Difícil situación de madre que lucha por la supervivencia y dignidad de sus hijos
Paula Muñoz vive en Cartagena y diariamente debe cruzar hasta Santo Domingo para dejar a sus hijos en el colegio y ejercer el comercio ambulante en San Antonio. No siempre hay dinero para tomar una micro.
Nos encontramos con Paula Muñoz, una mujer de 40 años, en la plaza de Llolleo. A nuestra llegada ella teje incansablemente mientras sus ojos reflejan un cansancio profundo y una lucha diaria que no parece tener fin.
Paula llegó a Chile desde Colombia hace 12 años, buscando un futuro mejor para ella y sus dos hijas: Victoria, de 22 años y Sara, de 17. Luego de una relación con un colombiano que conoció en nuestro país nacieron Cielo, actualmente de nueve años, y el pequeño Israel, de siete.
Hoy, sin embargo, la realidad de esta tejedora empedernida, que también se gana la vida como comerciante ambulante, es un calvario de violencia, dolor físico por una dislexia lumbar que la aqueja y las carencias que padece como sostenedora principal de su modesto hogar en al población Santa Elisa de Cartagena.
"Claro que es difícil lo que estoy pasando, pero las madres hacemos todo por los hijos, sin cuestionar, y sí yo soy vendedora ambulante", comienza diciendo Paula, con una voz que oscila entre la fortaleza y la desesperación.
"Vendo postres, arroz con leche, babarua, postre mexicano, postre chileno en dos jaleas, y todo lo que pueda. A mis propios clientes también les vendo botellas artesanales, floreros, candelabros, bolsas recicladas de jeans. También tejo gorros, bufandas, sacos, lo que me pidan. Pero en este momento no puedo vender de la misma forma como antes mis postres porque estoy sufriendo de una dislexia lumbar en mi columna que me impide hacer fuerza y cuando vendo 20 postres el desgaste es como si hubiera caminado para vender 200", relata Paula con preocupación mientras el frío envuelve la mañana por todo el centro de Llolleo.
Lucha diaria
Una mañana que partió temprano para esta madre que salió de Cartagena rumbo a San Antonio y de ahí a Santo Domingo, al colegio People Help People, donde estudian sus hijos. Cruzó el puente caminando y se sentó en la plaza a tejer, a esperar que den las cuatro de la tarde para cruzar caminando y, si sale venta de algún tejido, tomar una micro hasta San Antonio y luego otra rumbo a Cartagena. Si la venta es mala cruzará caminando hasta Llolleo porque hay que priorizar en gasto en comida por sobre el transporte.
Pero la lucha de esta mujer no es solo económica. Paula es víctima de violencia física, sicológica y económica por parte del padre de sus dos hijos menores.
"Uno a veces como mujer comete el error de escoger mal el padre de sus hijos, pero nosotras las mujeres no tenemos por qué aguantar un hombre así en nuestras vidas. Basta. No tenemos por qué morir en manos de un hombre violento que no se preocupa por sus hijos y ninguna madre necesita un juez para que le diga que le tiene que dar protección y de comer a sus hijos, un hombre que necesita eso no es un hombre, no merece llamarse padre", reflexiona Paula mientras inevitables lágrimas surcan su atormentado rostro abrazado por la tristeza.
Y antes que termine nuestra conversación la mirada de esta madre se vuelve a iluminar cuando muestra con entusiasmo los tejidos que son el sustento de ella y sus tres hijos menores.
La jornada no se detiene, Paula tiene que tejer, ojalá venda alguna de las prendas que sus manos urden y que si usted, estimado lector, quiere adquirir, solamente tiene que llamar al teléfono +56 9 4992 7085.
4 hijos tiene Paula Muñoz, tres son menores de edad, de siete, nueve y 17 años que dependen de ella.