El arquitecto que encuentra en las aves su mayor inspiración
Viajes, cambios de ciudad y fotografías únicas han marcado la vida de Manuel Rojas, quien se convirtió en ornitólogo autodidacta. Aquí cuenta en qué consiste su pasión.
Manuel Rojas Martínez (48), arquitecto de profesión y ornitólogo autodidacta, es una figura destacada por su amor y contribución al estudio de las aves. Nacido y criado en Santo Domingo, su interés por la naturaleza lo llevó a convertirse hoy en un referente en la observación y de las aves y de la vida silvestre.
Durante años, Rojas vivió en la cuarta región, donde desarrolló una destacada labor vinculada a la ornitología y al medio ambiente. Participó en investigaciones, fundaciones y diversos proyectos destinados a la conservación de las aves. Esta etapa marcó un punto importante en su vida, consolidándolo como una voz autorizada en estas materias.
Hace algunos años, decidió retornar a su natal Santo Domingo con el propósito de dedicarse a la arquitectura. Sin embargo, su conexión con las aves y su entorno natural fue más fuerte. A pesar de sus esfuerzos por enfocarse solo en su profesión, el llamado de la ornitología lo llevó a retomar su amor por la observación de las aves locales.
Hoy divide su tiempo entre la arquitectura y la observación de la fauna aviar en Santo Domingo. Además, es un destacado fotógrafo, muy conocido en las redes sociales por publicar imágenes y detalles de las aves que va observando diariamente.
Primeros pasos
Manuel Rojas tiene que retroceder a su infancia en Santo Domingo para recordar el origen de su pasión por la naturaleza y las aves. "Si yo empiezo a hacer una mirada de todo lo que estoy viendo, básicamente, las aves son mis amigos de infancia. Antes, Santo Domingo tenía una condición muy distinta a lo que es hoy: hace 40 años atrás había muy pocas casas, y quienes vivían aquí eran muy pocos", recuerda.
"Yo me crié en este entorno con mis hermanos, somos siete, de hecho. Entonces, parte de nuestras amistades era justamente la naturaleza. Jugábamos a hacer clubes en los árboles, circuitos de bicicletas. Esto era un gran parque, el concepto de comuna parque está bien puesto", asegura.
Sin embargo, su abuelo sería quién lo introduciría, a su manera, en el mundo de las aves. "Mi abuelo, como un hobby, se dedicó a capturar aves canoras, lo que antes se hacía mucho. Él hacía jaulas con trampas para él, no las vendía. Salía con nosotros, los nietos, al cerro. Esas eran las aves que yo más conocía, pero enjauladas. Cuando grande comprendí que no tenían que estar enjauladas. Le pedía a mi abuelo que me regalara, pero yo las soltaba. Ese era el valor por la libertad", sostiene.
Desde ahí en adelante, Manuel abordó un camino autodidacta para aprender sobre las aves y el medio ambiente, a tal punto que todos creían que iba a estudiar veterinaria. No obstante, lentamente la arquitectura fue apareciendo en su vida. "También me llamaba la atención la arquitectura, justo cuando se estaban construyendo las casas en Santo Domingo. Entonces, yo veía cómo andaban los arquitectos, los constructores con sus maestros. Me llamaba la atención y siempre me gustó la arquitectura", afirma con convicción.
Decisión
Para Manuel, hay un hito que marcó un antes y un después en su vida, y eso ocurrió en el verano de 1999, lo que gatillaría su arrojo definitivo a su pasión por las aves. "El 15 de enero de ese año vi por primera vez un halcón peregrino, que era mi ave favorita que había visto en libros, documentales. Nunca pensé que iba a ver un halcón peregrino", rememora.
"Estábamos sentados almorzando en la casa de mis papás y aparece un mirlo que venía todos los días. El mirlo llegaba y picaba miguitas. De repente, el mirlo se queda quieto, se agacha, y empieza a mirar hacia arriba, y yo dije algo pasa. Y miro hacia arriba e iba pasando un halcón peregrino, y se posa en los eucaliptus de la casa de mis papás".
Momentos después llamó al investigador, José Luis Brito, quien tomó contacto con Jürgen Rottmann, ornitólogo chileno. Ambos se presentaron en el lugar "y vieron que era un halcón peregrino la tundra, y después justo apareció la pareja. Después de todo, José Luis me dice que van a ir a censar aves acuáticas a la desembocadura, y yo les digo '¿los puedo acompañar?'. Me dicen que sí y los acompañé, y ahí aluciné. Ese fue el punto de inflexión donde me dije que me quería dedicar a esto toda la vida", confiesa.
Una pasión
En La Serena, donde estudiaba arquitectura, Manuel desplegó toda su pasión por la vida silvestre: se hizo inspector de caza ad honorem, diseñó y dictó innumerables cursos de observación de aves. "Empezaron a contratarme, primero, en la Conama para asesorías, después, en el SAG, en Sernatur, Conaf. En algún minuto dijeron que era el ornitólogo de la cuarta región. Me decían "El Niño de las Aves", o "El Joven de las Aves", cosas así".
A lo anterior, se suma su experiencia por 15 años en la Fundación Senderos de Chile, en donde ejerció como encargado de arquitectura y coordinador regional. "Profesionalmente, siempre me fue bien en la arquitectura, soy un agradecido", puntualiza.
Regreso
Sin embargo, el 2015 decidió dar un giro a su vida y retornar a Santo Domingo junto a su familia. "En el fondo, yo siempre quería volver. Y ocurrió que el 2015 vi unas casas que estaban más baratas que en La Serena, así que dijimos: 'vámonos a Santo Domingo, sí, ¿y en cuánto tiempo más? En un mes'. Así de rápido", afirma.
Ya en su tierra natal, se desplegó como arquitecto particular, pero fue inevitable no volver al mundo de la observación y al estudio de las aves. "Un día me contactaron de la Laguna Conchalí porque necesitaban unas fotografías de las aves de la Laguna de Conchalí, y me preguntaron si yo tenía. Les dije que sí, pero de baja calidad. Pero me interesa, les dije. Coticé, me dijeron que tenía cuatro meses para entregar, y en ese tiempo caí de lleno nuevamente en esto".
Desde ahí en adelante, Manuel Rojas no ha parado de registrar todo tipo de aves en lugares como, por ejemplo, el Parque Humedal Río Maipo. Para lograr esto, siempre va acompañado de su cámara, su vestimenta camuflada y con hojas, para mimetizarse en el ambiente. "A veces me pongo una bandana camuflada y me quedan los puros ojos que me los tapo con la cámara, para que las aves no me vean los ojos porque eso también influye. Nuestros ojos son frontales como los cazadores", explica.
"Un día estuve siete horas inmóvil para lograr la fotografía de un pidencito. Estaba con unos amigos de La Serena y querían conocerlo, le hicimos guardia. Yo les dije 'hay que esperar aquí, prepárense', y ahí estuvimos siete horas esperando que apareciera y para lograr la foto. Eso es lo máximo que he estado en una posición de espera", manifiesta. Entre sus registros más preciados se encuentra haber fotografiado a esta ave junto a un burrito negruzco, dos especies esquivas y muy difíciles de encontrar, y mucho más en una sola instantánea. Su hazaña fue reproducida en diversos medios de comunicación el 2024.
A lo anterior se suma su acción de registrar nuevas especies para Santo Domingo, como por ejemplo, el águila pescadora, el gaviotín chico boreal o la golondrina grande. "El Maipo es el lugar con mayor biodiversidad de aves, sin contar a Arica porque Arica es otra cosa, tiene una influencia del Amazonas. Entre Atacama y la Patagonia, el Maipo es el lugar con mayor diversidad de aves, y Santo Domingo está un poquito abajo para ser el lugar con mayor diversidad de aves en Chile, desde Atacama a la Patagonia", asevera.
El halcón peregrino
Mientras el sol y el calor acechan sobre la Plaza de las Flores, en Santo Domingo, Manuel Rojas compartió un recuerdo más antes de finalizar la entrevista. "Yo desde el 2015 que no veía un halcón peregrino en Santo Domingo. Y el otro día estaba en el río y le digo a otro observador que se estaba acercando una tundra, un halcón peregrino, y alcanzo a tomar la cámara y pasa frente a mí", expresa.
"Lo seguí con los binoculares, llamé a mi hijo que me había dejado en el río, y le pedí que me viniera a buscar porque estaba el peregrino. Nos vinimos, lo busqué entre los árboles con los binoculares, hasta que lo encontré. Estaba escondida, descansando, y estoy feliz porque después de 10 años lo vuelvo a ver en el mismo lugar, a cuatro casas de mis papás, donde en 1999 por primera vez lo vi llegar. Entonces, no sé, son cosas mágicas que a veces uno no se explica, pero que tienen un simbolismo", finaliza.
"Yo me crié en este entorno (Santo Domingo) con mis hermanos, somos siete, de hecho. Entonces, parte de nuestras amistades era justamente la naturaleza",
Manuel Rojas
"Un día estuve siete horas inmóvil para lograr la fotografía de un pidencito. Estaba con unos amigos de La Serena y querían conocerlo, le hicimos guardia",
Manuel Rojas