Las vivencias del sanantonino que realizó un tatuaje que fue admirado por Arturo Vidal
Dibujos escolares, grafitis callejeros y viajes al extranjero han marcado la vida de Sergio Berríos, un reconocido tatuador sanantonino que quiere seguir creciendo en este oficio.
Sergio Berríos Chaura, reconocido tatuador de San Antonio, ha logrado transformar su pasión por el arte en una carrera destacada dentro del mundo de la tinta. Su historia comenzó en las calles, donde dejó su huella como grafitero, explorando colores y formas que hoy siguen presentes en sus diseños. Con el tiempo, su destreza con el aerosol se trasladó a las agujas, permitiéndole plasmar obras sobre la piel con la misma creatividad que desplegaba en los muros de la ciudad.
El camino de Berríos no fue sencillo. Su evolución como tatuador fue el resultado de años de práctica y dedicación, enfrentando desafíos tanto artísticos como técnicos. Su esfuerzo se vio recompensado recientemente cuando uno de sus tatuajes se hizo viral en todo Chile. La obra, un retrato hiperrealista de un integrante de la "Generación Dorada" del fútbol chileno, fue entintada en la piel de un apasionado hincha y rápidamente captó la atención en redes sociales y medios de comunicación.
Este reconocimiento ha sido un impulso para el artista, quien ahora sueña con llevar su arte a nuevos niveles. Planea expandir a futuro la cultura del tatuaje en San Antonio a través de su propio estudio, un espacio donde espera seguir innovando y brindando oportunidades.
Con un estilo de tatuaje marcado por el negro y las sombras, continúa marcando tendencias y rompiendo barreras en el arte corporal. Su historia es un testimonio del poder del esfuerzo y la perseverancia, demostrando que los sueños pueden convertirse en realidad con pasión y trabajo duro.
Primeros pasos
Sergio Berríos Chaura nació en el sector de Barrancas junto a su padre, su madre y sus dos hermanas. "Yo vengo de una familia humilde de papá agricultor. Mi mamá es dueña casa y tengo dos hermanas menores. Yo soy el mayor de los tres de una familia súper humilde y tranquila. En el sector donde yo vivo también es súper tranquilo todo", reconoce.
A medida que fue creciendo en el colegio, se fue relacionando con el dibujo, lo que serían sus primeros pasos para terminar hoy como un tatuador. "Siempre se me dio como autodidacta. Desde muy chico se me dio fácil dibujar. Es algo innato que tuve. Dibujaba de todo: típico que uno veía los dibujos animados, Dragon Ball, esas cosas . Así fue lo que empecé a dibujar cuando era chico, primero básico yo creo", recalca.
"Con el tiempo, y con mis primos, y por la música del rap, siempre vi el grafiti, siempre lo vi en la casa, por revistas. Me fui guiando por el grafiti en ese entonces, y por la música. Cuando estaba en octavo o primero medio, me acerqué a lo que era el grafiti porque tenía compañeros que hacían lo mismo, y a mí me gustaba", afirma.
Desde ese entonces, encontró otra relación con el dibujo que iba más allá de los cuadernos: el grafiti le permitió seguir creciendo en su vínculo con el diseño. Con el paso del tiempo, siguió en esta senda hasta que decidió cruzar las fronteras para exportar su arte a otros países. "Con unos amigos que fui conociendo, nos fuimos para afuera, a Brasil, a pintar en un evento que se llama "Meeting of Favela", y al año siguiente me fui a Perú, al evento "Meeting of Styles" a pintar", cuenta.
Tatuajes
Sergio confiesa que su transición de grafitero a tatuador fue un proceso natural. "Entremedio de esos viajes yo ya estaba tatuando, pero era como un hobby, como algo de fin de semana. En ese tiempo tenía un trabajo común y corriente, y los sábados y domingos tatuaba a un amigo", rememora. Durante la semana, trabajaba como extraportuario.
Los tatuajes que realizaba los fin de semana después de su trabajo los ejecutaba en su casa, no sin algunos inconvenientes de por medio. "Esa era la otra piedra que me chocaba porque estaba la privacidad de mi familia. Entonces, no podía llevar a cualquier persona a la casa a tatuarse. Por ejemplo, estaban almorzando el día domingo, y tenía que pasarlo por ahí. Era como mucho", admite.
Desde el 2017 en adelante se dedicó de lleno al tatuaje, arrendando sus primeros locales con su grupo de amigos, lo que coincidió con el cese de funciones en su trabajo de semana. "Primero, estábamos en calle La Marina, nos fue bien. Fue un local chiquitito, estuvimos un año ahí. Después vimos otro local, en calle Lautaro, estuvimos harto tiempo ahí, estuvimos cuatro o cinco años. Eso se me dio cuando me despidieron del trabajo, y cuando recién habíamos arrendado ese local. Me echaron de la pega, salí con plata, y me dije: hay que trabajar no más", declara.
Mientras avanza la entrevista, Sergio destapa algunas historias que lo han marcado en su carrera como, por ejemplo, el primer tatuaje que realizó en su vida. "Mi primer tatuaje es algo chistoso igual porque no tenía mi máquina, no pensaba en tatuar en verdad. Y el día que hice el primero, me llevaron engañado. Un amigo me dijo: 'oye, ven para la casa'. Y yo fui y me dice que le iba a regalar un tatuaje a otra persona, y que lo iba a hacer yo", recuerda.
"Pero yo le decía: nunca he tatuado. Y él me respondía: 'tú dibujas bien, si es lo mismo'. Mi amigo se consiguió la máquina con un vecino, y me dijo que era algo simple. Al final le hice la insignia de Colo-Colo, y no me quedó nada de mal para ser el primero. Incluso ahora último he visto ese tatuaje, y se ve bien", analiza.
Otra ocasión que recuerda es haber realizado tatuajes a un grupo de filipinos al interior de un buque que había llegado al puerto. "Tuve que entrar al puerto, y tatuarlos arriba del buque. Me acuerdo que tatué como a tres filipinos, y después todos se querían tatuar. Estábamos en la recámara del buque y recuerdo que me pagaron en dólares, y me preguntaron qué tan lejos quedaba Tocopilla porque se iban para allá y querían que los tatuara ahí. Yo les dije que no".
Tatuaje viralizado
Pero si hay algo por lo que Sergio ha sentido orgullo en estos días es porque uno de sus tatuajes se ha hecho conocido en todo el país y en el continente entero. Y esto tiene que ver con un tatuaje que le realizó a un fanático de Arturo Vidal, quien se retrató al bicampeón de la Copa América en su cuerpo.
"Ese tatuaje que hice dio harto de qué hablar, tuvo un rebote gigante eso. Ese tatuaje se dio cuando mi cliente me habló un día y le dije que estaba tatuando, pero si quería venir para conversar del diseño. Hablamos y ese trabajo lo hicimos en dos días seguidos. Era su primer tatuaje y tuvo mucho aguante", relata.
Tras tatuar el rostro del exvolante de Juventus y Barcelona en la pierna derecha del cliente, se procedió después a buscar la firma del futbolista para también tatuarla. "La idea del tatuaje era lograr la firma de Vidal. Entonces pasó un tiempo y después le dieron el dato al cliente de un evento en Santiago. Para allá fue, consiguió la firma, y un día domingo vino para acá e hicimos la firma", asegura. Todo esto provocó una ola de comentarios y reacciones que viralizaron su trabajo por redes sociales.
En la actualidad, se desempeña en el mundo del tatuaje frente a la plaza de Llolleo, específicamente en los estudios de La Niebla. En su presente construye firmemente la idea de su futuro, el cual se vislumbra mediante una serie de desafíos. "Mis metas relacionadas con el tatuaje son salir de Chile, irme un tiempo afuera y conocer un poco más cómo se trabaja en otros lados. No sé si puede ser Estados Unidos o Europa. Ahí tengo que ver qué sale", reflexiona.
Además, su futuro a largo plazo se lo imagina con su propio estudio de tatuajes. "En el largo plazo quiero tener mi propio estudio, hacerlo bien, como los estudios que están afuera de Chile, o los de Santiago. Estudios grandes. Me gustaría hacer algo así en San Antonio, todavía no se hace, todavía no se ve eso acá", concluye.
"Mi primer tatuaje es algo chistoso igual porque no tenía mi máquina, no pensaba en tatuar en verdad. Y el día que hice el primero, me llevaron engañado",
Sergio Berríos
"Tuve que entrar al puerto, y tatuarlos arriba del buque. Me acuerdo que tatué como a tres filipinos, y después todos se querían tatuar",
Sergio Berríos