Los mil y un recuerdos del jardinero más antiguo de Santo Domingo
A sus 85 años, Francisco Zúñiga recuerda cada uno de los pasajes de su vida y de gran parte de la historia de la comuna que lo albergó desde muy joven y en donde fue reconocido por crear y mantener majestuosos jardines.
Con el objetivo de ayudar a su madre en la crianza de sus nueve hermanos, Francisco Zúñiga (85) comenzó a trabajar desde muy pequeño. A su padre solo lo conoció a través de fotografías luego de que este perdiera la vida en un accidente a caballo.
Antes de llegar a la jardinería, este vecino de Santo Domingo se desempeñó en diferentes oficios.
"La mamá no nos podía alimentar a todos, entonces yo me ofrecía para ir a buscar agua, para las compras de la gente. No me pagaban, pero me daban comida para mí y mi hermano más chico", rememora con una lucidez envidiable.
Un día, mientras se dirigía a la escuela, fue contactado por el dueño de una carnicería que hacía repartos a hoteles de San Antonio, y como siempre fue busquilla, aceptó de inmediato la propuesta de trabajo.
"Tenía dos entregas. Una en Pedro Montt, en el restaurant La Serena, y la otra en Bombero Molina, en una residencial. Él me armaba los paquetes de carne en un canastito chico que apenas me podía. Dejaba el pedido y el sábado tenía mi plata", relata sobre uno de sus primeros oficios.
En la chanchería
En esta búsqueda, Francisco también fue ayudante de maestro en una chanchería donde hacía paté, queso cabeza, jamón y longanizas. Más adelante, junto a uno de sus hermanos, ayudó a levantar ladrillos en una obra en el puente Arévalo. "Cuando teníamos tiempo íbamos a la leña. Después se la vendíamos a la señora Dora que amasaba. No nos daba plata, pero sí el pan para la mañana y la tarde y con eso le daba a mi hermano".
Francisco llegó a la jardinería gracias a un hombre llamado Jesús, quien estaba a cargo del vivero municipal de Santo Domingo cuando la comuna contaba con muy pocos habitantes.
"Don Jesús, de quien no recuerdo su apellido, vivía muy cerca de mi casa, y un día me vio haciendo fuego en esas cocinas económicas y me dijo 'no fuiste a trabajar'. Le conté que el dueño de la carnicería se había perdido en el vicio y ahí me comentó que necesitaba a un niño para que lo ayudara. Al otro día me llevó a Santo Domingo para que viera lo que tenía que hacer", relata.
"Él estaba a cargo del vivero de la municipalidad que estaba en calle Arturo Phillips y que ahora es el corral municipal. Ahí hacían los maceteros con los almácigos de pino. Él los armaba (almácigos) y a mí me tenían para echar la tierra a los maceteros", recuerda.
De a poco, la comuna comenzó a crecer, y esto llevó a Francisco y a su jefe a doblegar los esfuerzos. "En Santiago la gente que se estaba haciendo casa comenzó a recomendarlo. El empezó a hacer los jardines y llegó a tener diez ayudantes. Lamentablemente entró en el vicio y comenzó a dejar los trabajos botados".
Por esos días, mientras Francisco trabajaba en un jardín, una mujer se le acercó para ofrecerle una propuesta laboral. "La señora me preguntó si yo trabajaba con el maestro (Jesús). Le dije que sí, y ella me contó que necesitaba a alguien que le atendiera el jardín y si me atrevía a hacerlo. Le respondí que sí porque no tenía trabajo", señaló.
Su esfuerzo fue dando frutos, tanto así que en un momento llegó a tener 29 jardines a su cargo. "El último jardín lo hice en avenida El Litoral 61, antes de caer enfermo. Cuando tenía muchos jardines trabajaba todos los días, incluso llegué a tener cuatro ayudantes".
Recuerdos
A medida que avanza la conversación son muchos los recuerdos que se asoman. Francisco fue uno de los primeros habitantes de Santo Domingo. Junto a su mujer y sus dos hijos levantaron su hogar con sus propias manos.
"Cuando llegué era pura piedra. El agua la llevaban en tambor. Primero hicieron unos estanques en Los Papayos, que me parece que todavía están y con eso le daban agua a la poca gente que había en Santo Domingo. También traían agua desde La Princesa en tubos que llegaban a un estanque ubicado donde actualmente está Coopagua, y desde ahí repartían", recuerda.
Este jardinero fue testigo del trabajo realizado por cientos de hombres, quienes, según su relato, "le robaron terreno al mar" y para eso sacaron la tierra de la plaza de las Flores, también conocida como "Plaza del Hoyo". "La plaza era pareja y de ahí sacaron la tierra para hacer la playa".
"Pusieron palos de roble enterrados a cierta distancia y de ahí lo fueron tejiendo con varas de eucaliptus, y amarrando. Trajeron todo el desperdicio de los trabajos que estaban haciendo en la cantera para hacer el camino a Cartagena. Después fueron echando tierra. El mar ya no tenía salida y por eso hicieron la avenida El Mar", explica.
Sobre esas mismas obras, cuenta que "corrieron las dunas con esos carros que trabajaban los mineros, unas tolvas de fierro que las llenaban a pura pala. Las cuadrillas eran de unos cien hombres. Todas las dunas las corrieron hacían la playa y les pusieron unos durmientes de palos de eucaplitus. Instalaron los rieles y así trabajaban. Yo vi como corrieron el mar".
El incendio de la iglesia de San Antonio es otro hecho que este vecino de la comuna parque recuerda como si fuera ayer. Muchas fueron las teorías sobre el origen del fuego, aunque Francisco afirma que la tesis que más se escuchó en esa época tenía relación con el descuido de un maestro al que se le habría olvidado cerrar un tambor con bencina. "Decían que había prendido un fósforo para encender un cigarro, provocando una explosión que agarró la iglesia y la escuela donde estaban las monjitas".
Este lamentable hecho movilizó a toda la ciudad. Comerciantes y vecinos de San Antonio se unieron para levantar una nueva iglesia. "El maestro Perico González estaba a cargo de la obra y unas 15 personas ayudaron a construir la iglesia. Se hicieron los andamios para ir estucando y a mí me tenían para que echara la mezcla a los bolsones. La gente ayudó mucho, al igual que el comercio, hasta que se construyó la iglesia que hay actualmente",
Reconocimiento
Con el paso del tiempo, Francisco fue ganando experiencia en la construcción y mantención de jardines que lo llevaron, en varias oportunidades, a convertirse en el flamante ganador del tradicional concurso de jardines de Santo Domingo. En el 2018 fue reconocido por su trayectoria.
"Los concursos se hacían donde estaba la piscina. Los premios los entregaba Almacenes Paris, casa García y La Polar de Bascuñán. Después de un tiempo dejé de participar, pero tengo los mejores recuerdos de las amistades que tuve porque éramos una familia y muy unidos", indicó.
En el 2018 y mientras se encontraba trabajando, Francisco sufrió un infarto que lo dejó con cero expectativas de vida. Su familia tuvo que prepararse para el peor de los escenarios.
Contra todo pronóstico, este querido jardinero logró recuperarse y hoy vive rodeado del cariño de su hija y de sus nietos.
"La mamá no nos podía alimentar a todos, entonces yo me ofrecía para ir a buscar agua, para las compras de la gente. No me pagaban, pero me daban comida para mí y mi hermano más chico".
"El último jardín lo hice en avenida El Litoral 61, antes de caer enfermo. Cuando tenía muchos jardines trabajaba todos los días, incluso llegué a tener cuatro ayudantes".