Por Andrés Nazarala R.
La dictadura del algoritmo, las modas pasajeras o la obsesión por formar una industria han distanciado a muchos cineastas chilenos de las utopías que probablemente tenían cuando se formaron. No es el caso de Roberto Doveris, director, productor y docente inquieto que se ha mantenido fiel a una forma de hacer cine, al margen de los fondos oficiales y las concesiones. Después de su sorprendente ópera prima "Las Plantas" (premiada en la Berlinale), regresa ahora con "Proyecto fantasma", película que fue seleccionada en la Competencia Oficial de Rotterdam, uno de los festivales más interesantes del mundo, vitrina de propuestas arriesgadas y contemporáneas.
Entrañable, lúdico y desprejuiciado, el largometraje de Doveris fue grabado en su propio departamento. Este detalle, que en el caso del gran John Cassavetes era una forma de ahorrar presupuesto dentro de sus obras autofinanciadas, encuentra aquí un sentido más profundo: "Proyecto fantasma" es un homenaje a su entorno, a sus amigos, a su barrio (Ñuñoa), a su estilo de vida. Aunque nunca vemos al cineasta en escena (podríamos reflexionar sobre la figura del director de cine como un fantasma dentro de la historia), sí seguimos a sus cercanos en los espacios que habitualmente frecuentan. La espontaneidad naturalista de este cine doméstico convive con el artificio en un ejercicio que, finalmente, es un homenaje al arte cinematográfico.
El cine no debería tratar de recrear fielmente la vida porque es una realidad paralela y esta falsa comedia de fantasmas lo entiende. Gravita entre la frescura del registro documental y el juego constante. No está interesada en el horror sino que en el amor. La mirada está puesta atentamente en la intimidad de los encuentros entre amigos, los diálogos, la música, las luchas cotidianas, las relaciones, el sexo, las terapias de sanación, las plantas, la cultura pop y las pantallas con las que convivimos. El interés abarca la múltiple oferta de youtubers que aloja la red o la presencia distante de una famosa actriz interpretada por Ingrid Isensee. Al centro, y como línea argumental estructuradora, está la búsqueda profesional y financiera de un joven actor gay que busca un lugar en el mundo. Como juego, metáfora y nexo entre personajes, hay también un fantasma que no buscará aterrar a la audiencia ni menos tensionar una película que circula por camino propio.
Con sus digresiones y juegos (Roberto Doveris vuelve a insertar trazos de ilustración animada sobre la imagen, como lo hizo en "Las Plantas"), "Proyecto fantasma" es una luz dentro de una filmografía chilena marcada por cierta inclinación hacia la sordidez. Si una película es capaz de decirnos algo sobre un director, podemos advertir en Doveris una mirada bondadosa y compasiva del mundo. Aquí no hay corrosión ni furia. "Proyecto fantasma" es una celebración.