Para muchos resultaron sorpresivas las cifras de pobreza que arrojo la última Encuesta Casen. Y es que tanto la tendencia a la baja, así como la magnitud de esta disminución distan mucho de la percepción ambiente y del ritmo de la economía.
Y es que uno no quiere que esto ocurra, sino más bien, lo confuso que puede ser para el desarrollo de políticas públicas, particularmente aquellas que promuevan el crecimiento y la creación del empleo.
Tal vez el desfase de una encuesta de esta magnitud, el arrastre del gran desembolso de recursos que vienen desde los retiros e Ifes, así como el impacto de la PGU, crearon un colchón capaz de contener el descalabro económico que arrastra nuestro país desde hace años, y que se incrementó con la crisis social (irresoluta) y la pandemia.
Más preocupante es que, pese a los números de la Casen, los datos indican que incluyendo las transferencias directas, el decil más pobre cuenta con menos recursos que en la medición anterior. Y la composición de esos menores ingresos es aún más preocupante, los recursos autónomos caen a casi la mitad, mientras que los subsidios aumentan sobre el 50 %. Esto es una población cada vez más dependiente de las ayudas estatales.
Esta dependencia de los deciles de menos ingresos, así como la vulnerabilidad, en que se encuentran las capas medias de la sociedad se manifiestan de manera dramática, a la hora de enfrentar situaciones complejas como por ejemplo una enfermedad catastrófica o de alto costo. Según la última encuesta CEP, una de las mayores preocupaciones de los chilenos es "Enfrentar alguna enfermedad grave y no poder pagar los costos no cubiertos por el sistema de salud", compartiendo el primer lugar con la incertidumbre que generan las bajas pensiones.
A este tipo de preocupaciones la política no ofrece soluciones reales, más aún las preocupaciones derivadas del costo de la vida no han sido atendidas por el Ejecutivo o el Congreso, más preocupados de los simbolismos que desunen o de quien detenta más poder. El Estado, pese a contar con herramientas para ayudar a contener el gasto de las familias, prefiere embarcarse en reformas maximalistas que además de no tener los votos, solo distraen, siendo funcionales a quienes sólo hacen la pasada con las necesidades de la ciudadanía.
Atentamente,
Patricio Novoa Valle