Los últimos areneros de Lo Gallardo y su sacrificada vida junto al río Maipo
Los hermanos Ladislao y Germán Guzmán Barraza ejercieron este oficio juntos por más de medio siglo. Hoy solo uno de ellos sigue esta tradición familiar que heredaron de su padre.
A orillas del río Maipo, con un escenario natural rodeado de flores y frondosos árboles, los hermanos Ladislao (79) y Germán Guzmán Barraza (74) han compartido cerca de 60 años dedicados al oficio de arenero, aunque hoy solo uno de ellos continúa ejerciéndolo en la localidad de Lo Gallardo, a pasos del puente del mismo nombre.
Pese a que dedicaron su vida a una labor tan sacrificada y de mucho esfuerzo físico, estos vecinos del sector rural de San Antonio se muestran contentos del camino recorrido juntos. Con simpatía y sencillez recuerdan su trayectoria para que sea un testimonio de este oficio que inevitablemente está llegando a su fin. Cuando Ladislao se enfermó hace cuatro meses, por orden médica tuvo que dejar de lado su pala, y así Germán se convirtió en el último arenero del pueblo donde han vivido siempre.
"Esta es la tercera generación de areneros de mi familia. Antes de mi papi había otros viejitos, los bisabuelos, nosotros somos los últimos areneros. Éramos nueve hermanos y mi papi nos llevaba desde chicos para que lo ayudáramos y nos fuéramos acostumbrando", afirma el menor de estos hermanos.
-Don Germán, ¿por qué quiso dedicarse toda su vida a ser arenero?
-A mí me gustó, nací para esto y aquí voy a morir. Me gusta el peso pesado, he trabajado en ladrillos, he levantado más de 200 kilos en carretilla y acarreando barro también. Así es que no siento peso, ni dolor en el cuerpo, nada.
-¿Le hubiera gustado que alguien de su familia continuara con esta ocupación?
-Mis chiquillos no. Tengo tres mujeres y dos hombres, uno trabaja en construcción y el otro de peoneta. Ninguno quiso seguir en esto y no me habría gustado tampoco.
-¿Cómo era este trabajo antes?
-Yo venía para acá con mi hermano, pero ahora jodió, porque tiene casi 80 años y tuvo un infarto el otro día, no puede trabajar más. Nosotros empezamos muy temprano, cargamos camiones con 10, 12 y 14 metros de arena. Cuando llegó el primer camión tolva a San Antonio, éramos cuatro peonetas y cargábamos ocho viajes diarios, desde las 5 de la mañana hasta que se oscurecía. Ganábamos $5.600 a la semana.
-¿Le afecta no poder seguir trabajando con don Ladislao, su partner de toda la vida?
-Sí, pero se tiene que cuidar. El otro día llegó enfermo de las caderas a la casa, donde dejó de trabajar. Hace como seis meses se empezó a marear y le dio algo que se lo tuvieron que llevar a Valparaíso. Yo creía que no iba a volver más, pero se salvó y acá está. Hemos trabajado todo el tiempo juntos, pero ahora no puede y me quedé trabajando solo. No quiero ni que venga a acompañarme porque se puede tentar con la pala.
-¿Cuál es la utilidad de esta arena?
-Esta arena se usa para el estuco, sirve para estucar departamentos y distintas construcciones, en realidad sirve para todo. Se revuelve con arena gruesa nomás.
-¿Hacer tanta fuerza todos los días le ha generado algún problema físico o de salud?
-Cuando trabajaba cargando ladrillos quedé con la columna torcida, pero trabajando no siento nada. En la noche nomás cuando me acuesto siento como si me estuvieran quebrando los brazos.
-¿A qué hora empieza a trabajar?
-Me levanto a las 5 ó 6 de la mañana y me vengo para acá porque no me gusta estar en la casa, me aburro, pero me voy temprano, como a las 10, para qué voy a estar leseando solo. La verdad es que soy nacido y criado acá y me gusta estar aquí. En la casa me preguntan '¿no te da miedo ir para abajo en la noche?' Y les digo, no, a qué le voy a tener miedo, no me va a salir el diablo, si soy él mismo.
-¿Qué le dijo su señora cuando supo a qué se dedicaba?
-Yo he tenido dos mujeres, la primera se me fue (ríe a carcajadas), es que nos juntamos muy jóvenes. Después conocí a la segunda mujer que tengo y llevo más de 30 y tantos años con ella. Ahí estoy cuidándola porque ya tiene 75 años. Yo estoy entrando en los 74, pero todos me dicen que me veo más joven, soy como el vino que no envejece.
-Me imagino que debe tener muchos recuerdos después de tantos años de oficio...
-Acá, este puente (de Lo Gallardo) que debe ser del año 56 ó 57, también sacamos material para los pilares, porque antes no había máquinas para escoger el material, así es que harneábamos nosotros mismos, puro ripio chiquitito, granos, de esos sacamos para los pilares. Donde está el puente viejo para allá, sacábamos unas tremendas rumbas de ripio. Hemos trabajado tanto nosotros que la gente no entiende por qué estamos vivos (ríe). Es que nos entretenemos en esta cuestión aquí.
-¿Qué les decía su mamá cuando eran niños y se iban a trabajar con su papá?
-Ella no podía opinar ninguna cuestión, porque era el hombrón el que mandaba, y si le decía que nos dejara tranquilos, que no nos llevara a trabajar, se desquitaba con ella. Si así eran los viejos antes y todo lo que ganaba era para chupar, nos dejaba hasta con hambre a nosotros el viejito, que en paz descanse. Sufrimos mucho en la infancia. Mi mamá no tenía ni para tomarse un mate o para comprar un cuarto de azúcar a veces. Ahora me gustaría que estuviera viva para que tuviera todo lo que le faltó antes.
-¿Qué siente al saber que con usted se termina el oficio de arenero en Lo Gallardo?
-Soy el último que está quedando y voy a ver hasta dónde llego. Hasta que Dios diga hasta aquí nomás llegaste y partiste. La pala hay que echarla al cajón también para llevarla de recuerdo.
Amigo y hermano
Ladislao dejó de trabajar solo en junio de este año, cuando tanto sacrificio en jornadas extenuantes le pasaron la boleta, sufriendo un infarto que por poco le cuesta la vida.
-Ustedes son muy unidos, le debe costar no venir a trabajar con su hermano...
-Sí, toda la vida he trabajado con él, siempre nos hemos llevado bien. Aprendimos este trabajo desde chiquititos cuando nos llevaba mi taita y el que no lo seguía a trabajar en la noche lo esperaba con una huasca. En junio sufrí un infarto y caí al hospital Van Buren, llegué el día 3 y salí el 13. El doctor me dijo, nada más de palear. Desde ahí mi nieta me está cuidando. Además, ando con lumbago, cuando me siento me cuesta enderezarme.
-¿Cómo lo hacían para ir al colegio, don Ladislao?
-Siempre nos gustó la pega, nunca estrilamos. Nos veníamos tempranito y después de las islas (el lugar donde trabajaban), nos íbamos a la escuela rural de Lo Gallardo, que era la única que había. Llegamos hasta cuarto año y después no nos mandaron más.
-¿Qué es lo que más le gustaba de este trabajo?
-Lo que más me gustaba era sacar el ripio, la arena y trabajar en camiones, desde chico trabajé apaleando (sic) para cargar camiones. Es sacrificado, por eso estamos como estamos, pasa la cuenta tantos años con la pala, la picota, el harnero.
-¿Alguna anécdota que recuerde?
-A nosotros, cuando nos mandaban a llamar, salíamos con las palas a esperar los camiones afuera para ir a cargar. Una vez una mujer nos vio parados y nos trató de vagos. El marido le dijo 'si supierái en qué trabajan los cabros, te caerías de espalda'. No nos jodieron nunca más.
El más antiguo
Otro vecino de Lo Gallardo que es parte de la historia de este oficio es José Fidel Ordóñez Figueroa, que a sus 90 años es el arenero con vida más antiguo de esta zona rural de San Antonio. Su delicado estado de salud, debido a un enfisema pulmonar, lo obligó hace varios años a retirarse a su hogar donde hoy recibe los cuidados de su familia.
-Don José, ¿qué recuerdos tiene de su trabajo como arenero?
-Es pesado el trabajo por eso no seguí como arenero, se sufría un buen poco (se emociona). Ahora hace hartos años que no pasa nada. Los cabros (Ladislao y Germán) trabajan, pero yo no puedo, ni aunque quiera. Empecé a los 17 años a ayudar a mi papá, hasta que me dieron un número y dos banderas, una para la arena blanca y una roja para la arena negra. Si uno cambiaba la bandera que le tocaba lo castigaban. Así era el trabajo antes.
Hay que mencionar también a Ceferino Núñez Ureta, quien trabajó durante 55 años en el río. El pasado 22 de junio partió de este mundo a los 81 años.
"Éramos nueve hermanos y mi papi nos llevaba desde chicos (al río a sacar arena) para que lo ayudáramos y nos fuéramos acostumbrando",
Germán Guzmán
"Cuando llegó el primer camión tolva a San Antonio, éramos cuatro peonetas y cargábamos ocho viajes diarios, desde las 5 de la mañana hasta que se oscurecía",
Germán Guzmán