La ceramista que a sus 81 años derriba los prejuicios sobre la vejez
Amelia León llegó hace cinco años a San Antonio, donde continúa desarrollando su pasión por el arte, a través de clases online y exposiciones.
"Desde siempre he sido activa, porque yo no concibo eso de quedarse frente al televisor llorando lo que ya pasó. Tengo el hoy, mañana no sé, así que aprovecho de vivir el día". Esa es la filosofía de Amelia León, una ceramista de 81 años que se ha hecho presente en la escena artística de San Antonio.
Amelia, o Melita como la llaman de cariño sus cercanos, es alumna de un taller de dibujo del Centro Cultural San Antonio; participa en talleres para un envejecimiento activo; pinta; escribe; es ceramista; y fue una de las 16 artistas que expuso en la muestra online "8M Arte y Lucha", organizada por la Antigalería FloresSyN.
Ceramista
Desde que era una niña y vivía en Santa María -un pequeño pueblo de la provincia de San Felipe-, Melita estuvo conectada con el arte: "Siempre me gustó dibujar y escribir", dice. Y aunque estas expresiones la han acompañado gran parte de su vida, fue a sus 20 años que descubrió su vocación.
"Estudié tres años cerámica en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar, en doble horario: entraba a las 3 de la tarde y salía a las 8 de la noche", recuerda.
Esa movida rutina fue reemplazada cuando contrajo matrimonio a comienzos de los años setenta. "Me casé y me dediqué a mis hijos, que son seis. Ahí dejé en pausa la cerámica, porque siempre la inquietud estuvo, y me dediqué totalmente a ellos. En las vacaciones de invierno, cuando los niños se ponían medios jodidos porque no podían salir por la lluvia, los sentaba en una mesa con arcilla y se entretenían montones. Con la arcilla todos se tranquilizaban", comenta.
Antes de trasladarse a San Antonio en 2015, Amelia estuvo tres años viviendo sola en Valparaíso, donde retomó sus estudios. "Para mí la cerámica es como respirar, tengo que hacerlo", sostiene la vecina de Villa Miramar, que incluso hizo un video educativo sobre esta técnica para el centro cultural sanantonino.
-¿Por qué es tan importante la cerámica para usted?
-Por la edad, tengo artrosis en las manos y la arcilla me ayuda, porque me permite mover las manos y los dedos de diferentes formas. Siempre me ha gustado, pero ahora me gusta más porque es como un remedio, es terapia. Es terapia mental también, porque mientras trabajo estoy pensando cómo voy a decorar, qué es lo que me gustaría hacer después. Yo no uso moldes y a veces hago cosas abstractas, estoy siempre probando.
-Algunas de sus creaciones fueron expuestas de forma online por la Antigalería FlorSYN, ¿cómo surgió su participación?
-Una amiga me invitó a ver una exposición a la galería, donde conocí a Flor (Soiza, dueña de la galería) y ahí nació la idea de invitarme y obviamente acepté, porque yo trabajo harto y estaba solo acumulando mis piezas en la casa.
Amelia agrega que "fue lindo participar en la exposición, recibí muchas felicitaciones y eso es una motivación para continuar en lo que estoy haciendo. Estoy agradecida".
Amor al arte
La creatividad y la curiosidad siempre han caracterizado a Amelia. "Me gusta el arte porque es algo que nunca se termina de aprender", sostiene, y por eso cuando llegó a San Antonio se inscribió en un curso de pintura del centro cultural, donde estuvo durante tres años.
"He aprendido otras técnicas y las he ido aplicando en cerámica. Me gusta cómo están quedando las cosas, no se me habría ocurrido antes si no hubiera ido a aprender pintura", señala.
Incluso con las limitaciones de la pandemia, ella no ha dejado de participar y cada miércoles ingresa a un taller online de dibujo. "Me considero privilegiada, porque tengo un computador para mí y cuando no entiendo algo me ayudan, me enseñan. Hay mucha gente mayor que no le gusta que la gente joven le enseñe, cuando eso es aceptable. ¿Qué tiene de malo que te enseñe un nieto?, ¿por qué uno tiene que saber todo? No poh', si uno no nace sabiendo", reflexiona.
-¿Los talleres de arte en que participa están dirigidos a adultos mayores?
-No, hay pura gente joven, si yo soy la "agüeli" del curso, pero me tratan todos de igual a igual, nadie es más ni nadie es menos, estamos todos aprendiendo, da lo mismo la edad que uno tenga. Yo no siento que me discriminen, por el contrario, nos ayudamos entre todos. Yo la paso súper bien y los he echado mucho de menos, tomar el té y compartir con unas galletas con ellos, porque nosotros compartimos como compañeros.
-Muchas veces los adultos mayores reciben otro trato solo por su edad, ¿usted ha experimentado eso?
-Eso se llama edadismo. "Pobrecito el viejito", que "el abuelito", cuando no es necesario, si uno sigue siendo una persona igual. Yo iba a comprar a todos lados sola y una vez estaba esperando el colectivo en San Antonio y se me acercó una señora y me dijo 'usted sabe para dónde va'. Le respondí 'sí, claro, sé adónde voy y de dónde vengo, es que estoy esperando el colectivo'. Quizás ella se sintió mal, yo tomé como bien graciosa la cosa, no me quise molestar porque consideré que la señora lo hacía con la mejor de las intenciones, pero igual me sorprendió, pensé 'pucha, tan vieja me veo'.
Adiós prejuicios
Los adultos mayores tienen mayor riesgo de sufrir aislamiento social, debido a problemas de salud y a otros factores sociales, lo que incide directamente en su calidad de vida. Amelia participa en talleres del Centro Interdisciplinario para el Desarrollo del Adulto Mayor Gerópolis, donde ha aprendido sobre el "envejecimiento activo", que según la Organización Mundial de la Salud es el proceso para mejorar la calidad de vida en la vejez.
Con esos conocimientos, ella muchas veces ha decidido aportar a la vida de otras personas de su generación.
"En Valpo, como yo salía todos los días, varias veces me encontré con gente y les preguntaba si iban a la oficina del adulto mayor y me respondían 'no, es que a mi edad...'. ¡Pero qué tiene su edad! Generalmente tenían menos edad que yo, pero su entorno los hacía sentirse así, y más de una vez logré, felizmente, que la gente fuera a la oficina comunal de allá".
-¿Cómo lo conseguía?
-Yo les decía vaya a la oficina y yo la espero allí y la llevo a algún taller para que usted vea. Eso me hacía sentir bien, porque como que ellos mismos pensaban '¡que van a decir los demás!', el famoso "qué dirán", que no lo abandonan nunca.
Para Amelia, "el qué dirán se lo meten a uno en la cabeza cuando es niñita: 'no hagas eso por el qué dirán'. Por lo menos, en mi generación era así, en el pueblo donde yo viví -pueblo chico infierno grande- era peor todavía. Pero hay que sacudirse un poco de esa cosa, si seguimos siendo personas".
"Estudié tres años cerámica en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar, en doble horario: entraba a las 3 de la tarde y salía a las 8 de la noche",
"En las vacaciones de invierno, cuando los niños se ponían medios jodidos porque no podían salir por la lluvia, los sentaba en una mesa con arcilla y se entretenían montones. Con la arcilla todos se tranquilizaban".
Amelia León
"Me considero privilegiada, porque tengo un computador para mí y cuando no entiendo algo me ayudan, me enseñan. Hay mucha gente mayor que no le gusta que la gente joven le enseñe".
"Me gusta el arte porque es algo que nunca se termina de aprender".