Crónica

Hace algunas semanas, el famoso humedal Lagunas de Llolleo, conocido popularmente como Ojos de Mar (pese a que son cuerpos de agua dulce) volvió a presentar, tal como ocurre cada fin del verano, un cambio de color brusco en las aguas de la laguna sur, seguido de un mal olor que alertó a las personas que visitan regularmente el sector.

Para aclarar las dudas, consultamos al director del Museo de Historia Natural e Histórico de San Antonio (Musa), José Luis Brito, sobre las causas del fenómeno. El especialista en fauna silvestre, que desde niño vivió a pocos pasos de estos cuerpos de agua, en la población Juan Aspeé, ha estudiado el tema y recordó que hace unas décadas el fenómeno era al revés, ya que, recuerda, en esa época la laguna norte sufría episodios de "eutroficación o eutrofización, que es el aporte en exceso de nutrientes inorgánicos -principalmente por acción del hombre-, en un ecosistema acuático, produciendo una proliferación descontrolada de algas fitoplanctónicas y provocando efectos adversos en las masas de agua afectadas".

El naturalista explica que al "producirse una explosión reproductiva de este tipo de algas, el agua cambia de color bruscamente y al disminuir el oxígeno presente en el agua, se produce descomposición y muerte de peces, y en ocasiones hasta la muerte de aves que beben o comen en esas aguas y obviamente el resto abandona el lugar".

A su juicio, "este fenómeno afecta en algunos veranos con distinta intensidad y frecuencia al tercer y más nuevo cuerpo de agua, que es la Lagunita Llolleo".

Efectos del Tsunami

Brito sostiene que el terremoto y tsunami de 2010 deterioró en extremo la laguna sur, que "era la que tenía mayor biodiversidad, y al caer la gran cantidad de cabañas (del camping que había en la playa de Llolleo) y con todo tipo de cosas en sus interiores, sumado al gran aporte de agua salada, el ecosistema de la laguna sur se dañó seriamente y las aves acuáticas de esta laguna se trasladaron a la laguna norte que no tenía las mejores condiciones. Casi no la ocupaban, pues se eutroficaba cada verano y estaba más cerca de la población humana, por lo tanto de los cazadores, disparos de hondas, contaminación, ruido".

Detalla que poco a poco el ambiente de la laguna norte comenzó a regenerarse, gracias al aumento de aves y de la vegetación. "También ayudaron mas de 20 años de limpiezas masivas realizadas por los funcionarios del Museo de San Antonio y los numerosos voluntarios de Antípoda y el Grupo de Amigos del Museo".

Otro tema que contribuyó a la recuperación de la laguna norte, según Brito, fue "el férreo cuidado del humedal asumido por el Museo, a la desaparición de las cabañas y también una solicitud, realizada a la empresa portuaria, que construyó el estacionamiento Norte de camiones y un muro de madera prensada pintada de verde, que actuó como barrera para los trabajos, trabajadores y máquinas. Eso permitió aumentar extraordinariamente la vegetación arbustiva que previamente no existía".

Por el contrario, añade, la laguna azul se fue deteriorando aceleradamente hasta que el tsunami terminó por liquidarla.

Brito señala que tras un arduo trabajo del Musa y grupos ecologistas, la laguna sur ha experimentado en los últimos años "momentos de recuperación con la aparición de los primeros pajonales y la llegada de peces, claras señales de una lenta restauración".

Sin embargo, advierte que la acción del hombre continúa afectando a este cuerpo de agua, que al término de cada verano toma un color gris, en una "especie de sopa de agua caliente" producida por estos episodios de eutroficación.

Según Brito, para evitar este fenómeno es "fundamental evitar que siga entrando agua salada a la laguna sur, procedente de un estacionamiento portuario que hay en las cercanías, y de aguas lluvias contaminadas que provienen de dos ductos o colectores que deben ser tapados o desviados desde ambas lagunas al mar cuanto antes".