Dirigenta vecinal obtuvo su título profesional a los 61 años
María Soledad Astorga dejó sus estudios en octavo básico. Con sacrificio sacó la media y en plena pandemia sus hijas la matricularon en Trabajo Social.
María Soledad Astorga Figueroa (61, 25 de abril), la presidenta de la junta de vecinos de la población Holanda de Bellavista, confiesa que no sabía prender un computador ni menos entrar a un aula virtual, pero con esfuerzo, sacrificio, dedicación y la fundamental ayuda de sus dos hijas hace dos semanas terminó sus estudios superiores y ahora es técnico en Trabajo Social del Aiep de Viña del Mar.
Este logro, que dice que "no es para cachiporrearse", la lleva a reflexionar que "todos nos podemos levantar y lograr cosas en la vida".
Y su vida es un ejemplo de superación, porque junto a su gemela María Isabel, eran las hijas menores de Ana Luisa Figueroa y Juan Ramón Astorga. "Mi papá trabajó acarreando piedras para el paseo Bellamar en carretas de bueyes y también en el trigal (Placilla). Vivíamos en el cerro La Virgen rodeados de animales, en la población que hoy llaman Manuel Bulnes. Mi mamá quedó viuda cuando nosotras teníamos cinco años", rememora.
Las carencias económicas obligaron a las gemelas a dejar los cuadernos, los lápices y las salas de la escuela numero 34 de Placilla en octavo básico.
Siempre tuvo la inquietud de seguir estudiando y "hace unos 30 años con mi hermana terminamos la media, igual tuve que cortar los estudios, porque quedé embarazada. Me di cuenta que podía ser más", valoró sobre su experiencia en el Instituto Pedro de Valdivia, que está en el centro de San Antonio.
Pasaron los años y se dedicó a trabajar, convirtiéndose en peluquera, oficio con el que sacó adelante a sus hijas Paulina (39) y Sigrid (33). La mayor es doctora en Sicología y la menor abogada y se desempeña en un programa gubernamental.
Pandemia
"Siempre me picó el bichito de que tenía las capacidades para estudiar", asegura la dirigente vecinal, pero nunca concretó esa idea.
Sin embargo, cuando el mundo se encerraba en sus casas por el temor al contagio de covid-19, María Soledad Astorga sintió la necesidad de hacer algo productivo en el confinamiento.
"Muchos aborrecen la pandemia, pero yo agradezco, en parte, porque después de trabajar como peluquera por 27 años, tuve un accidente y no pude seguir. Siempre he sido callejera y hacia la labor social con mi gente. Encerrada, un día me fui al patio de atrás de la casa y encontré unos bidones, tubos, un saco de cemento y una ropa vieja. En mi desesperación empecé a hacer unos lindos floreros. Hasta en El Líder me hicieron una nota, de la peluquera que se convirtió en escultora", recordó.
Esa faceta artística la siguió explotando. "Un día encontré botellones de vino (garrafas), con unas bandejas de huevo preparé una pasta y se me ocurrió hacer unos gatos. Me inspiré en una gata que tenía en ese tiempo, me quedaron espectaculares. Cuando lo terminé lo empecé a mirar y me puse a llorar, porque descubrí que pude haber estudiado".
Ese sentimiento que se despertó, se lo contó a una de sus hijas, quien la incentivó a estudiar. "Le respondí que estaba muy vieja, que no tenía memoria, que no servía".
Esa misma tarde le contaron que estaba matriculada en el Aiep de Viña del mar en la carrera de técnico en Trabajo Social. "Más lloraba porque no sabía qué iba a hacer. No tenía ni idea cómo prender o apagar un computador, pensaba que me iba a estallar en las manos", cuenta.
En medio del toque de queda sus hijas la visitaban para enseñarle. "En Navidad me regalaron un computador, me dejaron todas las indicaciones escritas en unos papelitos arriba del teclado. Al otro día me levanté a las seis de la mañana, ocupé mi computador mental, mi memoria, y me funcionó", dice con orgullo.
Dudas
No fue fácil estudiar. "Fui responsable, si me tenía que acostar a las dos de la mañana lo hacía, tomaba apuntes de todas la materias, aunque escribía con la mano afectada por el accidente".
Cuando en la malla curricular apareció el ramo de Inglés estuvo a punto de desertar. "Le dije a mis hijas que no era capaz, que les devolvía la plata de lo que pagaron".
No claudicó y al final "el profesor me felicitó".
Así, a pesar de todos los obstáculos y temores, "el miércoles antepasado me titulé, salí con excelencia académica", resaltó sobre la ceremonia que se realizó en el Enjoy de Viña, donde la acompañaron sus hijas, sus nietos y su pareja.
"Me ha costado asimilar lo que logré, porque era mi sueño. Ahora me están entusiasmando para trabajar, porque no hice la práctica, ya que por mi labor como dirigenta social hace cinco años y en el directorio de la Fundación Siglo XXI, me la hicieron valer", afirmó la dirigenta, quien hoy con su título profesional proyecta nuevos desafíos.