Injusticia infinita: el asesinato que estremeció a San Antonio y que se cerró sin culpables
En esta nota revivimos los hechos que terminaron con dos juicios orales por el crimen de Jorge Santis, el "Rambito", quien fue muerto a golpes en un predio de acceso al Fundo de Llolleo en noviembre de 2013. A siete años del homicidio, sus padres todavía claman por justicia.
A media mañana un hombre bajó desde Circunvalación Aromos hacia el camino que da al Fundo de Llolleo cruzando la línea férrea, y antes de llegar a los rieles del tren se encontró con un hallazgo macabro. A un costado del sendero, tendido boca abajo, yacía el cuerpo de un hombre ensangrentado que ya no presentaba signos vitales.
Era el soleado viernes 15 de noviembre del año 2013, y tras el aviso a Carabineros, en minutos el lugar se llenó de policías, fiscales del Ministerio Público, funcionarios de la Brigada de Homicidios de la PDI de San Antonio, periodistas y también de curiosos.
Preocupación
Ese mismo día, a pocas cuadras del operativo policial, en la calle Ginebra de Llolleo Alto, Carmen Toro ya comenzaba a preocuparse porque su hijo Jorge Santis (37) no llegaba a casa. En la quincena Jorge solía hacerle algún regalo, sacarla a comprar. Nunca fallaba el cariñito a la mamá y muy rara vez se perdía sin avisar.
Carmen estaba muy preocupada porque la tarde anterior un incendio en las alcantarillas del centro de Llolleo había obligado a una evacuación masiva y hasta los canales nacionales de televisión habían hecho largas transmisiones sobre el incidente que causó una alerta pocas veces vista en San Antonio.
Con el paso de las horas la tragedia no tardó en confirmarse. Jorge Segundo Santis Toro, quien era conocido como "Rambito", había sido asesinado a golpes en el mismo lugar donde su cuerpo fue encontrado.
Sospechoso
La confirmación del crimen inició un despliegue policial que con las escasas pistas recogidas en el lugar del hallazgo comenzaron las primeras indagatorias que se concentraron en el empadronamiento de testigos y el difícil trabajo de reconstruir las últimas horas del "Rambito" en medio de la emergencia masiva que había causado el incendio en el centro de Llolleo.
No fue una investigación fácil, pero en agosto de 2014 la Policía de Investigaciones de San Antonio, a través de su Brigada de Homicidios, logró la detención de un sujeto identificado con las iniciales L.P.S. alias "El Chunaka", a quien las indagatorias situaron en el sitio del suceso.
Y no fue solamente el relato de un testigo protegido, ni las declaraciones de otros testigos las que inculparon al "Chunaka", ya que los efectivos policiales también encontraron en una chaqueta del sospechoso manchas que resultaron corresponder con la sangre de Jorge Santis.
Juicio oral
En junio de 2015 se realizó el primer juicio oral que absolvió al imputado porque la evidencia en su contra se obtuvo vulnerando garantías constitucionales, es decir, el procedimiento policial estuvo mal hecho y eso hizo que el tribunal desestimara la evidencia científica que podría haber condenado al acusado. Tras la decisión de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, se hizo un segundo juicio oral el 25 de noviembre de ese mismo año, y otra vez, debido a la prueba mal obtenida, el tribunal absolvió al único sospechoso e imputado por este horrible crimen.
De esta forma entonces, tras la realización de sendos juicios orales, el asesinato de Jorge Segundo Santis Toro, el "Rambito", se cerró sin responsables porque la prueba clave fue mal recogida por los detectives a cargo del caso.
Dolor infinito
Hoy precisamente se cumplen siete años del brutal asesinato de Jorge Santis y, en conversación con el Diario Líder, su madre, Carmen Toro, dijo entre sollozos que "nunca tuvimos justicia. Golpeamos puertas, fuimos a dos juicios y nunca tuvimos una respuesta. A pesar de que la sangre de mi hijo apareció en la chaqueta de esa persona, no pudimos tener justicia. Nunca vamos a tener una respuesta y mi hijo es uno más de los que no ha tenido justicia en este país".
La conversación ocurre en la Circunvalación Aromos de Llolleo, a pocos metros del lugar donde el cuerpo de Jorge fue encontrado. Desde ahí, la acongojada madre reclamó que "pasan los años y los años, uno ve que aquí hasta los animales tienen justicia, y mi hijo, que fue matado a golpes, no tuvo justicia. A nosotros no nos queda otra que venir aquí a dejar unas flores porque nadie jamás nos dio ninguna explicación, yo fui tantas veces a esperar una respuesta que como padres nunca hemos tenido".
Carmen Toro ha dedicado los últimos siete años de su vida a buscar justicia para el asesinato de su hijo, sin tener hasta ahora ninguna respuesta que la deje tranquila. Con la pena negra que arrastra esta mujer cuenta que "han sido años muy duros, de mucha angustia, de mucho dolor para toda la familia porque se hicieron dos juicios y se encontró a una persona que sabe lo que pasó con mi hijo porque lo vieron en el lugar y nunca dijo nada. A esa persona le encontraron la sangre de mi hijo en su chaqueta y tampoco quiso explicar nada, entonces yo no entiendo por qué la justicia es así, por qué como madre tengo que pasar por esto y tener que conformarme con venir a dejar unas flores en esta animita que le hicimos".
Con las lágrimas perdiéndose tras la mascarilla que ocupa la señora Carmen, alega que "nunca nadie me ha dado ninguna respuesta y yo creo que me voy a morir sin saber qué fue lo que le pasó a mi hijo. A él lo mataron a golpes, se ensañaron con su cuerpecito y me lo dejaron aquí tirado como si fuera un perro…"
Y el llanto puede más que la rabia, le gana a la impotencia y las palabras de esta madre se cortan porque la pena simplemente no la deja seguir hablando.
Con esfuerzo toma aire y recoge la fuerza que necesita para decir que "uno no puede creer en la justicia porque se hicieron dos juicios y en los dos no hubo culpables. Todo el mundo vio, todos sabían lo que estaba pasando pero los jueces lo dejaron libre a ese hombre que tenía la sangre de mi hijo en su ropa, porque eso se comprobó. Nada me va devolver nunca a mi hijo y de la justicia ya no espero nada porque han pasado todos estos años y no hubo justicia para mi hijo. Lo único que nos queda a recordarlo en esta animita".
Junto a esta desolada madre está parado Jorge Santis Gaete, el padre que perdió al hijo, quien apenas tiene palabras para decir que "aunque lo enterramos arriba en el cementerio para mí está aquí (el lugar donde murió). Paso en las mañanas, limpio, le hago un arreglito, a veces el día domingo vengo hasta tres veces en el día y con eso trato de conformarme".
Dolido y con los ojos a punto de estallar en lágrimas, este obrero dice que no sabe tendrá "justicia algún día, no sé si nos van a volver a llamar para decirnos en qué quedó todo porque no nos han dicho nunca nada. Es como si hubieran matado un animal que ahí quedó y a nadie le importa nada".
Y se le empañan los ojos a este padre justo cuando reconoce que "no digo mucho, y de hecho, a veces cuando me preguntan del tema, le hago el quite, prefiero no hablar porque al final en esto estamos mi señora y yo, estamos solos los dos nomás…"
El papá del "Rambito" no puede seguir hablando y otra vez la pena negra cruza los corazones de estos padres cuyo único consuelo es dejar flores en la animita que construyeron para recordar al hijo que fue asesinado a golpes y cuyo caso nunca encontró culpables.
Jorge Segundo Santis Toro, el "Rambito", fue asesinado el 15 de noviembre de 2013 y para él nunca hubo justicia.
"A pesar de que la sangre de mi hijo apareció en la chaqueta de esa persona, no pudimos tener justicia. Nunca vamos a tener una respuesta",
Carmen Toro,, madre
"Yo no entiendo por qué la justicia es así, por qué como madre tengo que pasar por esto y tener que conformarme con venir a dejar unas flores en esta animita que le hicimos",
Carmen Toro
"Creo que me voy a morir sin saber qué fue lo que le pasó a mi hijo",
Carmen Toro