Sanantonino repasa sus 52 años dedicado a las artes marciales
El maestro Mauricio Gallego, nacido en una familia de panaderos, es uno de los impulsores del kung fu en San Antonio, disciplina que ha cultivado y practicado durante gran parte de su vida.
La pasión por las artes marciales de Mauricio Gallego es innegable. Recuerda que tenía apenas siete años cuando conoció el kung fu y su interés por aprender más fue inmediato. Su primer espacio para practicar fue la panadería de su padre, donde debía soportar las altas temperaturas que causaban los hornos, pero su motivación era más fuerte.
Durante toda su vida se ha perfeccionado y capacitado en diferentes ramas del kung fu, las que ha difundido entre los alumnos de su gimnasio en estos 52 años de trayectoria, llegando a convertirse en SiFu, grado equivalente a maestro de las artes marciales. Este logro le generó un nuevo impulso para continuar enseñando esta disciplina que es parte de su existencia, esta vez en la nueva sede que abrió de su gimnasio, actualmente ubicado en avenida Los Aromos 341, 2°piso, en Llolleo (@choyleefutsanantonio_chile en Instagram)
-¿Cómo conociste las artes marciales?
-Comencé en esto cuando las artes marciales no se conocían en San Antonio. Donde estaba la municipalidad antigua, había una universidad técnica y mi hermana que es arquitecta hacía clases ahí. Un día ella me dijo 'hay un niño que hace un deporte bien extraño y me tinca que te va a gustar'. Lo fui a ver, me encantó y le dije que quería entrenar con él. Él hacía kenpo karate, que fue el primer sistema que llegó a Chile, a través del maestro Arturo Petit. Yo empecé a los siete años a entrenar con este amigo que se llamaba Fernando.
-¿Cómo continuaste aprendiendo?
-Después él se fue a Brasil a sacar el cinturón negro y me quedé solo. Entonces me fui a entrenar a la panadería de mi papá "La Espiga de Oro", donde todavía hay recuerdos de esa época. Empecé a entrenar con mis vecinos, amigos y se empezó a juntar un grupo grande, como de 50 alumnos con los que entrenábamos con lo que había aprendido con mi amigo y por revistas, porque no había artes marciales, era una cosa desconocida. Ahí tenía entre 10 y 12 años.
-¿Qué pasó con tus amigos?, ¿te siguieron en esto?
-A todos les empezó a gustar este tema porque era nuevo. Después llegó una película a Chile que se llamó "El boxeador chino". Fue como la gran película que detonó las artes marciales a nivel nacional, porque este era un tema muy oculto. Desde ahí entré al colegio, seguí entrenando y se abrió la primera escuela de artes marciales en Llolleo que era de Miguel Cazor. Era una filial de Arturo Petit, Kenpo Karate, donde también fueron mis inicios.
-¿Cómo lo tomó tu familia cuando vio que te interesaba el kung fu?
-Mi familia siempre vio esto como algo raro, porque no me gustaba el fútbol u otra cosa. Yo entrenaba en la panadería y para hacerlo teníamos que correr las máquinas, limpiar el piso y hacía un calor horrible con los hornos prendidos. Entrenábamos cuatro horas diarias, desde las 4 de la tarde hasta las 12 de la noche, cuando entraba el turno de los panaderos. Mi familia poco veía, pero después de cada una de mis graduaciones, mis papás empezaron a entender este tema.
-¿Cuáles son los beneficios del kung fu?
-Las artes marciales ayudan, sí o sí, a mejorar primero el estado físico, pero también el estado mental, tu templanza, el espíritu. No son un deporte, sino un estilo de vida. Ahora estoy haciendo unos talleres que han sido muy gratificantes porque se ve el cambio. La gente cuando empieza a practicar tiene dos caminos: te quedas o te vas, no hay términos medios. Esto le hace muy bien a la gente y por eso tengo un compromiso con mi maestro de mostrar este sistema, de enseñar esta disciplina. Sacar a los niños del celular y motivarlos a hacer actividad física es un desafío hoy día.
52 AÑOS DE pasión
Mauricio Gallego cuenta con simpatía que hace unos días estaba en un curso en Santiago, cuando el instructor lo puso como ejemplo a un grupo de jóvenes. Lo destacó por los 52 años que lleva dedicado a entrenar, lo que lo hizo pensar en el largo camino que lleva recorrido en este arte.
-¿Qué han significado para ti las artes marciales?
-Yo fui investido como maestro de artes marciales. Aparte de emocionarme, le pregunté a mi maestro qué significa y me dijo tres cosas: entrenar, entrenar, entrenar. Cuando uno llega a ser maestro, el compromiso primero es que tú no te puedes retirar nunca más de esto, es un camino sin retorno y tu misión es enseñar a las próximas generaciones. Todo lo que sé lo tengo que entregar. Eso fue como una inyección de energía. Para mí esto no es negocio, es mi pasión de toda la vida.
-¿Ha variado tu interés por el kung fu en estos 52 años?
-Absolutamente. Creo que las artes marciales son igual que la universidad, entra un grupo muy grande pero quedan los que realmente quieren seguir. Hay alumnos míos que llevan más de 20 años, como Abdón Mora, cinturón negro que ya tiene su propia escuela. Mi hijo Javier también siguió mis pasos. Ahora está en Inglaterra estudiando, también cinturón negro.
Pandemia
La llegada de la pandemia paralizó al mundo, sin embargo, Gallego asegura que se adecuaron y no pararon de entrenar a pesar de las circunstancias.
"Nosotros usamos bastones chinos de madera de ratán que se traen de China. Entonces en las casas usábamos el escobillón y todo lo hicimos así. Nos fuimos acomodando. En mi casa no quedó ninguna lámpara buena (ríe). Yo le decía a los niños, cuando ya no ocupen el escobillón en la casa, pidan que les corten el palo y los utilizamos. A la gente no le costó tanto acomodarse con la parte tecnológica, aunque no fue fácil al comienzo, pero después agarramos una rutina y las clases eran igual que en el gimnasio. La pandemia no fue un obstáculo para entrenar", afirma.
Uno de los grande sueños que pudo cumplir fue visitar el templo Shaolin, en China, la cuna de todas las artes marciales. "Tuvimos la fortuna de ir a entrenar con los monjes y ha sido algo muy destacable que la gente que hace artes marciales lo va a apreciar mucho. Fuimos la primera delegación latinoamericana en ir al templo. Esa fue una experiencia que nos cambió la vida, porque ahí pudimos darnos cuenta de lo que puede hacer el ser humano con entrenamiento".
-¿Cómo explicarías de qué se trata esta disciplina oriental?
-La gente cree que esto es venir a darse golpes y no, esto es otra cosa. Esta es una disciplina marcial donde se enseñan técnicas de defensa, también de ataque, pero muchas otras cosas. Primero se enseña disciplina, respeto, humildad, compañerismo, ser fraterno con el del lado. Mientras más chicos entren los niños a esta disciplina es mejor, porque no tienen vergüenza y absorben mejor todo lo que se les enseña.
-¿Qué opinas de la violencia que se ha visto entre adolescentes últimamente?
-Hace unos días vi un video de dos niñas peleando con un nivel de violencia brutal. El mensaje oriental en la enseñanza dice "evita en lugar de contener, contén en lugar de dañar, daña en lugar de mutilar, mutila en lugar de matar, porque toda vida es preciosa y no puede ser reemplazada", o sea, siempre hacer lo menos malo. El kung fu hay que usarlo en casos extremos, cuando está en juego tu vida. Como dato, puedo decir que en toda mi carrera nunca he peleado. Nunca ha habido la necesidad.
-¿Ustedes hacen demostraciones?
- Sí, hace pocos días nos invitaron a una hacer exhibición al Liceo Comercial. Me llevé una tremenda impresión. Invitamos a los niños y ellos, con un respeto absoluto, lo hicieron, estaban entretenidísimos. Hicimos toda una ceremonia y hubo un silencio espectacular. Tres profesores se acercaron para decirnos que quieren hacer un taller el próximo año, como una manera de canalizar las energías.
-Tu gimnasio también lleva muchos años de existencia...
-Nosotros partimos en calle Arrayán (Llolleo), en un convento de claustro que estaba abandonado y una amiga me lo sugirió. Era muy grande con el techo de roble. Fuimos el segundo gimnasio de artes marciales de San Antonio, después de Cazor. Después nos trasladamos a El Sauce donde estuvo Cazor, lugar donde también trabajé. Con el paso del tiempo nos fuimos al lado del Caoba, donde estuvimos como diez años. Ahora invitamos a la gente a que venga al Centro de Terapias Alternativas (en Aromos). Acá tenemos pilates, yoga, danza y la escuela de Choy Lee Fut.
-¿Qué meta tienes pendiente por cumplir?
-Una de mis deudas es hacer un libro que cuente la historia de las artes marciales en San Antonio, porque humildemente soy uno de los propulsores junto a Dante Del Pino, Alejandro del Pino y otros amigos. Creamos un grupo de fanáticos de esto y entrenábamos en todos lados, en la playa, en la tierra, en el parque Dyr en esa época. Después armamos un minigimnasio con lo que teníamos. Cada uno de nosotros siguió en esto. Abdón Mora, que es mi amigo y también instructor, es el que más me insiste en que saque el libro.
"Yo entrenaba en la panadería y para hacerlo teníamos que correr las máquinas, limpiar el piso y hacía un calor horrible con los hornos prendidos",
Mauricio Gallego
"Las artes marciales ayudan, sí o sí, a mejorar primero el estado físico, pero también el estado mental, tu templanza, el espíritu".
"Todo lo que sé lo tengo que entregar. Eso fue como una inyección de energía. Para mí esto no es negocio, es mi pasión de toda la vida".