Los intensos 20 años de historia de una depiladora sanantonina
Katherine Corvalán lleva la mitad de su vida dedicada a este negocio, que le ha entregado grandes momentos y experiencias de solidaridad femenina que han marcado incluso la crianza de su hija.
Mientras realizaba su práctica como peluquera en Llolleo, Katherine Corvalán Oliveros (40) vio una máquina de cera que llamó poderosamente su atención y pidió que le enseñaran a usarla, sin saber que esa acción iba a definir parte importante de su futuro y le iba a permitir encontrar no solo el sustento económico, sino también su vocación.
"Nunca me gustó la peluquería, por lo que me puse a hacer un reemplazo como secretaria en Conin, porque tengo el título de secretaria contable. Luego supe que se abriría un centro de depilación en Llolleo y, aunque no tenía mucha experiencia, quedé trabajando allí. La primera mujer que atendí sigue siendo mi clienta", recuerda Katherine, 20 años después de aquella experiencia.
A la Independencia
Tras un periodo de aprendizaje y gratas experiencias, el centro cerró y Katherine tuvo que enfrentarse a la cesantía y a otra sorpresa. "Quedé embarazada justo cuando tuve que empezar a trabajar sola. Me costó mucho sumar más clientas, pero como había trabajado en el centro de Llolleo, le pedí a la gente de los locales que pegara mis flayer y los repartiera. Ellos me mandaron mucha gente y al final funcionó la publicidad del boca en boca".
Lamentablemente, en el intertanto tuvo que vivenciar tristes experiencias. "Yo fui mamá soltera y fueron tiempos muy difíciles para mí. Me iba tan mal que a veces no tenía que comer y la señora a la que le arrendaba me golpeaba la puerta y me preguntaba si tenía desayuno o almuerzo. Ella fue una persona fundamental en mi vida", manifiesta agradecida.
Cuando nació su hija (Renatha López) retomó rápidamente la rutina laboral, ya que tuvo que hacerse cargo sola de todos los cuidados que implica la crianza. "El parto fue por cesárea y a los 21 días de haberla tenido yo estaba trabajando nuevamente. Fue un tiempo muy duro. No me dio depresión porque dije que no, no podía, tenía que seguir adelante, esforzándome por ella".
Buena suerte
Con la llegada de Renatha su vida tuvo un vuelco. "Mi hija venía con la marraqueta bajo el brazo. Desde que ella nació me cambió la suerte por completo. De la nada comenzó a llenarse mi sala. Ella es mi gran motor, es mi todo y siento que estoy haciendo un gran trabajo con ella, es muy buena".
La pequeña hizo que los lazos con sus clientas se estrecharan. "Ellas fueron fundamentales, me ayudaron a criarla. Cuando yo estaba atendiendo, ellas me la mudaban, le daban almuerzo. Incluso una de mis clientas le enseñó a caminar a mi hija, que hoy tiene 15 años".
Nueva oportunidad
Mientras pasaba los días enfocada en su trabajo y en su niña, Katherine tuvo un importante reencuentro: "Me junté con un pololo de infancia. Estuvimos juntos cuando yo tenía 14 y él 19 años, él fue mi primer pololo, de esos pololeos sanos de antes. Y hace seis años decidí buscarlo en Facebook, le hablé, pololeamos tres meses y nos casamos (risas), después de 24 años. Este 15 de febrero cumplimos siete años de matrimonio con Marcelo (Medina)", cuenta.
-¿Cómo fue el reencuentro?
-Conversamos y quedamos en hacer un asado para el Día del Trabajador con otros amigos de infancia. Pinchamos y de ahí no nos separamos más. Él siempre me molesta y me dice 'tú siempre estuviste enamorada de mí'. Se acuerda que yo le cantaba y le bailaba cuando era chica.
Crisis y solidaridad
El año pasado junto a Marcelo tuvo que enfrentar la crisis económica que trajo la pandemia. "Fue difícil, sobre todo porque había que pedir permiso para salir y no todas las clientas podían hacerlo. Además, a mi marido le suspendieron el contrato, por lo que estuvo sin sueldo por varios meses. La vi muy fea, lloré muchísimo de la preocupación: ¡qué íbamos a hacer con los chiquillos, cómo íbamos a pagar las cuentas!".
Pero las alternativas para sobrevivir no tardaron en aparecer. La depiladora cuenta que "para mantenernos, a mi marido, que es cocinero, se le ocurrió abrir una cocina y vendía completos y churrascos en la casa. Mientras yo empecé a vender mascarillas con una amiga. Me hacía cinco o siete luquitas y eso me ayudaba para los gastos diarios".
Además, frente a la adversidad, a Katherine se le ocurrió recurrir a la solidaridad de sus amigos y clientas, con resultados inesperados. "Como lo estábamos pasando mal, se me ocurrió hacer una rifa. Me cooperó mucha gente, mis clientas me compraron números y me donaron muchos premios buenos. Estoy tan agradecida, no pensé que tanta gente me iba a ayudar, si apareció gente que no veía hace años. Con lo que juntamos pude pagar el arriendo, la luz, las cuentas y compramos mercadería".
Confianza
Tras complejos meses, Katherine -quien reserva horas a través de su Facebook Kathy Corvalán Depilación Llolleo- ha vuelto a una rutina más activa en su trabajo, aunque aclara que respetando las medidas sanitarias. "Pasé de atender a una persona cada 20 minutos a una cada una hora. Cuando la clienta se va, limpio la sala y desinfecto todo con amonio. Uso mascarilla y cuento con un purificador de aire en la sala", afirma.
A lo largo de su carrera, la sanantonina ha establecido un vínculo cercano con sus clientas, quienes, según ella, le son fieles debido a que "soy limpia, rápida y tengo la mano liviana, esa es la clave para ser una buena depiladora. Mis clientas no se dan cuenta cuando ya las tengo listas, incluso con algunas hasta cantamos por mientras".
A esto suma "la comunicación y confianza que establezco con ellas, que han generado que en estos 20 años muchas mujeres de San Antonio me prefieran, tengo clientas que vienen de Algarrobo, San Sebastián e incluso de Santiago a atenderse conmigo", expresa.
"Una como depiladora también es sicóloga y tengo que quedarme calladita con lo que me cuentan", sostiene. Lamentablemente, la confianza y calma que suele primar se ha visto interrumpida por líos ajenos a la temperatura de la cera. "Una vez ocurrió que tenía dos clientas, yo veía que el marido venía a dejar a una y a la otra la venía a dejar el pololo, era el mismo auto, pero yo jamás lo asocié. Hasta que un día se encontraron acá, la del marido ya sabía, y se agarraron a combos, y una estaba con puros calzones y sostenes. Ellas creían que yo sabía, fue terrible", dice aún entre la risa y el asombro.
A pesar de estos extraños gajes del oficio, Katherine declara que "siento un afecto muy grande por cada una de mis clientas. Tenemos una relación de cariño. Tengo clientas de distintos lugares y clases sociales, y con todas me llevo bien y a todas las atiendo por igual".
Futuro
Con 20 años de trayectoria, la sanantonina continúa soñando con seguir creciendo en su oficio: "Me gustaría tener mi propia marca de cera, una marca registrada con mi nombre. También sería lindo tener un centro de depilación en un lugar céntrico".
Sus otras metas tienen relación con la familia que formó junto a Marcelo, su hija y el hijo de él: "me gustaría tener la casa propia y lograr que nuestros hijos saquen sus carreras gracias a la depilación", sostiene con alegría.
"Yo fui mamá soltera y fueron tiempos muy difíciles para mí. Me iba tan mal que a veces no tenía que comer",
Katherine Corvalán