' y en qué van a pensar los demás, hoy ya no quiero nada más de eso".
Reinventado
Felipe Jara, uno de los fundadores del Gremio de Alcoholes y Turismo de San Antonio, es uno de los dueños del pub Bahiao, que hasta el verano era el epicentro del carrete juvenil en la avenida Chile, en Llolleo.
Pero la pandemia acabó con la fiesta de este recinto y al emprendedor no le quedó más que enfrentar al infausto destino.
"El último día que abrió el Bahiao fue el sábado 14 de marzo; ahí ya sabíamos lo que se venía, aunque pensábamos que todo esto iba a ser más corto, no más de tres meses e incluso seis meses, pero estamos viendo que para que vuelva el baile al pub, creo que tiene que haber una vacuna, y nuestro fuerte era el baile, eso es Bahiao", sostiene.
Jara afirma que no ha desvinculado a ningún trabajador y que ellos se acogieron a la Ley de Protección del Empleo. "La idea es que cuando podamos reabrir, volvamos con todos los muchachos, que ahora están con suspensión laboral y eso ha implicado que hemos tenido que seguir pagando las imposiciones de todos, lo que ha sido bastante complejo. En base a eso y a que estábamos tan complicados al tener que pagar las cuentas que conlleva un negocio que está parado, con mi hermano Fernando, con quien somos socios de Bahiao, pensamos en hacer algo"
De esa manera, Fernando, que trabajó como maestro pizzero en Nueva York, se puso a disposición de los nuevos y exigentes tiempos. Con ello, desde hace un mes y medio que ofrecen pizzas y tragos con delivery.
"Estamos trabajando con la familia y enviando con delivery desde Santo Domingo a Cartagena. Estuvimos hartos meses parados y nos pusimos a trabajar en este emprendimiento nuevo en el mismo recinto de Bahiao", resalta.
Y como Bahiao conservaba ya una gran comunidad virtual que lo seguía en redes sociales, el nuevo giro fue rápidamente conocido por los clientes que antaño hacían de la pista de baile del pub su segunda casa.
"Bahiao tiene 16 años y acá estamos batallando. A la gente le han gustado los productos; mi hermano hace las pizzas y yo, los cócteles y jugos naturales", añade Felipe, quien confirma que el recinto seguirá operando de esa forma hasta que se permita habilitar la pista de baile. También ya está alistando el establecimiento para el posible desconfinamiento. "Ya ha habido algunas reuniones con el municipio y hay protocolos que cumplir", dice.
Aguantando
El dueño del restaurante Querida Lima, Johan Ochoa, reconoce que hasta antes del inicio de la pandemia "no sabíamos trabajar con delivery". Por lo mismo, él y sus colaboradores tuvieron que adaptarse a este método. "De a poco fuimos aprendiendo", afirma.
Para Ochoa, la situación actual es que tiene una baja de las ventas cercana al 80%. Admite que eso mismo lo ha tenido al borde "de tirar la toalla", pero con el apoyo de su familia y los trabajadores, él y su esposa han acumulado la fuerza para resistir. "Nos estamos alistando con el protocolo de restaurante para cuando nos digan que podemos reabrir", confirma este comerciante peruano avecindado en Llolleo.
"Nos estamos alistando con el protocolo de restaurante para cuando nos digan que podemos reabrir",
Johan Ochoa,, Querida Lima.
Piden apoyo
"Somos un paciente agónico que para sobrevivir requiere un tratamiento de shock y no medidas paliativas", afirma Máximo Picallo, presidente de la Asociación Chilena de Gastronomía (Achiga), quien describe con crudeza el estado actual de la industria. El gremio plantea que se implementen varias medidas de apoyo, entre ellas la suspensión o subsidio para pago de imposiciones; la suspensión de pago de patentes y permisos municipales; un subsidio para gastos de arrendamiento, la implementación de protocolos y gastos en general. Además, piden una rebaja del pago de IVA, que haya adaptabilidad laboral especial para la gastronomía, un programa de apoyo de retención del empleo y un aumento del periodo de gracia para créditos covid-19 y créditos ajustados al sector.
"Sabíamos lo que se venía, aunque pensábamos que todo esto iba a ser más corto, no más de tres meses o incluso seis meses",
Felipe Jara.