por Yvaín Eltit, presidente Sociedad de Folclor Chileno.
Dos son las tesis que se han tejido en Chile acerca de la cueca, una asociándose con el "roto", particularmente por el dramaturgo Antonio Acevedo Hernández (1886-1962), y la otra que varios pretendemos rescatar es su genealogía afroperuana y mestiza, la cual en permanente cambio ha sido resituada, siendo sus portavoces Pablo Garrido Vargas (1905-1982) y el músico Roberto Parra Sandoval (1921-1995), la que perfilamos acá.
Sabemos que la zamacueca es la madre de danzas como: chilena (posteriormente cueca), marinera, refalosa y zamba, incluso algunos la emparentan con el tondero. Fue a fines de la década de 1960 cuando se rompe el proceso de letras contemplativas y melancólicas que rigieron a la cueca por décadas. Será Roberto Parra quien generará una estética con y desde el pueblo, basándose en su diario vivir, es decir, sus emociones, pasiones y desamores en bares, burdeles y conventillos. Al respecto confiesa: "ahí vivía yo, ahí conocí al escapero, que es lo que es el cogotero, un hombrero, patines de medianoche, de ahí salieron todas mis cuecas choras".
La etimología de la palabra choro proviene del pueblo gitano de España, y quiere decir "chorar", significando literalmente robar, entonces choro es "ladrón". Es posible comprender el origen popular y rupturista de las cuecas choras, tan arraigado en el Chile contemporáneo. Para Garrido esto se explica porque: "el proceso cultural, siendo el conjunto de fases sucesivas de un fenómeno material y espiritual, no es estático ni responde a etapas sincrónicas del desarrollo de la humanidad".
Parra había llegado a San Antonio en 1958 contratado como guitarrista en la orquesta Cabaret Luces del Puerto, donde conoció a la mítica "Negra Ester", una artista con la que tendrá un furtivo romance y será la inspiración, primero para sus décimas (1980), después en 1988 inmortalizaron la obra del mismo nombre junto al director teatral Andrés Pérez Araya (1951-2002).
No obstante, donde Parra despliega todo su sabor es en composiciones como "La perra con el perro", la cual trata sobre el apareamiento de dos caninos, quienes corren en las inmediaciones de calle Bandera con el río Mapocho. Otra pieza es "la cueca del chute Alberto", innovadora interpretación en coa (jerga utilizada por delincuentes y presidiarios chilenos), llevándonos a la defunción de un hombre encontrado a orillas del río Bío-Bío, esto se explica porque lo "mataron por longi, / por aniñado. / No dijo ni hasta luego; se fue cortado".