María Sánchez: "El teletrabajo no da tomates ni queso"
La escritora española María Sánchez desmenuza su "Tierra de mujeres", un delicado ensayo sobre memorias familiares y las voces femeninas que trabajan en el silencio del mundo rural.
Por Franco Fasola
Escritora, poetisa y veterinaria. La española María Sánchez (Córdoba, 1989) es eso y más. Voz potente de la nueva camada literaria española, sus textos recogen, en distintos formatos, (poesía, ensayo, manifiesto) los usos y la memoria viva de la mujer en los campos. ¿La gracia? Lo que ella ha experimentado en Europa tiene grandes conexiones con lo que le puede pasar, por ejemplo, a una temporera del valle central chileno en época de cosecha de cerezas.
En su primera visita a Chile, se encantó con "Herbario Mistraliano" de Gabriela Mistral, que conecta con sus trabajos poéticos como "Cuaderno de Campo", ahora disponible en Big Sur. Fue invitada a la pasada Feria del libro de Ñuñoa y a la cátedra Bolaño de la UDP por su premiada "Tierra de mujeres. Una mirada íntima y familiar al mundo rural" (Seix Barral), donde esta veterinaria, la primera mujer de su familia dedicada a un oficio siempre ocupado por hombres, busca las maneras para dar voz a las mujeres "silenciadas en las ruralidades", como le gusta decir.
-¿Qué respuestas podemos encontrar en el campo para las sociedades de hoy?
-En un contexto de crisis y de emergencia climática, más que nunca debemos saber de dónde venimos y conocer esos saberes que siempre se han desprestigiado desde la academia o que se han querido olvidar. El sistema en el que vivimos nos ha expulsado de la naturaleza, la ha puesto como algo totalmente ajeno a nosotros, de lo que no formamos parte. Y yo creo que formamos la misma comunidad.
-En Chile muchas veces se reniega de las raíces rurales.
-Hasta hace poco en España también se renegaba. Ahora está cambiando el relato. Pero ya te digo, yo tenía comentarios de gente supuestamente súper importante del mundo del libro que decía qué graciosa era, que leía poesía con mi acento. Entonces eso marca. ¿Se debe sentir vergüenza de donde viene uno? Esos relatos se están acabando, pero han hecho muchísimo daño, viéndonos como gente con canastos que se pierde en la ciudad, cuando las grandes ciudades existen gracias a los cuerpos de los obreros, la mano obrera de la gente del pueblo.
Desde su vida en Las navas de la Concepción, un pueblo de menos de dos mil habitantes en la sierra norte de Sevilla, María viene a Chile regando un discurso que cree que en algún momento dará fruto: "Está muy bien el teletrabajo, pero que yo sepa todavía no da tomate ni queso, ni leche.
Consumir, consumir
-Los habitantes de las grandes ciudades vivimos en un espejismo. ¿Lo crees?
-Total. Vivimos en una burbuja en la que creemos que somos autosuficientes e independientes y que no necesitamos a nadie, y no somos conscientes de toda la vida y todos los procesos por lo que se tiene que pasar. Pienso en grandes ciudades ¿algo de lo que tú comes se ha producido en la ciudad? Todo viene de afuera. A mí me gusta hablar de rural en plural, porque es una realidad muy diversa. A veces es la despensa, o el vertedero, o la zona de ocio. Es muy importante en el contexto en el que estamos, de emergencia climática, saber cuánto cuesta que crezca un tomate, saber que las personas que están en esos sistemas son migrantes. Ni hablar de sus derechos. Si empezamos a hacernos la pregunta, quizás valoremos las cosas y salgamos un poco de esa enfermedad que tenemos de consumir, consumir, consumir, de necesitar más.
-En el libro hablas del rol de la mujer en el campo y la asocias con un fantasma invisibilizado, siempre a la sombra de un hombre ¿Cuánto de esa imagen ha cambiado, desde tu perspectiva?
-Ha cambiado muchísimo. Para mi madre su manera de escapar fue pasar de la sombra del padre a la sombra del marido, pero gracias a mi padre se pudo ir a una ciudad y organizar su vida como quería, dentro de las circunstancias que tenía. Sí, es verdad que sigue habiendo muchísimas mujeres que no aparecen en la estadística, siguen llevando todo ese trabajo de cuidado no remunerado, no visible, no reconocido, que muchas veces en el campo se dice como "ah es que me está echando una mano" … ¡No! ¡Está trabajando! El machismo en una infección que se ha propagado por todos sitios y que está en el pueblo, en la ciudad, en la playa, está en el campo, está en todos lados. Es algo que tenemos que romper de una vez.
-En "Tierra de mujeres" citas a Chimamanda Ngozi Adichie, quien dice que "El silencio es un lujo que no podemos permitirnos".
-Hay mucha gente que no tiene el privilegio de poder hablar de esto. Las temporeras no pueden poner su voz y su cara públicamente, porque necesitan llevarse ese dinero a su país o porque mostrar su rostro puede ser violencia. Las personas que sí tenemos ese privilegio debemos hablar sin miedo y facilitar esos espacios para que las mujeres, si no hablan, que escuchen, y se sientan reconocidas.
- ¿Qué es para ti el ecofeminismo?
-Como yo lo entiendo, es poner la vida en el centro y ser consciente de que somos vulnerables e interdependientes y que ningún organismo existe por sí solo. Desde que nacemos hasta que nos morimos dependemos de otra persona, de otros recursos, de otros seres y creo que eso es muy importante. Y si algo de lucidez nos ha traído la pandemia, ha sido eso: que mucha gente se ha dado cuenta.