Hija hace emotivo recuerdo del legado de su padre en la pesca artesanal
Hoy se conmemora el primer año de la partida de Patricio Ramírez Cobaise, un hombre que pasó gran parte de su vida en el muelle, donde fue dirigente de los hombres de mar y recaudador de la caleta. Esta es su historia.
Patricio Antonio Ramírez Cobaise tenía apenas siete años cuando comenzó a salir al mar para ayudar a su padre, también pescador y dueño de la lanchita "Santa Gemita".
"Pato Chamaloica", apodo que había heredado de su padre, siempre les comentó a sus tres hijos que desde niño el mar fue su pasión, y que le gustaba mucho más salir a pescar que ir al colegio. Así, su destino era, irremediablemente, la pesca artesanal.
"Trabajó harto tiempo como pescador, pero su padre le recomendó otro trabajo formal, porque veía que muchos pescadores llegaban a la vejez sin un peso en los bolsillos y sin derecho a pensión. Le hizo caso y trabajó como manipulador de alimentos primero, y en los 80 ingresó al puerto haciendo uno que otro turno como miembro del Sindicato de Marineros de Bahía, donde llegó a ser presidente", recuerda Berenice Ramírez, la segunda de sus tres hijos.
En esos años, "Pato Chamaloica" y algunos de sus compañeros protagonizaron una histórica huelga de hambre, que los tuvo varios días sin ingerir alimentos en la Iglesia de San Antonio, como una medida de presión para solicitar mejoras para los trabajadores portuarios. "Eran tiempos difíciles porque muchos de sus compañeros fueron detenidos en esa época. Él se salvó porque siempre que lo buscaban andaba en la mar, porque nunca dejó de salir en su bote 'Güiri Güiri'", recuerda su hija.
Pero su mayor legado, a juicio de Berenice, fue en la pesca artesanal. A mediados de los 90 integró la directiva del Sindicato de Pescadores Artesanales, que en esos años trabajaba para conseguir la reconstrucción del muelle de la caleta Pacheco Altamirano, sector que era como su segunda casa.
"Nosotros vivíamos en calle Hermanos Carrera, en cerro Alegre, pero mi papá pasaba gran parte del día en la caleta. Ese proyecto de reconstrucción del muelle fue apoyado por Ricardo Lagos Escobar, que en ese tiempo era ministro de Obras Públicas y luego fue Presidente. Mi papá sacó adelante muchos proyectos a beneficio de la pesca artesanal. Siempre trató de ayudar a los pescadores, porque sabía que no tenían beneficios", afirma.
Recaudador
La dura vida en el mar le pasó la cuenta. Cargaba algunas enfermedades crónicas que lo obligaron a jubilar, lo que logró gracias a su trabajo como portuario. Pero no se fue a su casa, porque su corazón y la razón no se lo permitían. Él quería seguir en la caleta. Y justo le ofrecieron el cargo de recaudador del muelle.
"Ahí ayudó a las chiquillas fileteadoras para que tuvieran un lugar digno y bajo techo donde trabajar. Ellas fueron muy agradecidas y hasta el último se portaron muy bien con mi papá. Él no era perfecto, tenía sus defectos como todos, pero nunca fue un hombre individualista, siempre trabajó por los demás. El mar y la caleta eran su hogar. Incluso muchas veces le abrió las puertas de la casa a gente de la calle que no tenía dónde dormir", asegura Berenice.
Patricio Ramírez Cobaise también fue dirigente del club Pedro Aguirre Cerda y frecuentemente pregonaba que a los chicos había que acercarlos al fútbol para alejarlos de las drogas y las malas juntas.
Su familia
El apasionado pescador y portuario se casó el 13 de abril de 1972 con Elena Ibarra, de cuya relación nacieron sus tres hijos (Juan, Berenice y Yanett), que a su vez le dieron ocho nietos y cuadro bisnietos.
El año pasado la familia conmemoró en una sencilla ceremonia los 50 años de matrimonio, en momentos en que el cáncer de estómago que le habían diagnosticado en 2019 comenzaba a atacarlo con fuerza, lo que impidió un festejo más rimbombante.
"El último día que trabajó como recaudador fue en febrero del año pasado. Después se cayó de una escalera y sus fuerzas comenzaron a mermar", confiesa Berenice.
Finalmente, su último respiro lo dio en su hogar, rodeado por el amor de su familia, la madrugada del 22 de julio pasado. "Antes de su deceso lo llevábamos en la camioneta al muelle porque le gustaba ir a ver a su gente. Su mejor amigo le hizo hasta un altar en el muelle. Yo y mi mamá lo cuidamos día y noche sus últimos 10 días de vida y sé que mucha gente lo estimaba, por eso quise hacerle este homenaje en el primer aniversario de su partida", concluye Berenice, quien agradeció a todas las personas que le tendieron una mano a su padre en los momentos más difíciles de su cruel enfermedad.
"Eran tiempos difíciles porque muchos de sus compañeros fueron detenidos en esa época. Él se salvó porque siempre que lo buscaban andaba en la mar",
Berenice Ramírez