El músico ranchero y chofer de micros que lucha por una oportunidad para retomar su vida
Oscar Orellana, conocido como "Picarito", lleva más de dos años esperando una cirugía para retirar la colostomía que utiliza desde que le descubrieron tumores cancerígenos en el colon.
El esfuerzo, la perseverancia y las ganas de salir adelante han marcado la vida de Oscar Orellana Vásquez, conocido cariñosamente como "Picarito" por sus cercanos. Durante gran parte de su vida este vecino de Llolleo Alto, oriundo de la emblemática población Juan Aspeé, se ha desempeñado como chofer de micro de la Asociación de Buses de San Antonio, sin embargo, desde 2021 su salud se ha visto afectada luego de que le detectaran unos tumores cancerígenos en el colon.
Producto de esta patología, Oscarito, como lo llama su esposa Nataly Campos, la cantante de serenatas que se presenta como "La rancherita del pueblo", ha visto perjudicada su calidad de vida, ya que desde que fue intervenido para extraer los tumores, quedó como paciente ostomizado y debe utilizar una bolsa para eliminar sus desechos orgánicos. Con tristeza y malestar evidente, confiesa que necesita que lo operen a la brevedad para retomar su rutina diaria, para volver a trabajar y apoyar a su mujer.
"En el último control que tuve el cardiólogo que está tratándome me dijo que estoy apto para la operación, pero debería haber estado operado el 10 de mayo y aquí sigo esperando. En el hospital Eduardo Pereira tienen mi ficha, me han hecho no sé cuántas veces los exámenes, se vencen y me los vuelven a tomar. Me da pena porque me ilusionan y me he cuidado lo que más puedo para estar bien y que me operen luego", puntualiza sentado junto a Nataly en el living de su casa en Llolleo alto.
-¿Qué explicación le han dado por la tardanza en la operación?
-Yo le conté al cardiólogo que cuando me operaron, hace más de tres años, me dijeron 'trata de hacer una vida normal', pero ¿cómo voy a tener una vida común y corriente con una tripa afuera? Eso es absurdo, no puedo hacer fuerza, ni agacharme. Estoy trabajando con mi cuerpo al 50%. A lo que voy es para qué me ilusionan. Nosotros íbamos a casarnos por la iglesia en mayo y lo postergamos porque me iban a operar, pero no pasó nada. Le doy gracias a Dios por haber conocido a mi señora porque ha estado conmigo en las buenas y en las malas. Cuando he pensado en abandonar este mundo, porque hay momento en que me he sentido demasiado mal, ella me da fuerza para seguir.
-¿Cómo se conocieron?
-Por intermedio de la música. Un día se hizo una colecta en la radio para ayudarme porque estaba mal económicamente por mi enfermedad. Una señora que es de Canadá, un compañero que tenía en el colegio y Nataly fueron las tres personas que más me aportaron. Supe que ella estaba haciendo un evento a beneficio en la plaza de San Antonio y fui a agradecerle, pero me sentí un poquito mal y me tuve que ir. Después la invité a mi casa con una amiga de ella para darle las gracias. Las recibí y su amiga me dijo 'le gustaste porque tienes los ojos muy lindos'. Nos pusimos a conversar y ahí partió el romance. Al mes le dije que se viniera a vivir conmigo y 15 días después le pedí matrimonio. El amor a primera vista existe.
-¿Le gusta que Nataly cante rancheras?
-Claro, si yo también soy músico, participé en el conjunto Los Gavilanes de Santo Domingo hartos años, tocaba el güiro y era animador. La música ranchera la llevo en mi sangre al igual que ella. Como me enfermé, estoy dedicado a ayudarle con sus presentaciones en lo que más puedo mientras espero que me operen.
Ejemplo de superación
Oscar Orellana comenzó a trabajar muy joven para colaborar con su familia, debido a que los recursos no alcanzaban para cubrir todas las necesidades que tenían.
"A los siete años empecé a trabajar porque lamentablemente falleció mi mamita y éramos diez hermanos los que quedamos con mi papá. Él había trabajado en la construcción, pero estaba jubilado por invalidez y era poco lo que podía hacer. Con su pensión alcanzaba para comer, pero en la época de colegio no se podía comprar los útiles y los uniformes porque éramos muchos niños. Me sentí obligado a salir a trabajar en lo que viniera. Vendía el diario El Clarín, La Tercera y El Mercurio. Además salía a hacer fletes desde la estación de ferrocarriles en la playa de Llolleo, hasta las cabañas con un carretoncito y así me las arreglaba. Después llegaba el invierno y entraba al colegio", recuerda sobre su niñez.
-¿Practicó algún deporte?
-Fui atleta federado de San Antonio, corrí la maratón de 42 kilómetros y participé en varias maratones y siempre salía dentro de los tres primeros lugares. Partí cuando estaba en el colegio Fernández León. Un día la profesora jefe me preguntó si quería correr en una competencia comunal. Desde ahí empecé como atleta federado nacional. Cuando clasifiqué para ir a un regional por intermedio del colegio, me comenzó a entrenar el profe Higinio Bustos. Me destaqué en 400 metros planos, era velocista.
-¿Cómo llegó ser conductor de micro?
-Empecé primero como cobrador cuando tenía 15 ó 16 años. Trabajaba con unos vecinos que estuvieron en el extranjero navegando y cuando llegaron se compraron su maquinita. Como yo aún era niño y no tenía la edad necesaria para sacar licencia de conducir, me dijeron 'vamos a trabajar Picarito', porque ese es mi apodo con el que me conocen todos en la Juan Aspeé, donde viví 28 años. Después un amigo me pasó una máquina para que practicara y cuando ya me sentí ciento por ciento seguro, ya tenía mis documentos clase A1, A2, y pasé a chofer.
-¿Cómo aprendió a manejar?
-Cuando era chico trabajé como peoneta en el camión del gas. Entonces cuando terminábamos la jornada, me sentaba en la cabina y ahí le iba preguntando al chofer porque me llamaba la atención conducir. Le preguntaba a un amigo mío que falleció hace poquito y él me enseñó muchas cosas. Después cuando me pasó el furgón para que lo manejara, olvídese, me sentí totalmente realizado. He estado en todas, lento, pero seguro.
-¿Qué recuerdos tiene de la población Juan Aspeé?
-Tengo muchos recuerdos bonitos. Cada vez que voy para allá se me llenan los ojos de lágrimas porque era una población muy linda, pienso que realmente no debería haber desaparecido. Me acuerdo de avenida La Playa. En la noche había vida bohemia con las personas de la población y de otras partes que también llegaban. Cuando yo llegaba al paradero 10, al cruzar en la línea del tren, me sentía seguro porque todos me conocían.
-¿Se ha dedicado a otros oficios?
-Sí, cuando se ponía mala la cosa, porque en la locomoción hay meses buenos y malos, no es algo constante. Mi otro 'don' es que soy maestro albañil, gasfiter, carpintero y ceramista. Entonces cuando en la locomoción se pone mala la pega, me tiro con la construcción, pero ahora lamentablemente por mi enfermedad no puedo trabajar. Estuve haciendo unos 'pololitos' en locomoción pero tuve que entregar la máquina porque el cuerpo me estaba pasando la cuenta. Mientras no me opere no voy a poder seguir trabajando al ciento por ciento como antes.
-¿Hay alguna anécdota o hecho especial que recuerde?
-Sí, fue un hecho un poco peligroso, pero al final no pasó nada grave. Veníamos desde Algarrobo hacia San Antonio con un amigo mío, José María, le dicen 'El Montes'. Él era el chofer de la micro y yo el cobrador. En el momento en que estábamos llegando a El Tabo vimos una rueda que pasó soplada por el lado de nosotros. La micro hizo un ruido como 'crac' y el guatón Montes afirmó el volante nomás. Esa rueda era de nosotros, se nos había salido de la parte delantera y llegó hasta la playa de El Tabito. Tuvimos que ir a buscarla allá, quedamos para la historia porque son pesadas.
-Había muchos personajes tradicionales que se veían en las micros como músicos, payasos y vendedores de helados…
-Sí, esa es parte del rubro, sobre todo en verano porque la gente de Santiago se viene a la costa a trabajar. A mí me gustaba echar arriba a los que eran entretenidos, que hacían reír a la gente. También había cantantes con muy buena voz, nada que decir, hasta apagaba la radio para se escuchara bien su show. Como uno ya los ubica sabe cuáles son los fomes, pero igual los deja subirse para que trabajen.
-¿Tiene algún sueño que quisiera cumplir?
-Que me operen luego para recuperarme, volver a hacer mi vida normal y seguir apoyando a mi señora con su música, que es lo que nos hace felices a los dos. Ojalá esta entrevista sirva para que el doctor se acuerde de mí y me llame para confirmar la cirugía. No puedo seguir esperando más.
"Cuando he pensado en abandonar este mundo, porque hay momento en que me he sentido demasiado mal, ella (su esposa) me da fuerza para seguir",
Oscar Orellana
"Nos pusimos a conversar y ahí partió el romance. Al mes le dije que se viniera a vivir conmigo y 15 días después le pedí matrimonio. El amor a primera vista existe",
Oscar Orellana