"Babylon": una elegía al cine y un retrato de época
El pasado jueves se estrenó en salas chilenas la última fantasía de Damiel Chazelle, un retrato de la "Era Dorada" de Hollywood, época de excesos, tragedias y excentricidades.
Por Andrés Nazarala R.
El actor John Gilbert fue el gran rival de Rodolfo Valentino en el Hollywood de los años 20. Enmarcado siempre en roles de galán, actuó en algunas de las películas más exitosas de la era muda como "El gran desfile" (1925), de King Vidor. Su mala relación con el poderoso productor Louis B Mayer le trajo problemas, pero su gran declive fue por culpa de la irrupción del cine sonoro. Como pasó con otras estrellas de la época, la imagen formada en las cabezas de los espectadores desde el silencio contrastó de golpe con la identidad aportada por la voz. Gilbert murió a los 38 años de edad, en 1936, acosado por el abuso de alcohol.
Clara Bow fue apodada como "Chica It" por la escritora Elinor Glyn. Irresistible y libre (la prensa estaba siempre atenta a sus nuevos romances), chocó insistentemente con la industria, principalmente por los papeles vacíos que solían darle. Dicen que la Paramount llegó incluso a cobrarle por los vestidos de rodajes con los que se quedaba. La gota que rebasó el vaso fue la obligación de firmar una "cláusula de moralidad" para que su comportamiento en público fuese impecable. Tampoco sobrevivió mucho tiempo en el cine sonoro. En 1949 fue diagnosticada de esquizofrenia. Murió pobre en 1965.
Gilbert y Bow fueron inspiración para los personajes que interpretan Brad Pitt y Margot Robbie, respectivamente, en "Babylon", la nueva película de Damien Chazelle ("La La Land") que llegó la semana pasada a salas chilenas. Ellos están al centro de una amplia galería de personajes que en medio de la Era Dorada -cuando la grandilocuencia y los excesos eran la tónica, tanto dentro como fuera del set- deben lidiar con la inminente llegada del recurso sonoro. Es una crónica colectiva de glorias y caídas que Chazelle -como es habitual- ofrece con todo el ritmo y el bullicio de una celebración. Este es, sin duda, el gran mérito de su trabajo. Es que desde su ópera prima, el musical independiente "Guy and Madeline on a Park Bench" (2009), el director ha sabido cómo combinar a la perfección imagen y música. Su muestra más desafiante es "La La Land", encantador homenaje al musical estadounidense. Lo que hace ahora no es tan distinto. Chazelle convierte una tragedia colectiva en un festín para disfrutar en una sala bien equipada. "Babylon" desafía estos tiempos de streaming porque es un espectáculo pensado para la gran pantalla, en la línea de la llamativa "Elvis" de Baz Luhrmann.
Esto espeja acaso el cine de los años 20 que la película retrata con estos tiempos en que la televisión digital ha caído sobre nosotros como una amenaza. Chazelle nos está contando una historia que quizás retrate también nuestro presente. Lo preocupante es que en Estados Unidos "Babylon" ha sido un perfecto desastre de audiencias, lo que confirma acaso la misma tesis que plantea indirectamente la película.
Todo esto nos lleva a pensar en una de las mejores obras cinematográficas de la historia: "Sunset Boulevard" (1950), de Billy Wilder, retrato melancólico de una actriz del cine mudo que vive anclada a su pasado glorioso cuando irrumpe el sonido. Una de sus frases retrata la pesadumbre por un mundo perdido -el de la experiencia colectiva en torno al séptimo arte- del que parecemos despedirnos ahora: "No hay nada más. Solo nosotros. Y toda esa gente maravillosa en la oscuridad".
En resumen
"Babylon" es el quinto largometraje de Chazelle, responsable de películas premiadas como "Whiplash" (2014) y "El primer hombre" (2018).