Ese milagro llamado Diego Maradona
Netflix estrenó "Fue la mano de Dios", ejercicio de nostalgia ambientado en el Nápoles de los años 80, cuando el futbolista argentino se transformó en ídolo de multitudes.
Por Andrés Nazarala R.
Familias numerosas, almuerzos, diálogos cruzados, la vida cotidiana en Nápoles. "Fue la mano de Dios", la nueva película de Paolo Sorrentino, disponible en Netflix, comienza como una comedia costumbrista ambientada en los años 80 que, iluminada por el fantasma de Federico Fellini, no le tiene miedo al ruido, las exageraciones ni la extravagancia. Al centro de todo está Fabietto Schisa (Filippo Scotti), un adolescente en fase de descubrimiento que adora a su padre (Toni Servillo), desea a su tía (Luisa Ranieri) y está expectante frente a la posible llegada de Diego Armando Maradona al Nápoles. Su hermano mayor, Marchino, es un aspirante a actor que acude a un casting para una película de Fellini. Cuando vuelve le cuenta a Fabietto algo que dice el maestro y que, de alguna manera, iluminará el camino para lo que viene: la realidad es vulgar; el cine es un refugio, un plano habitable.
"La grande belleza", el aclamado largometraje que Sorrentino dirigió en 2013, ya nos enfrentó a una dinámica singular: la comedia farsesca combinada con el intimismo reflexivo. "Fue la mano de Dios" sigue esa misma fórmula. Es una película que comienza ruidosa y termina silenciosa; inicia con multitudes y concluye con el personaje en una profunda soledad. El punto de quiebre es una tragedia que no revelaremos aquí para no spoilear, pero se trata de un hito en la vida del protagonista que dividirá el filme en dos partes, dos estilos contrapuestos, dos tonos. Es un hecho que funcionará como contraparte de "La mano de Dios", acaso el episodio deportivo más épico, raro y memorable de la historia del fútbol.
Sorrentino gana terreno en la segunda mitad, cuando trabaja con el dolor y el silencio. Afortunadamente, modera la ambición discursiva de "La grande belleza" o "Juventud", películas que pecan de cierta soberbia al tratar de abordar los grandes temas de la vida humana como son la muerte, el amor, la vejez, la religión (ese gesto revive por otra parte el espíritu que tenía el gran cine italiano, pero reservemos esas intenciones a los grandes maestros). Ahora ofrece un ejercicio intimista, autobiográfico en la reconstrucción de época y, especialmente, en relación a la motivación vital del personaje central. El cine puede ser una puerta de escape, una forma de construir una realidad mejor a la que vivimos y hay grandes películas que transmiten esa idea. También está la nostalgia según Fellini, la idea de que la reconstrucción del pasado y la indagación en la memoria no tiene que ser necesariamente fiel a la verdad. Los sueños y la fantasía también se pueden infiltrar en ese ejercicio. Sorrentino lo sabe y por eso filma una película que, a pesar de usar la materia prima de los recuerdos, se siente a ratos como un sueño.
En resumen
"Fue la mano de Dios" es el noveno largometraje de Sorrentino.