La tensa espera que convirtió en panadero a un viajero sanantonino
Mientras cruza los dedos para que le salga una visa para vivir en Alemania, Óscar Acevedo está horneando y vendiendo panes de masa madre, una receta que aprendió cuando quedó "atrapado" en Berlín.
La pandemia llegó con fuerza a cambiar los planes de toda la humanidad. También los de Óscar Acevedo, un sanantonino de 27 años que estaba en pleno proceso de construir su vida lejos de casa, en Copenhague.
"El año pasado viajé a Dinamarca y solicité la visa para quedarme. Se demorarían un mes en responderme y por mientras decidí irme a Alemania, donde vive mi hermana. Cuando llevaba unos días allá, llegó la pandemia, cerraron las fronteras y me tuve que quedar", cuenta.
Pasó el primer mes y nada. El segundo lo mismo y al tercero recién tuvo una respuesta. "Me dijeron que por el covid no aceptaban a nadie más en el país y me dieron un papel pa' devolverme a mi ruca", manifiesta entre risas.
Pero en esos meses, Óscar, quien vivió en China, se maravilló con el país germano. "Me pasó que en China nunca me sentí 100% adaptado y acá en Chile tampoco (…). En Alemania llegué y al mes ya estaba listo, aprendiendo alemán y me hice buenos amigos. Imagínate que encontré polola. Y me gustó el sistema del país pa' vivir", afirma.
"Comida china"
A los 18 años, y sin querer, el sanantonino comenzó a buscar su lugar en el mapa. "Va a sonar súper pretencioso, pero nunca me sentí muy cómodo acá. Me iba como el forro en la escuela, pasé por cuatro colegios, y siempre los profes me decían que yo iba a terminar drogadicto o delincuente. Entonces, pasé toda mi vida sintiéndome sin ser parte de", revela.
"Y a los 18 mi papá, que tiene negocios en China, me preguntó qué iba a hacer y le dije 'no sé'. 'Ándate pa China', me contestó, y yo: 'ya po', me voy'. Seis meses después estaba en un avión rumbo a lo desconocido".
Óscar se fue a estudiar chino mandarín en una universidad de Yangzhou. "Al principio estaba súper bien, pero yo soy súper mamón, me sentía solo y era chico. Duré un año allá", comenta.
-¿Fue muy grande el choque cultural?
-Fue brígido, me bajé del avión y fui ciego, sordo y mudo al toque. Más encima mi papá me mandó a un pueblo donde nadie hablaba inglés, por eso aprendí el idioma altiro.
A pesar de los inconvenientes iniciales, reconoce que las dificultades con el idioma lo llevaron a pasar inolvidables momentos. "Me hice un amigo suizo que tampoco hablaba mucho chino. Todos los días íbamos a almorzar comida sorpresa al mismo restaurant, pasábamos el dedo por el menú y donde parábamos, eso comíamos. Pasó el tiempo y un día nos acordamos de ese restaurante donde íbamos cuando no sabíamos chino y nos dimos cuenta que tenía un cartel gigante que decía 'comida tradicional cantonesa de perro'. Como tres meses estuvimos comiendo perro. Nunca más volví a comer ahí", recalca.
Nuevo rumbo
Tras su estadía en el gigante asiático, regresó a estudiar publicidad y cuando terminó la carrera se fue a trabajar a Santiago, donde la incomodidad volvió a aparecer. "Estuve trabajando en agencias y sentía que estaba viviendo la vida de alguien de 50 años, pero tenía 25. Llegaba a las 9 de la mañana a la oficina y me iba a las dos o las tres de la mañana. Era horrible".
En ese momento, cuenta, "puse en Google cuál era el lugar más feliz del mundo y apareció Copenhague. 'Ahí voy a vivir', me dije, porque yo tenía una vida de mierda en Santiago y quería arrancar de eso".
Con esa meta viajó a Europa, pero la pandemia lo hizo alejarse de la ciudad más feliz del mundo y Óscar comenzó a desarrollar ese sentimiento en tierras germanas, por lo que decidió solicitar la visa para vivir en ese país.
Descubrimiento
Mientras hacía los trámites, consiguió un permiso especial para quedarse en Alemania hasta marzo de este año. En ese momento, además, se puso manos a la obra.
"Yo cocino caleta y mi hermana, que lleva viviendo allá harto tiempo, me dijo 'sabís, mataría por una marraqueta'. Busqué recetas en YouTube y me quedaron buenas. En ese momento, hacer pan se transformó en una terapia para mí", asegura.
Luego, vino el pan amasado y un descubrimiento que revolucionó su vida. "Mi hermana vivía con un francés y él empezó a hacer pan, me fijé que hacía una mezcla con agua y harina y la dejaba por días, le pregunté qué era y me dice 'masa madre'. Yo no tenía idea lo que era, pero él me llevó a un lugar donde vendían ese pan y me explotó el cerebro, estaba muy rico. Ahí me obsesioné con la masa madre, la fermentación, el pH, la humedad, las harinas, todo".
"Patúo"
Óscar se motivó e hizo su propia masa madre, que es un fermento compuesto de agua y harina que no requiere levadura. Cuando obtuvo el resultado que quería, transformó un encuentro casual en una oportunidad.
"Como estaba tirado en Alemania, que no es barato, y no podía trabajar formalmente, me puse hacer pan para vender. Y un día, yo igual soy patúo, escuché en la calle a un loco que le estaba contando a otro que había abierto un café y no tenía proveedores de pan. Y yo fui y le dije: 'yo hago pan'. Me contestó que le llevara una muestra pa' probarlo, yo creo que no me creyó, pero al otro día le llevé un pan y de ahí me empezó a comprar todos los días".
Esa no fue la única vez que le sacó provecho a su talento y personalidad. "También me puse a vender empanadas. Para el Plebiscito, por ejemplo, vendí empanadas afuera del consulado a todos los chilenos".
La visa
Mientras se ganaba sus euros como panadero, Óscar continuó haciendo los papeles para conseguir una visa como publicista freelance. Fue a la Oficina de Migración a presentarlos en septiembre pasado, pero le dijeron que volviera en febrero.
"Llegó el 4 de febrero, fui nervioso y con mi carpeta llena de ilusiones, y me dicen que no me pueden dar la visa, porque mi visa de turista no era compatible con la de trabajador. Me dieron un papel para salir de Alemania y postular desde una embajada en otro país. Mandé correos a las embajadas, pero todos me dijeron que no estaban atendiendo por el covid".
Mientras intentaba resolver esta inesperada situación, a través de su polola conoció a un alemán dueño de una gran empresa que le ofreció trabajo. Por fin se abría una posibilidad real. "Cuando firmé el contrato le mostré el papel que me dieron en la embajada y me explicó que me estaban echando de Alemania de una buena forma y que el país al que me fuera a pedir la visa me podía deportar si quería. Que te deporten de Europa significa 10 años sin ingresar al país que te deportó y cinco años sin ir a la Unión Europea", recalca.
-¿Y qué hiciste?
-Me dijo que lo mejor que podía hacer era respetar lo que me señaló la Oficina de Migración e irme a Chile. A la semana estaba en Chile. Me vine con lo puesto, porque venía por tres semanas, que es lo que le dijo el embajador a ellos que tardaría el proceso, pero llegué aquí y había fase 1 en todos lados y también en Vitacura, donde está la embajada. Venía por tres semanas y ya llevo casi tres meses.
Panzón
En estos largos meses, mientras la tensión subía por la lentitud en los trámites, Óscar se refugió nuevamente en su talento. "Me puse a hacer pan de nuevo, volvió a ser mi terapia como antes", declara.
Poco a poco, sus panes llamaron la atención. "Tenía tanta gente que me decía qué rico tu pan, que decidí empezar a hacer trueques. Cambié pan por unos alfajores, otra vez por un corte de pelo, y así empecé".
Luego, dio un nuevo salto. "Decidí comenzar a vender, me hice un Instagram y en un día me hablaron como cuarenta personas, pero les tuve que decir que no podía porque el horno que tenía era muy pequeño", cuenta sobre el inicio oficial de "Panzón", como bautizó a su negocio (disponible en Instagram como @Panzonsa).
Con el aumento de la demanda, Óscar decidió comprarse un horno industrial y actualmente recibe pedidos diarios de pan de masa madre, amasados y marraquetas, mientras espera la respuesta de la embajada para volver a encontrarse con su polola alemana y con el país donde por fin se sintió como en su propia casa.
"Me pasó que en China nunca me sentí 100% adaptado y acá en Chile tampoco (…). En Alemania llegué y al mes ya estaba listo, aprendiendo alemán y me hice buenos amigos. Imagínate que encontré polola",
Óscar Acevedo
"También me puse a vender empanadas (en Alemania). Para el Plebiscito, por ejemplo, vendí empanadas afuera del consulado a todos los chilenos",
Oscar Acevedo