Penquista creó un superalimento con un desconocido desecho de la uva
Tras conocer la riqueza nutricional que hay detrás de la masa que queda después de la prensa de las uvas, llamado orujo, Felipe Guzmán ideó una fórmula para preservarla y aprovecharla a través de un insumo en polvo.
Ignacio Arriagada M.
Felipe Guzmán jamás olvidará el verano del 2017. Ese año realizó su práctica profesional en los viñedos del Valle de Itata, en la Región de Ñuble, tomando muestras y mejorando los procesos de vinificación. Uno de sus deberes diarios era deshacerse del orujo, que se obtenía al prensar las uvas para elaborar vino. En cada trayecto era testigo de cómo este residuo era apilado o utilizado como fertilizante, o simplemente era destinado a los vertederos.
"Yo siempre he sido curioso, por lo tanto cuando iba a deshacerme del orujo me preguntaba, más allá de lo superficial, sobre qué era, que por qué lo estaba botando, si otras viñas también lo descartaban. En las tardes, después de la práctica, me enfoqué en indagar, revisar estudios y leer experiencias. Ahí descubrí que el orujo era un tesoro nutricional, un súper antioxidante, rico en ácidos grasos saludables, en minerales esenciales y era una fuente de proteína", rememora Felipe, de ahora 32 años.
Fascinado por la economía circular y consciente de que hacía falta hallar nuevas fuentes saludables y sostenibles para garantizar la seguridad alimentaria de la humanidad, este penquista se propuso dos objetivos: reinventar el destino del orujo y cambiar el panorama nacional del descarte vitivinícola. Como la tarea era colosal, esperó hasta titularse como ingeniero civil en biotecnología para dedicarse al cien por ciento a alcanzar tal objetivo.
"En 2019 terminé mis estudios y yo sabía que quería emprender un negocio con este proyecto. Al año siguiente (2020) postulé para obtener recursos de Corfo y gané el Semilla Inicia. Con los 15 millones de pesos que recibí financié, por ejemplo, los ensayos en laboratorios, las prospecciones y las primeras ideaciones del packaging (embalaje) con un diseñador muy connotado", detalla Guzmán.
Prueba tras prueba
A finales de 2020 los resultados de las pruebas constataron la potencialidad nutricional del orujo y determinaron cuál era el mejor formato para preservar sus bondades. En paralelo, Felipe constituyó su pyme, a la que llamó Delavid.
"Dimos con una fórmula en polvo que tenía varias ventajas: necesitaba un bajo volumen de agua, su vida útil podía llegar a los dos años, era seguro para el consumo y tenía la capacidad de mezclarse muy bien con otros alimentos. Nutricionistas y chef hicieron test con el polvo y los resultados eran prometedores", reconoce el emprendedor.
El 2021 era proyectado como un año clave para Delavid. En juego estaba la resolución sanitaria y, de obtenerla, la primera producción. "Buscamos una planta piloto para la evaluación del producto, que fue elaborado con orujo de uva fermentado de la cepa País, considerada la más antigua del vino chileno. Logramos tener la certificación y produjimos los primeros 100 kilos", recuerda el ingeniero.
Introducir un insumo alimenticio desconocido en el mercado nacional era un reto importante para el joven penquista. Como muchos emprendedores, visitó decenas de ferias gastronómicas en las regiones del Biobío, Valparaíso y Metropolitana. Los visitantes, un tanto incrédulos en un comienzo, se acercaban al stand de Delavid a consultar su procedencia y beneficios para la salud. Allí se concretaron las primeras ventas.
"Para avanzar y aprovechar el potencial de este negocio sabíamos que necesitábamos más recursos. Por eso, el 2022 postulamos al Semilla Expande, de Corfo. Con los sesenta millones financiamos pruebas con nuevas cepas, que íbamos a buscar a los viñedos del Maule. También abrimos una página y, en ella, habilitamos un e-commerce (venta electrónica). Potenciamos el marketing digital del negocio. Todo eso lo fuimos trabajando mientras seguíamos asistiendo a ferias. De a poco nos fuimos haciendo más conocidos y ya podíamos enviar los productos a todo Chile", relata Guzmán.
El año 2024 Delavid anotó su primer gran logro internacional. Mientras se hallaba en el centro de Concepción, Felipe recibió una llamada telefónica del profesional a cargo del diseño del packaging. "Me dice que hace unas semanas había postulado algunos proyectos, uno de ellos el de nosotros, a los Índigos Design Awards, que se celebró en Grecia, y donde participan diseñadores de todo el mundo y cuyo jurado estaba compuesto por diseñadores de Nike, Puma, IBM, entre otros. Ahí me dice que habíamos ganado el primer lugar en la categoría alimentos. No lo podía creer", dice el emprendedor.
El premio vino justo cuando el emprendimiento amplió su gama de productos. A la cartera se incorporaron las cepas Cabernet Sauvignon y Malbec Violet Wellness. Todas en formato en polvo, capaz de ser incorporado en postres, batidos, comidas e incluso mocktails.
Los índices de venta son un recurso para dimensionar la expansión y éxito de Delavid. De comercializar 40 unidades mensuales el 2021, la pyme superó las mil unidades el año pasado.
Actualmente, Felipe trabaja para ampliar su capacidad productiva de la mano con viñedos de la zona centro-sur del país. ¿El objetivo? Dar los primeros pasos en el retail.
"Queremos que el orujo de uva, que antes se descartaba, se convierta en un símbolo de bienestar. Queremos que todas las personas del país puedan consumir Delavid y puedan sentirse parte de un ciclo positivo, cuidando su salud", proyecta el ingeniero.
